18.04.2012

Identidad jitana.

Componente de la diversidad y partícipe en la ciudadanía

por Antonio Torres

Todos los grupos poblacionales poseen fundamentos que definen su identidad, pero ésta no es singular y única, sino plural. En cada uno de los individuos que componen los diferentes pueblos se da la referencia cultural, la solidaridad con el resto de los ciudadanos externos al propio grupo y la adhesión a principios éticos y políticos que indican el comportamiento social en su entorno.

La referencia grupal o cultura vinculada a sus componentes permite que estos se intercomuniquen, al mismo tiempo que proporciona el entendimiento de los otros. Además de esta referencia vinculante la identidad de cada uno de los componentes del grupo viene determinada por la edad, el sexo, la educación, la experiencia, las relaciones y expectativas sociales y laborales, y, en gran medida, por el entorno geográfico.

Esta realidad, aplicada al pueblo jitano, es la que nos hace entender la heterogeneidad de sus componentes, que subraya, en mayor medida, la ubicación de la unidad familiar a la que se pertenece. Al mismo tiempo consideramos que en el grupo jitano existe un sentido de pertenencia común, identidad compartida, conciencia de ser diferente de los que no son jitanos que se fundamenta en el sentido de la familia, la memoria de las tradiciones, las relaciones sociales internas, todo ello dentro de un sentimiento de pertenencia y una percepción de la identidad de los propios distinta de la de los otros. Los jitanos también tienen identidades compartidas con el resto de los componentes de la sociedad general por cuestiones laborales, por compartir el entorno en el que habitan, por la pertenencia a los grupos de sexo y edad, por las relaciones sociales externas de los jitanos, por los conocimientos académicos, etc.

El grupo poblacional jitano se mantiene en su tradicional identidad que hasta la segunda mitad del siglo XX no se ha notado una evidente, aunque tenue, del comportamiento de una parte del grupo. Actualmente esta evolución está en aumento gracias al esfuerzo de algunos miembros del grupo que, con visión de la realidad social y de futuro, iniciaron un trabajo de acercamiento al grupo mayoritario sin perder la identidad propia. Aunque en ese caminar, algunos jitanos han sucumbido a la identidad del grupo mayoritario perdiendo la propia.

Los jitanos, en este siglo, deben mantener los elementos que definen su identidad cultural sin menoscabo del respeto a los otros, en actitud de convivencia respetuosa, que así es como se consigue un reconocimiento del grupo y una participación de igual en la sociedad.

La libertad de la sociedad general en elegir su devenir entre diferentes modos de vida y costumbres de distintos grupos poblacionales, como opción intercultural, y a pesar del  poder estructural del mercado, en sintonía con la economía, que nos empuja a la globalización que no siempre beneficia por igual  a los diversos grupos poblacionales que la componen, la sitúa en una esencia plural y diversa.

Esta permanencia de la sociedad es buena porque enriquece, siempre que esa diversidad se administre de forma eficaz, práctica y positiva, de manera que evita las desigualdades que nos llevarían a discriminaciones, desventajas sociales, menguas de oportunidades, etc.

En nuestro país, al igual que en el resto de Europa, se practican desigualdades, y éstas discriminan a grupos como discapacitados, enfermos reconocidos, pobres, incultos, creyentes de otras religiones, jóvenes, mayores, homosexuales, minorías étnicas, inmigrantes, etc. Si en esta batería de situaciones encontramos algún componente de alguno de estos grupos que reúna varios de los estados relacionados, aumenta, de manera directamente proporcional, la discriminación hacía él.

Ante esta realidad, los propios grupos afectados han de reivindicar su estatus de ciudadanía en igualdad y eliminar toda discriminación hacia sus componentes, forzando a los responsables políticos para que tomen medidas específicas que eviten cualquier discriminación hacia el grupo o personas que lo forman. Esto significa que, a pesar de la cultura de la globalización, los gobernantes si quieren mantener la opción intercultural sin desigualdades, han de distinguir las necesidades de cada grupo y, por tanto, la forma de cubrirla.

