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El pueblo desconocido que ansía dejar de serlo

El pueblo desconocido que ansía dejar de serlo
Rubén Gabarri, Rafa Borja y Rosi Vicente, con la bandera romaní, cultura a la que pertenecen sobre la que aún quedan estereotipos que derribar / Miguel Ángel Valdivielso

A pesar de llevar casi seis siglos como personaje de la historia de España, el pueblo gitano continúa siendo un desconocido. También en Burgos. Es uno de los lamentos de los casi 3.000 que viven en la provincia. Pero no el único. Reclaman a los políticos medidas concretas para su etnia, pero además se erigen en ciudadanos como los payos, con sus mismas cuitas y alegrías. Sacan boli y papel Rafa Borja, presidente de Unión Gitana; Rosi Vicente, directora de la Pastoral Gitana de la Iglesia Católica; y Rubén Gabarri, coordinador de la cooperativa de vendedores ambulantes, que ha dado un paso al frente y va el número 9 en la lista de Podemos al Ayuntamiento, igual que Diego Pisa Pisa, que lo hace en el 15 en la del Partido Popular.

Rosi Vicente, aragonesa de nacimiento y de madre gitana, se enamoró de un burgalés y con él llegó a la ciudad del Arlanzón hace 15 años. Un tiempo que a esta educadora social, trabajadora del servicio Arropa de Cáritas, le ha bastado para tomar nota de las necesidades de los romanís y deshilachar rotunda y sin florituras lo que espera de sus representantes.

Arranca con la erradicación del chabolismo -una medida en la que coincide Gabarri, que nombra directamente a El Encuentro: ‘Debe desaparecer ya porque, gracias a Dios, estos poblados existen en muy pocos sitios de España’- y la creación de una bolsa de vivienda que facilite el acceso a la población gitana y al resto de personas con necesidades.

Vicente advierte la evolución de su etnia con la progresiva incorporación de la mujer al mercado laboral, incluso, anota, tiene un acceso más fácil que el hombre. ‘Hay tres guarderías contadas en Burgos y necesitamos conciliar la vida familiar y laboral. No te puedes dejar el sueldo en pagar un centro privado’, protesta y, de nuevo, insiste en que esta problemática, como otras, afecta igual a los payos. No, en cambio, la que se refiere al desconocimiento de esta cultura. Para llenar este vacío, Vicente plantea que se amplíen los actos de celebración del Día Internacional del Pueblo Gitano y que se incluya un programa en los colegios e institutos.

La cabeza visible de la Pastoral Gitana sabe que es necesario ir paso a paso, que, quizás, primero tiene que lanzarse un plan a nivel nacional, pero también cree que el Ayuntamiento puede hacer mucho. Esta es una de las reivindicaciones más claras de Rafa Borja. La aprecia como un paso esencial. ‘Necesitamos justicia social, que se cumpla la Constitución, que nos den más oportunidades fuera de estereotipos y romper con las leyendas urbanas que existen sobre nosotros’, anota y agrega: ‘Lo único que queremos es ser uno más, con igualdad de derechos y obligaciones, dejar de sentirnos menos que nadie, porque no lo somos’.

Un camino que, reitera durante la conversación, es inviable sin contar con las asociaciones que trabajan con los gitanos. «Tiene que haber más ayudas de la Junta, del Ayuntamiento, de todos los organismos, para nuestros programas sociales, que somos quienes nos movemos con la gente que peor vive y más lo necesita, quienes prevenimos y asesoramos. Hay muchas asociaciones -en Burgos Unión Gitana, Promoción Gitana y Secretariado Gitano- que no tienen los suficientes recursos, ni personales, ni materiales ni de locales», suelta vehemente este gitano de Tardajos que forma parte de las juntas directivas de la Unión Romaní, de ámbito nacional, y la Federación de Asociaciones Gitanas de Castilla y León.

Y no entiende por qué. Ellos lo tienen claro. Son ciudadanos con los mismos deberes y derechos que el resto. Y el 26 de mayo irán a votar, una práctica que, convienen Vicente y Borja, está muy arraigada en el pueblo gitano.