16.08.2010 ¿Y SI SE REPITE EL GENOCIDIO? Por Juan de Dios Ramírez-Heredia |
Lo que está sucediendo en Francia no puede dejarnos indiferentes. Tenemos que reaccionar y poner remedio inmediato a la apatía con que nos enteramos de lo que está pasando allí si no queremos ser responsables de otro genocidio, esta vez menos aparatoso que el de II Guerra Mundial, pero no por ello menos cruel. La política represora del Presidente Nicolás Sarkozy debería provocar en nosotros un noble y enérgico sentimiento de repulsa. ¿Habrá que recordar, una vez más, el famoso poema de Bertolt Brecht?
El ayuntamiento de Copenhague (Dinamarca) ha solicitado la ayuda del gobierno danés para deportar hasta a 400 gitanos, pero como yo no soy gitano danés no me importa.
La policía sueca ha expulsado a una parte de la población gitana, violando sus propias leyes y las de la Unión Europea, pero como yo no soy gitano sueco, tampoco me importa.
En Bélgica, una caravana de 700 gitanos ha sido expulsada de Flandes y obligados todos sus componentes a acampar en la francófona Valonia en el sur, pero como yo no soy gitano belga, tampoco me importa.
En Italia continúa la persecución y la deportación de los gitanos, sobre todo a Rumanía y Bulgaria, de forma sistemática y constante, pero como yo no soy gitano italiano, tampoco me importa.
Alemania está repatriando a miles de niños y adolescentes gitanos a Kosovo, a pesar de las advertencias de que éstos se enfrentarán a ser discriminados, a sufrir terribles condiciones de vida, a no tener acceso a la educación, así como a padecer problemas de lenguaje, porque muchos de ellos nacieron en Alemania y no hablan ni serbio ni albanés, pero como yo no soy gitano alemán, tampoco me importa.
En Francia, ya lo sabemos, Sarkozy se ha empeñado en criminalizar a todos los gitanos que viven en la República sabiendo que posiblemente más del 90% de todos ellos son tan franceses como él, y pueden exhibir cartas de naturaleza que se remontan a 1418 cuando los primeros gitanos acamparon en los aledaños de la catedral de Notre Dame. Pero como yo no soy gitano francés, tampoco me importa.
En países de la Europa Oriental que son miembros de la Unión Europea, como la República Checa, Hungría, Eslovaquia, Rumania y Bulgaria, la discriminación que sufre nuestro pueblo es sangrante y generalizada, e incluye ataques físicos y a veces hasta los asesinatos, pero como yo no soy gitano checo, ni húngaro, ni eslovaco, ni rumano, ni búlgaro, tampoco me importa.
Esperemos que no tengamos que redondear el poema diciendo que un día las autoridades vinieron a por nosotros, los gitanos españoles, pero ya era demasiado tarde.
La lista puede ser mucho más larga. Tengo datos contrastados de autenticas razzias contra inocentes familias gitanas afincadas durante años en barrios suburbiales que están siendo destruidos a golpe de excavadoras, protegidas (las excavadoras) por agentes de la policía del lugar. Mi lamento lo es en primer lugar contra las autoridades europeas porque no actúan con la diligencia y la eficacia que esta terrible situación aconseja. Amnistía Internacional ha declarado que la Unión Europea “ha hecho la vista gorda" ante lo que ha definido como una "violación grave de los derechos humanos" contra los gitanos que somos una minoría que supera los 10 millones de personas sólo en Europa. Es verdad que los expertos del Comité para la Eliminación de la Discriminación Racial de la ONU (CERD) arremetieron contra Francia días pasados por la "falta de voluntad política" de París ante el "recrudecimiento" de los actos racistas, y que los 18 expertos que integran la Comisión determinaron que la política del presidente Sarkozy viola la Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las formas de Discriminación Racial de 1965. Pero eso no es suficiente. La Unión Europea no puede permanecer impasible ante esta situación. ¿Qué más tiene que ocurrir para que la Comisión, que al fin y al cabo es el Gobierno de casi todos los europeos, reaccione de forma valiente tanto en el campo de la política como el de la justicia? Lo que está sucediendo en Francia ha traspasado todas las fronteras. Hasta a la Cámara de Representantes en los Estados Unidos ha llegado el conocimiento de lo que nos está pasando, lo que ha hecho exclamar al Congresista por La Florida , Alcee L. Hastings, que: “Es una vergüenza que la Unión Europea haya permanecido en absoluto silencio y paralizada ante esta creciente espiral”. Por esa razón desde la Unión Romani estamos preparando un procedimiento judicial de denuncia ante el Tribunal de Justicia de la Unión Europea con sede en Luxemburgo basándonos en el contenido de la Carta de Derechos Fundamentales consagrada en el Tratado de Lisboa, que tiene valor vinculante tras la entrada en vigor del Tratado el uno de diciembre de 2009. Hay quien dice que la historia siempre se repite. Quiera Dios que no sea así. Alemania no se acostó en estado de santidad democrática una noche de 1933 y amaneció nazi, despiadada y genocida con el nacimiento del Tercer Reich que duró hasta 1945. El nazismo encontró su mejor caldo de cultivo durante la Gran Depresión (1929-1932). En Alemania había un gran descontento y los nazis supieron aprovechar la ocasión. Hittler vió rápidamente a un grupo humano en quien descargar la culpa de la situación: los judíos. Ellos eran los causantes de la crisis. Había que eliminarlos. Y con ellos a todos los grupos considerados “peligrosos” bien por no comulgar con las ideas del nuevo régimen o por no ofrecer un pedrigrí racial como el que decían tener los nuevos dictadores. Y sucedió lo que sucedió. Y nadie dijo nada. Los vecinos de los campos de exterminio miraron para otro lado durante años para no ver las columnas de humo que salían de las chimeneas de los hornos crematorios al tiempo que se quedaron sin olfato para no percibir el olor inmundo de tanta carne humana quemada. Y nadie dijo nada porque se había cumplido la sentencia del Dr. Joseph Goebbels: “Una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”. El presidente Sarkozy lo ha aprendido rápidamente. Ahora lo que procede decir es que los gitanos somos los malos. Que somos los causantes de la inseguridad ciudadana y de todos los males que asedian a los franceses. De hecho, el Ministro del Interior, Brice Hortefeux que podría ocupar la cartera de propaganda como en otro tiempo la ocupó Goebbels, aprovecha todas sus intervenciones en público para asociar la presencia en Francia de los gitanos con la delincuencia, haciendo referencia a las mafias de la mendicidad y la prostitución. Consecuencia: según un sondeo efectuado por Le Figaro el 79% de los franceses está conforme con el desmantelamiento de los asentamientos gitanos, siendo el 94% simpatizantes de la derecha y el 60% de la izquierda. Triste casualidad. En estos días de agosto en los que el presidente Sarkozy libra su guerra particular contra los más pobres e indefensos de su país, nosotros, los gitanos europeos, recordamos la Zigeunernacht, noche terrible comprendida entre el dos y el tres de agosto, en la que fueron exterminados miles de gitanos, niños y ancianos, en el terrorífico campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau. Si seguimos siendo indiferentes, un día vendrán por nosotros y entonces será demasiado tarde. |