Esta acción de destierro de las desigualdades podrían distraer, según los países europeos con mayor tradición migratoria, el binomio derecho-obligaciones, además sirve como banderín de enganche para políticos y otras fuerzas sociales que predican la tolerancia cero con respecto a los grupos poblacionales excluidos, hasta el punto que se convierte en el tema central de las contiendas electorales.

El discurso de tolerancia desde la perspectiva de respeto a las diferencias, va seguido de los encargos de control y exigencia que hagan cumplir con las obligaciones ciudadanas. El mismo concepto de tolerancia encierra engaño, porque se vende desde una óptica de igualdad, cuando es una falacia, ya que expresa un consentimiento de un ente superior hacia uno inferior, por lo que no nos puede sorprender dicha etapa de control y exigencia. Sobre todo, en época de crisis económica en la que se tiende hacia la reducción de algunos ámbitos en la protección social.

Los derechos y las obligaciones han de verse desde la opción de igualdad, participación y autonomía. En cuanto a la primera, se debe conseguir, mediante la protección necesaria, una vida digna; por otra parte, evitar el asistencialismo, provocar la facultad de decisión de las personas para tener los medios necesarios para su devenir; y, por último, respetar la libertad, una vez que se ha conseguido la ciudadanía de pleno derecho, para tomar parte en la sociedad general sin impedimentos excluyentes.

El apoyo ejercido para conseguir esta triple dimensión nos ha llevado a dos situaciones opuestas: Una corresponde al bien hacer de los protectores llevando a los componentes de los grupos desfavorecidos a una promoción eficiente; la otra, fruto de un descuido de seguimiento de los responsables correspondientes, se ha convertido en la artimaña de la dependencia de los fondos públicos, creando profesionales de la mendicidad sin aspiraciones sociales. Para evitar este coste social se debe coordinar convenientemente la protección necesaria con las medidas de acompañamiento a la inserción. Los derechos de las personas se garantizan, al mismo tiempo que se las educa y ejercita en sus obligaciones.

En este ejercicio de formación-acción se ha de tener presente un punto de partida indispensable: En un Estado Democrático de Derecho impulsar identidades minoritarias es conveniente en tanto que se enmarquen en la idea de sociedad plural, siempre que se eviten actitudes divisorias, reaccionarias  o subversivas.

Partiendo de esta necesidad hay que propiciar una correcta actitud a la hora de ordenar las prioridades. En el caso jitano, los conceptos persona y ciudadanos, juntamente al de cultura, se han de priorizar en el siguiente orden: persona-ciudadano-jitano, en primer lugar están los derechos humanos, éstos son irrenunciables porque dignifican a la persona. En segundo lugar, se ha de tener en cuenta la ciudadanía que, cuyas normas democráticas vinculantes,  disponen sobre  los derechos y obligaciones de los miembros de la sociedad. Por último se ha de colocar la jitaneidad como compromiso referencial a la historia y devenir de sus ancestros. Si se antepone la cultura propia a los derechos humanos y a los compromisos cívicos y democráticos, se observará una gran dificultad para participar en la sociedad general. Los jitanos están protegidos y sujetos a las mismas leyes que el resto de ciudadanos.

Vistas las prioridades de identidad desde las perspectivas del grupo poblacional jitano, dentro del marco del siglo XXl, se entiende que la participación de dicho grupo es un derecho, y en una democracia participativa, los ciudadanos jitanos, tienen que estar involucrados en el debate y solución de las cuestiones que les competen, que son tanto las específicas como las generales.

Esta ciudadanía inclusiva ha de superar la intervención de años anteriores, pobres en la participación y abundantes en la situación como beneficiarios. Por la cercanía y conocimiento de los problemas de este grupo poblacional, las asociaciones gitanas deben ser las vías más competentes de la expresión reivindicativa de los ciudadanos objeto de su intervención. No obstante por el devenir, poco participativo y altamente interesado, de gran parte de las entidades sociales jitanas, éstas tienen que plantearse una proyección más abierta y liberada de la seudocultura esgrimida para objetivos particulares.

