Las Ramblas de Barcelona, esa famosa arteria que por su extremo Sur se sumerge materialmente en el Mediterráneo y por su cabecera Norte se engancha con la cosmopolita Plaza de Cataluña, hoy ha vivido horas de angustia, de dolor y de llanto porque unos criminales, en nombre de un Dios enloquecido, han segado la vida de 13 ciudadanos inocentes dejando más de 100 heridos, algunos de los cuales revisten extrema gravedad.
La primera noticia la hemos tenido pocos minutos después de producirse el atentado. Nuestros amigos de toda España, gitanos y no gitanos, que saben de la cercanía de nuestra sede central del lugar del atentado, han colapsado nuestros restringidos medios de comunicación en este mes de obligados días de descanso.
Pero la constancia certera y personal de que algo grave estaba sucediendo la experimentó el presidente de la Unión Romani cuyo despacho, a pie de calle, podía ser fácilmente abordado por cualquier persona que quisiera entrar en el interior del edificio. Efectivamente, a los pocos minutos de iniciarse la masacre fueron muchas las personas y las motocicletas que circulaban a toda velocidad por la acera de nuestro despacho. No pasó mucho tiempo antes de que se recibiera una llamada en la que se nos decía que bajásemos las persianas que dan a la calle y que nadie saliera del edificio hasta que las autoridades abrieran el cordón de seguridad que rodeaban Las Ramblas de Barcelona y sus calles adyacentes.
Y así lo hemos hecho y desde aquí hemos tratado de tranquilizar a nuestras familias y a nuestros amigos. Seguimos en pie con fuerzas suficientes para condenar este brutal acto terrorista.
Los pueblos civilizados del mundo, y los de Europa de forma más directa, estamos sufriendo las consecuencias de los actos salvajes que son capaces de realizar quienes cegados por el odio o el fanatismo han logrado que por sus arterias no circule la sangre roja que es fuente de vida, sino un líquido viscoso, emponzoñado por las doctrinas más inhumanas, que mezclan a Dios con la política y que ultrajan a la divinidad diciéndole “que es Grande”.
Los gitanos europeos sabemos muy bien de lo que hablamos. El terrorismo político hizo que centenares de miles de conciudadanos nuestros fueran víctimas, junto a otros seres humanos inocentes, del mayor atentado jamás cometido en la historia de la humanidad contra un pueblo inocente. Fue el genocidio que todavía no ha cesado cuando en algunos países de la Europa comunitaria los grupos nazis y racistas siguen acosándonos y, en algunos casos, dándonos muerte.
Desde la Unión Romani queremos manifestar nuestra gratitud a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado. A las autoridades de Cataluña, a los Mozos de Escuadra y muy especialmente a la Guardia Urbana de Barcelona, que son nuestros vecinos diarios por razón de la labor de vigilancia que ejercen en este enclave del Raval donde estamos ubicados.
¡Pobrecitos turistas! Pobres cuatro niños angelicales que la barbarie yihadista se ha llevado por delante. Mañana, a las 12 del mediodía, los gitanos estaremos en la Plaza de Cataluña, para unirnos al dolor de los familiares de las víctimas y para dejar constancia de nuestra unidad democrática con las autoridades de nuestro país.
Por la Junta Directiva de la Unión Romaní