05.11.2014 - OPINIÓN

La enfermedad del Estado

Por Diego Luis Fernández

Si alguien cree que un Estado puede ser respetado sin que se respete a sus ciudadanos gitanos está equivocado. Cada vez que se humilla a los gitanos, cada vez que se les excluye de las ciudades, cada vez que se queman sus viviendas, cada vez que se les ridiculiza en los medios, cada vez que se les amenaza por manifestaciones fanáticas sin que los poderes públicos reaccionen… más se estará demostrando que ese Estado, aunque se vista de Valentino y se perfume de Dolce Gabbana, está enfermo. Pero muy enfermo.

La civilización no se consigue de una vez para siempre ni es una consecuencia de la modernidad. La civilización es una conquista que se gana o se pierde dependiendo del comportamiento diario de los poderes públicos y de la sociedad en su conjunto.

Yo no creo, nunca he creído, que los racistas dejen de existir. Al fin y a la postre, ninguna sociedad ha acabado con los fanatismos ni con los fundamentalismos, vengan de donde vengan. Pero sí creo  en una Europa que reaccione creando respuestas jurídicas y políticas contra quien quiera romper la convivencia.

O los europeos reaccionamos contundentemente ante comportamientos violentos contra la población gitana en cada Estado, en cada ciudad, en cada barrio o habremos perdido definitivamente nuestra credibilidad como región civilizada.

Y si se pierde o se cambia el concepto de civilización por el Estado del más fuerte, entonces la  autodefensa es solo, digámoslo educadamente, cuestión de adrenalina. Y a los gitanos nos sobra la adrenalina.

 

(Diego Luis Fernández, director del Instituto de Cultura Gitana, hizo estas observaciones tras recibir la noticia de que en Borgaro, en el norte de Italia, pretenden transportar a los gitanos y a los payos en autobuses distintos).

 

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