27.08.2010

EL PAYO SARKOZY Y LA UNIDAD DEL PUEBLO GITANO

Por César Manzanos

¿Que hubiera ocurrido en la Alemania Nazi si solo se hubiera enviado a los gitanos a los hornos crematorios?. La respuesta es evidente. La tenemos ahora en Francia. Su Ministro de Interior dice que expulsa a  la población gitana procedente de países que ya forman parte de la  Unión Europea porque están vinculados a la creación y expansión de asentamientos ilegales en chabolas, a la prostitución, a la  delincuencia o a la mendicidad infantil.

Pero no podemos olvidarnos que todas estas actividades son a las que obligamos a participar a aquellas personas objeto de exclusión social sistemática. Esto es consecuencia de la falta de políticas sociales en materia migratoria dado que priorizamos exclusivamente las políticas  de control selectivo de los flujos migratorios.

El payo Sarkosy no está meando fuera del tiesto. Se turna en su manía persecutoria hacia los gitanos, con otros payos neofascistas europeos como por ejemplo uno ya famoso llamado Berlusconi y otro, un tal Aznar  de aspecto parecido a dos clásicos del fascismo, uno alemán y otro  español, quien no nos olvidemos también desmanteló campamentos gitanos  durante su mandato.

Todos ellos saben mediante los sondeos estadísticos de sus correspondientes centros de investigaciones sociológicas, que dentro  de las actitudes xenófobas que ellos mismos potencian e incentivan con iniciativas como ésta, la población gitana y, en especial, la no  asentada como es el caso de la proveniente de Rumania y Bulgaria, es  la que mayor rechazo tiene entre el resto de la población.

En el caso actual, los payos del gobierno de Sarkozy saben  perfectamente al menos tres cosas básicas que son las que explican en  gran medida el despliegue de su intervención represiva por cierto  mucho más cara que haberles dado los medios necesarios para su  incorporación social.

La primera, que de las supuestas actividades ilícitas e incluso delictivas imputadas a los gitanos, en caso de ser tales, se lucran y benefician los payos y sobre todo aquellos con más poder. Son los que invierten, gestionan y consumen todo tipo de bienes y servicios vinculados a las industrias de la explotación sexual, infantil, delictiva, etcétera. No se entiende porque no expulsan a todos esos  que son muchos más y mucho más nocivos para la sociedad sana y  transparente que el payo Sarkozy parece querer potenciar.

La segunda, que la actitud proactiva de expulsión es totalmente  ineficaz. En este caso, como en muchos otros, los expulsados  regresarán. En algunos casos agradecidos al gobierno francés por  haberles pagado unas vacaciones en su país. El pago a cambio de haber  sido utilizados como chivos expiatorios para otros fines latentes que  ocultan estas decisiones tan dantescas. Estas intenciones latentes  son, entre otras, cuestiones de consumo interno como ganarse a los  sectores de la ultraderecha tan florecientes en el mercado electoral,  responder a los intereses especulativos inmobiliarios, etcétera.  Cuestiones estas que debieran preocuparle mucho más al actual payo que  preside la republica francesa.

Tercera, saben que su Ministro de Interior de turno, en la  escenificación de estas medidas, debe de mostrar su sorpresa ante las  reacciones políticas, sociales y mediáticas que se han producido. Y ha  de hacerlo no porque considere que son desproporcionadas tal y como  manifiesta, sino porque gran parte de ellas, por suerte no todas, las  buscaban con fines propagandísticos y ciertamente les pueden ser de  gran utilidad y rentabilidad.

Ahora bien las reacciones, sobre todo por parte de los gitanos  europeos, no se puede hacer esperar. El pueblo gitano, a pesar de que  los payos no se lo han puesto nada fácil, ha venido demostrando su  indiscutible voluntad y esfuerzo por integrarse. Y lo ha ido haciendo  en todos los lugares donde ha encontrado un espacio.

La discriminación racial y social que sufre históricamente ha generado grandes obstáculos para su reafirmación como pueblo. Ha ocasionado división interna, difuminación de sus rasgos identitarios como efecto  del imperialismo cultural impuesto por las culturas donde ha tenido  que ir asentándose. Ha producido el deterioro de su identidad teniendo  que subsistir como pueblo en oposición a las imposiciones de los payos  y, sobre todo, sobrevivir en calidad de pueblo de segunda categoría.  En definitiva siempre ha visto mermada su posibilidad de construirse como pueblo.

Ciertamente esta instrumentalización y represión política  que los gobiernos de los estados europeos hacen de los pueblos sin estado ha  de servir para fortalecer la unidad interna y entre los pueblos y  culturas minorizadas (en este caso estamos hablando de la minorización  de 15 millones de personas). No nos olvidemos, no son tan solo el  pueblo kurdo, corso, vasco o catalán (por citar algunos) sino también  el pueblo gitano, quienes son objeto de este proceso de acoso,  utilización y aniquilación.

Y hay otra cuestión que agrava la situación del pueblo gitano. Otros pueblos sin estado, como los citados (salvo el caso kurdo que es más complicado), tienen al menos una administración que proporciona, mejor  o peor, servicios básicos en materia de protección social (educación, sanidad, etcétera), pero el pueblo gitano, mucho más disperso, sólo  los tiene cuando se subsume en otros, y no siempre lo consigue en  igualdad de condiciones, con el agravante de que al ser etiquetado  como otro, cuando accede lo hace con la reprobación y el resquemor de  quienes no les reconocen.

Las respuestas contundentes, en este caso sobre todo de las entidades gitanas de todo tipo y condición han de servir para articular  elementos de unidad desde la lucha por los derechos de la población gitana como ciudadanos europeos. Así al payo Sarkozy y al resto de sus correligionarios, genuinos representantes del racismo estructural y endémico que practican los estados occidentales, les saldrá el tiro por la culata.

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