El reto para que los jitanos consigan la ciudadanía activa está no solo en la idea de aperturismo, sino también en hacer de la cuestión jitana un asunto público, y consecuentemente estos tienen que participar en todos los planteamientos sociales, y no solo en los propios.

El aperturismo indicado está en la participación activa de los jitanos en los asuntos económicos, los jitanos serán ciudadanos activos en tanto sean consumidores  y participen en la producción  de bienes y servicios. Igualmente en los asuntos políticos, se ha de conseguir que la agenda política incluya los asuntos jitanos, y que estos se impliquen en la política y en los partidos políticos. No menos importante es la participación en la vida social del entorno del grupo, tomar parte en todos los movimientos sociales de la sociedad general como individuos y como grupo jitano.

Ante lo anteriormente expuesto, nos encontramos, aún hoy, que la sociedad mayoritaria ve a las minorías poblacionales, incluido el grupo jitano, como un problema por el hecho de ser diferentes. En el caso jitano, como puede ocurrir en cualquier otro, se ha de poner en marcha la diversidad cultural  desde una perspectiva positiva, lo que enriquecería a la sociedad general disminuyendo cualquier tipo de conflicto con las minorías. Para ello habría que incidir en la consecución de igualdad efectiva garantizando los derechos y deberes; la ciudadanía activa ya indicada anteriormente; y, sobre todo, la interacción de culturas, valorando y respetando la diversidad.
No se trata, por tanto, de competir entre las diferentes culturas, sino de potenciar el avance de cada una de ellas, con lo que avanzando un grupo, avanza la sociedad general. En el caso de los programas sociales específicos, tienen que estar planteados desde los objetivos que beneficien a la comunidad general. V.g. Un trabajo para eliminar la pobreza en un municipio tiene necesariamente que dirigirse hacia todos los pobres del lugar, independientemente de que pertenezcan a una cultura u otra.

Esta acción de ver la diversidad de forma positiva, todavía encuentra múltiples dificultades, entre las que destacamos: las crisis económicas disminuyen la protección social; las minorías están rechazadas por la población mayoritaria; la información de los medios sociales de comunicación,  en gran medida, es confusa cuando no incierta; y el discurso político, en un porcentaje no menos elevado, es irrespetuoso por su ambivalencia, cuando no contradictorio.

Pero, a pesar de este dibujo social negativo, también encontramos otros elementos positivos como son la diversidad general creciente en los municipios, y, sobre todo, la pluralidad étnica en sus barrios, o, lo que es lo mismo, el aumento de riqueza cultural evidentemente creciente.

Lo cierto es, digámoslo  a favor de gran parte de la sociedad, que en los últimos años el tejido social ha propiciado espacios de diversidad, todo ello gracias a las entidades sociales del tercer sector que han aumentado sus acciones solidarias,  creando una red de apoyo a toda persona, sea del grupo poblacional que sea, discriminada o  en peligro de serlo.

A pesar del prestigio que se están ganado dichas entidades, tanto en la sociedad como en el ámbito político, se han de plantear nuevos retos más allá de la mera promoción social. Nos referimos a que se debe hacer un análisis interno desde el que se fortalezcan las políticas de diversidad y exponer los resultados alcanzados a otras entidades para que los secunden. Y, por último, persuadir en mayor medida a las administraciones para que favorezcan dichas políticas de diversidad y para que, al mismo tiempo, informen y animen a la sociedad general para que acepte como necesarias estas políticas.                   

 

(*) El autor, desde hace mucho tiempo, se unió a la campaña iniciada por la Unión Romaní reclamando que la primera letra del nombre por el que se nos conoce en España se escriba con “j” en lugar de con “g”, ya que así aparece en todos los documentos en los que se habla de nuestro pueblo desde la llegada de los primeros jitanos a España.

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