16.02.2002 / Un nuevo
perfil de mujer gitana se abre paso poco a poco en la universidad y en
el mundo laboral
Evolución de la mujer gitana andaluza
Las mujeres gitanas también piden su
sitio en la sociedad, pero ante ellas se presenta un largo camino por
recorrer. Porque además de ser mujeres, y tener que reivindicar
sus derechos como tales y luchar por la igualdad, tienen que enfrentarse
a una cultura y unas costumbres que les han dejado siempre en un segundo
plano, sometidas a la autoridad patriarcal. Pero los tiempos cambian y
ellas también exigen su oportunidad.
Ellas no hablan de evolución sino de
una revolución lenta pero firme. Así es como lo define Trinidad
Muñoz. Tiene 38 años, está casada y es maestra. Ha
sido desde siempre, como ella misma se ha calificado, la "rarita
de la casa". Sin quererlo, pero consciente de lo que hacía,
quiso romper con el estereotipo de mujer gitana, pero siempre bajo una
premisa fundamental: el respeto. "Siempre se nos ha tachado de no
ser feministas y guerrilleras, pero es que las gitanas funcionamos de
otra manera, y para cualquier gitana es muy importante el sentido de grupo,
estar a bien y sentirse parte de él, sin dejar de renunciar a este
avance", comenta.
Una opinión que comparten plenamente
Francisca Fernández, de 43 años; Gloria Jiménez,
24 años; y Beatriz Carrillo, de 26 años. Tres generaciones
de mujeres gitanas que, desde distintos puntos de Andalucía (Granada,
Córdoba y Sevilla) luchan por conseguir su lugar en la sociedad.
Y es que hoy en día, como afirma Francisca, la mujer se encuentra
en una situación cambiante, en plena transformación de sus
modos de vida, sus valores, roles y actitudes. Ella empezó hace
años esta "revolución". Estudió Derecho
y actualmente es la presidenta del Centro Socio-cultural Gitano de Granada.
Lo tiene claro y opina que la mujer gitana no se puede quedar rezagada
ante una sociedad que está en constante evolución. "Es
un trabajo difícil, pero nos tenemos que marcar objetivos a corto
plazo, porque de lo contrario nos perderemos", señala. Ahora
las mujeres de etnia calé reivindican un puesto de trabajo, tener
una mínima formación e incluso ir a la universidad.
El ejemplo está en Beatriz Carrillo
y Gloria Jiménez. Son universitarias, estudian Graduado Social
y Filología Inglesa respectivamente y han creado la primera Asociación
de Mujeres Universitarias Romaníes Andaluzas (Amuradi). Se consideran
unas jóvenes con suerte, ya que gracias a la lucha y la labor desarrollada
por las generaciones anteriores, "que han hecho una labor encomiable,
hemos nacido en una sociedad que ya estaba cambiando y no hemos tenido
que romper moldes". Y es que sus padres siempre se han volcado y
desde siempre "estaba claro que yo iba a ir al colegio", recuerda
Gloria. No les gustaba estudiar, pero a Beatriz le condicionó la
vida de su madre, que se casó a los 14 años y con 33 se
quedó sola con tres hijas a su cargo.
Pero a pesar de las facilidades que han tenido,
están convencidas de que queda mucho por hacer para romper ese
doble obstáculo de ser mujer y gitana. "Estamos entre los
dos polos, porque igualmente no somos tantas las mujeres gitanas que accedemos
a la universidad, y también corremos el riesgo de que se nos cuestione
nuestra identidad propia como gitanas, el hecho de no haber hecho lo propio,
casarte, tener hijos; también choca dentro de la comunidad. Y fuera
también es difícil", explica Beatriz.
Recuerdan que cuando iban al colegio, por
ejemplo Gloria, no decía que era gitana, por miedo al rechazo,
pero reconoce que ahora no le supone ningún problema y que sus
compañeros de facultad la aceptan tal y como es. Pero no por integrarse
-palabra que no les gusta- al mundo laboral o universitario van a dejar
a un lado sus costumbres y raíces.
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