La España pro gitana

¿Cómo es posible que el Consejo de Europa no conmine a incluir el antigitanismo en el Código Penal?

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Edificio del Consejo de Europa en Estrasburgo, Francia / SEBASTIEN BOZON/AFP/Getty Images
Marcos Santiago Cortés

Yo me siento alegremente gitano. Pero no menos español, andaluz y cordobés; muy andaluz. Y siento todo porque es muy fácil ya que en esta tierra bendita esta fusión de identidades viene como anillo al dedo. El estudio del Derecho Penal me enseñó que unos de los más bellos principios para alcanzar la justicia social e histórica es el principio de proporcionalidad; que nadie tenga más culpa de la que merece, que eso es sacrilegio en democracia. Por eso, me ha achicharrado las tripas que hace unos días el Consejo de Europa instase solo a España a incluir el anti gitanismo en el Código Penal. Es cierto que aquí sufrimos desde 1499 hasta 1978 leyes anti gitanas. Las pragmáticas nos obligaron a olvidar buena parte del alma nuestra: vestimenta, costumbres, lengua… como precio para ser considerados seres humanos. Algo terrible por tremendamente injusto pero que, a la vez, demostró la heroicidad del pueblo gitano, que, al conservar hasta el advenimiento de la democracia, a precio de remo y calabozo, algunas señas de identidad camufladas sobre todo en el folklore compartido, obtuvimos la victoria final de poder seguir siendo gitanos y conseguir ser españoles.

Pero es que por ahí arriba fue mucho peor; en el resto de Europa daba igual que abandonáramos nuestra lengua porque aun haciéndolo no podríamos ser ciudadanos nunca; por eso los gitanos de más allá de los Pirineos conservan la lengua romaní tanto como la discriminación que sufren. O sea, no hubo más tolerancia sino, todavía menos. Pero vamos a tiempos más actuales: durante la dictadura franquista, es cierto que el reglamento del Instituto Armado nos prejuzgaba como delincuentes en potencia al recogerse una especial vigilancia sin motivo de los gitanos en sus movimientos en las ferias, algo que provocó situaciones muy humillantes porque, si de por sí aquella disposición legal era de entrada arbitraria, aun lo fue más al practicarla uniformes cada uno de su padre y de su madre. Pero también es cierto que, en ese tiempo, ni un solo gitano, ¡ni uno solo!, fue enviado a los campos de concentración nazis por el hecho de ser gitano. En cambio, un millón de gitanas y gitanos de toda Europa -menos de España-, fueron asesinados. Entonces, ¿cómo es posible que el Consejo de Europa no conmine a Alemania a incluir específicamente el antigitanismo en su Código Penal? (je, je, je, no se lo pierdan que me río por no llorar: el monumento a las víctimas gitanas del holocausto fue inaugurado por Merkel en el año ¡2012!)

En la Rusia de Stalin el espíritu de libertad de los zíngaros provocó cientos de masacres bajo el yugo soviético. Y después de Stalin sigue el rechazo. En Inglaterra, los gitanos son apartados de la sociedad en terrenos ajenos a la misma exactamente igual como hicieron los yanquis con los indios en las reservas. Y ello lo venden como respeto a una idiosincrasia, pero eso es una maldita hipocresía porque lo que quieren es aislarlos de la vida de los demás. Hoy, los gitanos del Este son despreciados en todos los ámbitos hasta el punto que a menudo arden criminalmente sus poblados. Berlusconi en Italia y Sarkozi en Francia permitieron una expulsión indiscriminada y masiva aun siendo ciudadanos de la Unión; pero es que sus gitanos nativos sufren un infierno de desigualdad. En la llamada Turquía europea, son menospreciados abiertamente y, paradójicamente, en Bulgaria tienen que camuflarse como turcos para no ser rechazados. En España hay racismo y luchamos contra él, pero hay también infinidad de compatriotas no gitanos que no son racistas, y lo mismo que no quiero que generalicen con mis compatriotas gitanos tampoco quiero que generalicen con mis compatriotas payos.

Nuestra democracia avanza para todos y bien. España es ejemplo de buenas prácticas de muchas oenegés. Cataluña, Madrid, Valencia, Extremadura y sobre todo Andalucía son ejemplo de normalización hasta el punto que hay lugares donde no se sabe dónde empieza o termina lo gitano, algo inédito e inaudito en Europa. Vamos, que nuestros payos españoles son de lo mejorcito del Viejo Mundo. Así que, si ese Consejo quiere ser lo que es y no un instrumento más de política inexperta, que recomiende no tanto a España como a Europa entera incluir el antigitanismo en sus códigos penales. Pero a la vez, dé un mensaje de esperanza y optimismo de que el sueño de la inclusión gitana es posible.

Y que, como máximo exponente real de ello, ponga a España, y sobre todo a mi Andalucía, por delante. Y de guinda, por favor –porque además ya es hora de ello– agasaje a la provincia de Cádiz como ejemplo del espíritu tolerante de un pueblo agraciado y, por tanto, divino; ahora entiendo que, dado su elevado nivel cultural en cuanto a la tolerancia se refiere, Cádiz sea la ciudad más antigua de Europa y, por tanto, la que también tiene más experiencia en la exacta concepción de ciudadano. En fin, que a ver si los miembros del Consejo de Europa se dan una vueltecita por aquí abajo para conocernos mejor.