16.01.2002 /
José Manuel Flores, coordinador del Primer Manual de Conversación
en Romanò-Kalò
La Unión Romaní, organización de
ámbito nacional nacida en 1986, ha editado el I Manual
de Conversación Romanò-Kalò para recuperar
un idioma en el que se entienden doce millones de gitanos en todo el mundo
y que, sin embargo, desconocen los que viven en España, Portugal
o Perpiñán (en el sur de Francia) pese a ser la población
estable más numerosa. Hace tan sólo unos días que
ha salido de la imprenta pero tiene detrás décadas de necesidad
y un año de investigación y trabajo financiado por la Unión
Europea y por distintos gobiernos autonómicos.
La pérdida del idioma como seña de identidad
ha sido el alto precio que el pueblo gitano ha tenido que pagar por permanecer
en un territorio cuyos distintos regímenes y gobiernos, desde 1492
a 1977, desde los Reyes Católicos a la etapa de la transición
democrática, dictaron hasta dos mil leyes, pragmáticas y
edictos de persecución contra quienes llegaron a la Península
allá por 1425 como nómadas.
Este manual no pretende ser un diccionario, ni una gramática
ni una recopilación de las reglas básicas de la ortografía,
sino un instrumento para que la propia población gitana española,
compuesta aproximadamente por unas 700.000 personas, puedan aprender,
mejorar y conservar su lengua; para que ocupe el sitio que merece en los
colegios y universidades, en las salas de estudio de filólogos
y lingüistas en general; y en los despachos de quienes desde el ámbito
político deciden cómo hacer para garantizar la igualdad
de estos ciudadanos. Se ha editado en cinco lenguas: catalán, gallego,
valenciano, euskera y castellano. Este último será el más
usado y el que se dirija a los andaluces, la mayor población de
la península.
José Manuel Flores Campos es gitano, filólogo
y lingüista. Un licenciado que ha coordinado al equipo de expertos,
todos procedentes del mundo académico y la investigación
aunque sin intenciones de convertirse en una especie de Academia de la
Lengua Gitana que dicte normas, ni fije ni dé esplendor. Es el
primer manual y tiene vocación de seguir con más entregas.
"Era un proyecto más que urgente pero el aspecto cultural
de nuestro pueblo se ha ido quedando relegado frente a las tantas necesidades
del mundo gitano", mantiene este también responsable en la
Secretaría Gitana de la Junta de Andalucía, dependiente
de la Consejería de Asuntos Sociales.
Kalò y romanò
Ahora es una realidad en papel y su pretensión no es fácil.
Ha habido que recuperar los reducidos términos del kalò
-el dialecto propio de los gitanos españoles- que coleaban por
todos estos grupos de población diseminados en el territorio nacional,
en el país luso y en el departamento francés, e introducir
algunas palabras en romanò, la lengua madre procedente
de la India y de raíz sánscrita que sirve para que se comuniquen
los romà de todo el mundo.
Gitano no es un término propio de este pueblo.
Entre ellos, y puramente, se denominan rom y romà,
singular y plural para el hombre, o romí y romía
para la mujer. Para denominar a los que no son de su estirpe está
el término gadýo-gadýe, en masculino singular
y plural, y gadýi-gadýa, en femenino; porque payo
tampoco es romanò sino una palabra castellana (los payeses catalanes
con los que convivieron algunas de las primeras comunidades gitanas españolas).
"El kalò, ni siquiera es ya, o
era ya, un dialecto. No estaba muerto pero sí en coma profundo,
era demasiado residual y, sobre todo, ajeno a las generaciones más
jóvenes que son el futuro y que se han comprometido fuertemente
con sus orígenes. Cada uno de nosotros, en cada territorio, en
cada familia, usa pronunciaciones distintas, gramáticas distintas,
grafías distintas de un cúmulo de palabras romaníes.
Por ejemplo, el yo te camelo, no es romanò.
En romanò el verbo querer es camav’ y así
lo dirían el resto de gitanos del mundo", aclara Flores.
Sin embargo, se han querido conservar en este manual
los términos, expresiones, giros y frases hechas que tienen un
matiz de afectividad. Fundamentalmente están recogidas fórmulas
de cortesía y presentación, "buenos días, ¿qué
tal está?, soy gitano, vivo en Barcelona, le pido disculpas o pase
usted primero, por favor", explica el coordinador del manual.
"Los gitanos españoles somos, si se me permite
la dureza, la vergüenza del mundo. Somos los únicos que no
hemos sabido conservar la lengua. Yo he viajado por toda Europa y mientras
los míos se entendían en romanò, yo tenía
que hacerlo en inglés, por señas o como los indios",
se lamenta ya satisfecho este gitano.
La razón de esta pérdida hay que buscarla
en la persecución a la que ha estado sometido su pueblo. "Es
el precio que hemos pagado por dejarnos estar y por ello para el resto
de gitanos del mundo España es el paraíso terrenal. Aquí
nos hemos asentado mientras muchos de ellos siguen vagando. A lo largo
de la historia fuimos miméticos, nos amoldábamos a las distintas
circunstancias, no hemos dado problemas de religión como surgió
con los árabes y los judíos expulsados, no hemos sido nunca
un pueblo belicoso, pero quedarnos supuso perder lo nuestro", añade.
Un futuro esperanzador
A José Manuel Flores Campos le molesta el término
integración, "es uno de los conceptos más dañinos
porque la realidad es que ha supuesto anularnos, homogeneizarnos y asimilar
algo que no es nuestro. No es tan idílico como piensan los gitanos
del resto de Europa que han sido rechazados por conservar una indumentaria,
una forma de vida, una lengua. Hay un alto nivel convivencia y de interrelación
pero estar nos ha supuesto un coste incalculable".
Sin embargo, el futuro es muy esperanzador. "Los jóvenes gitanos
de hoy son la generación mejor formada de nuestra historia. Gente
comprometida, médicos, ingenieros, maestros que quieren conservar
sus señas de identidad pese a que los gadyè que
ven a un rom en la Facultad o en la mesa de una oficina, crean
que ha renunciado a su esencia y ya no es gitano", asevera orgulloso
este rom.
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