13.01.2015

Mª José Sánchez Rubio pide a la RAE que recapacite sobre la acepción de gitano

La Consejera de Igualdad, Salud y Políticas Sociales de la Junta de Andalucía envió una carta al Director de la RAE para mostrarle su rechazo por la acepción que define a los gitanos como trapaceros

 


Mª José Sánchez Rubio / El Amigo del Pueblo

La Consejera de Igualdad, Salud y Políticas Sociales de la Junta de Andalucía, Mª José Sánchez Rubio, envió recientemente una carta a José Manuel Blecua, Director de la Real Academia Española de la Lengua, para manifestarle el rechazo que produce en la comunidad gitana de Andalucía la acepción de gitano recogida en la última edición del Diccionario de la Lengua Española y que define a gitano como “trapacero”, el que obra con astucias y engaños.

Mª José Sánchez Mellado remitió este escrito a la Unión Romaní y por ello creemos necesario reproducir sus palabras. A continuación, encontrarán la carta que la Consejera envió a Blecua.

 

“Desde mi responsabilidad institucional como Consejera de Igualdad, Salud y Políticas Sociales de la Junta de Andalucía, he seguido con interés el reciente debate que se ha suscitado en los medios de comunicación en relación a la publicación de la 23ª edición del Diccionario de la Lengua Española que vio la luz el pasado mes de octubre, y la acepción que en el mismo se contempla respecto de la palabra “gitano/na” o “gitanada”.

Estoy al tanto del profundo rechazo que en la comunidad gitana de Andalucía produce esta acepción incluida por esa Real Academia, y no solo ya por lo publicado en los medios, sino porque he tenido la oportunidad de sentarme con ellos, con sus representantes y sus asociaciones, y oír de primera mano sus reivindicaciones y la problemática que tienen que ir sorteando, de forma cotidiana, para superar estereotipos profundamente enraizados que provocan en estas personas situaciones de desigualdad, dificultad para el ejercicio de sus derechos, cuando no problemas de verdadera exclusión social.

Igualmente me he interesado por averiguar cuáles son los motivos para mantener en el Diccionario estas acepciones relativas a las personas del pueblo gitano, personas que son ciudadanos y ciudadanas de este país y a las que asisten derechos fundamentales recogidos en nuestra Constitución y en numerosa legislación de desarrollo de la misma. En este sentido he tenido acceso al comunicado oficial emitido por la Real Academia Española de la Lengua (RAE) del 6 de noviembre de 2014, por el cual se explican las razones que asisten a esa Institución para mantener de forma sistemática estas acepciones denigrantes para las personas que están identificadas en el colectivo gitano de nuestro país.

Debo manifestarle, ante todo, que comprendo y respeto las razones y el sentido que tiene reflejar determinadas acepciones del lenguaje en el diccionario de la RAE. Lo entiendo desde la metodología de trabajo que invocan para ello, pero quiero llamar su atención sobre otros aspectos del problema que creo, respetuosamente, que debían ser considerados por esa Institución académica.

La conquista de la igualdad y hacer efectivo el Título I de nuestra Constitución es una tarea ardua y compleja en la sociedad actual a pesar de los grandes avances conseguidos en los últimos años en España. Desgraciadamente no es infrecuente todavía encontrar comportamientos segregadores y excluyentes en nuestra sociedad respecto de determinadas personas, ya sea por motivos de raza o singularidad cultural, como es el caso de la comunidad gitana, ya sea por otros factores que inciden profundamente en nuestra sociedad y en nuestra cultura, como es el caso de las desigualdades entre mujeres y hombres e incluso la violencia de género.

Convengo con esa Institución en que hay una tarea aún muy importante por asentar y consolidar en materia de educación para que, determinados usos lingüísticos sean erradicados de nuestro lenguaje, aunque no comparto que la RAE y, en concreto, el Diccionario de la Academia, no deban contribuir a ello. En la lucha de siglos por la igualdad en sus diferentes vertientes hemos aprendido que el lenguaje representa un universo simbólico del pensamiento humano, de primera magnitud. La Academia de la Lengua no puede ser ajena a la posición de autoridad que representa ante la comunidad hispanoparlante, siendo en última instancia el árbitro por el que se juzgan las diferentes acepciones de la lengua, y su “palabra” a estos efectos obra como “Ley”. Tan importante es que la Academia refleje en su diccionario los usos lingüísticos efectivos de la lengua española, como que no contribuya a perpetuar usos que están hoy, afortunadamente, en franca regresión social. Su mantenimiento en el Diccionario, sin duda contribuye a dar “oficialidad” a la acepción y a considerarla “correcta” en el uso coloquial del lenguaje. Y esto, Sr. Director, me parece que atenta contra la igualdad de las personas en este país y en todos los países que configuran la Comunidad de la lengua española.

Apelo a su trayectoria personal como humanista y hombre de letras profundamente comprometido con la cultura de nuestro país y a su responsabilidad como director de esa Real Academia para pedirle un nuevo esfuerzo de reflexión por los canales académicos pertinentes. Es obvio que la Academia ya ha recogido reivindicaciones similares, por cuanto determinadas acepciones peyorativas que atentaban contra la dignidad de otros pueblos, razas, culturas o religiones ya han desaparecido de nuestro léxico. No debemos seguir cometiendo esta injusticia contra unas personas que son miembros de pleno derecho de la comunidad hispanoparlante, que nos enriquecen con su cultura y que están entre nosotros desde hace muchos siglos.

La lucha por la igualdad de las personas es compleja y es tarea de todos impulsarla, desde nuestras responsabilidades, con nuestras palabras y con nuestras obras. Es una tarea diaria en la que nunca se puede bajar la guardia. Desde lo que hacemos y desde lo que no hacemos, pues tras las palabras y tras los hechos están los significados de lo que decimos y hacemos, ya sea por acción o por omisión. No perpetuemos situaciones injustas que empujan hacia la fragmentación social.

Me despido de Vd. a la espera de que tome en consideración mis palabras y mis razones que he tratado de exponerle en esta carta, desde el más profundo respeto por Vd. y por la Institución que dirige y con mi mayor consideración a todos los hombres y mujeres de esa Academia que contribuyen, con su esfuerzo y su trabajo, a hacer más rica y más fuerte nuestra lengua, elemento esencial de nuestra propia identidad como nación y como comunidad internacional. La igualdad, la libertad y la pluralidad deben ser también señas de nuestra identidad. Así lo manda nuestra Constitución y así lo queremos la inmensa mayoría de las españolas y españoles”.

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