03.09.2012

Paula Manuela

por Marcos Santiago

Ha llegado silenciosa, sin llanto primero, como marea de mar sereno y anochecido entre rocas morenas mientras estrellas de constelaciones lejanas de distintos colores la contemplan, orgullosas y sabedoras del mandato celestial que tiene de ayudar a los gitanos a salir de los infiernos de la exclusión social. Como ola bailaora de seguiriya, arribó en este planeta sin tenerla que empujar, sigilosa, discreta, firme en sus movimientos, con un leve ruido de paraíso y muy elegante tomó posesión de su destino. Morena clara como los primeros seres humanos que poblaban el Edén, llega redentora para soplar como suave brisa de Hada Madrina en la cicatriz de los hijos de Caín. Aunque su alma es sublime, sabia y antigua, su cuerpecillo que huele a amanecer campestre de otoño se irá forjando y moldeando en la fragua de amor que sus padres le ofrecen para encarar una existencia de superación sana. Como venta en camino caluroso en medio de los olivares andaluces, llamarán a su puerta muchas gentes sedientas de justicia y comprensión. Sabrá por su madre que lo que hace feliz no es el dinero propio sino el cariño ajeno. Sé que dentro de unos años habrá que mirarla por donde pase y creo que la espero desde que tengo uso de reflexión. Siempre supe que jamás llegaría a saber quién soy mientras no se posara en mis brazos para hacerme más feliz, más hombre. Mi papel en la vida ha cambiado y todo en mí ante ella pasa a un segundo plano. Mi misión es seguirla, apoyarla, comprenderla, animarla y hacerla reír hasta el final de mis días.

 

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