01.10.2012 - BARCELONA

Dejemos de vincular la definición de rromà con los grupos de pobres, delincuentes y antisociales

Por Lili Makaveeva

Pasó lo mismo este verano. La sociedad europea fue consciente del hecho de que Francia destruía campamentos ilegales habitados por gitanos búlgaros y rumanos y les ofrecía el retorno a sus países de origen. Los activistas de derechos humanos, por su parte, reaccionaron en contra de estas acciones, cosa que hizo que la Comisión Europea reprendiera al gobierno socialista francés.

Casi todos los medios de comunicación principales de Europa dedicaron un tiempo bastante significativo a cubrir de manera imparcial las posturas del gobierno francés, de los activistas de derechos humanos y las recomendaciones de las instituciones europeas. Este hecho no es algo negativo: vivimos en una Unión en la que la libertad de expresión es una de las bases esenciales de la democracia y que debería garantizar que se escucha a todos los ciudadanos de la Europa unida.

Pero, ¿esto se cumple? ¿Quién se ha interesado en cuál es la situación de la población gitana y en cómo se sienten a causa de las declaraciones públicas en las que se insiste en que el problema son los gitanos? Me refiero al punto de vista de los gitanos de a pie, de los que, ya sean inmigrantes o no, intentan vivir según las reglas escritas y no escritas de los países en los que residen. Esos que a menudo realizan los trabajos que nadie más quiere porque son pesados, sucios y están mal pagados. Los que (aunque algunos no lo crean) viven en casas construidas con su trabajo y comen alimentos comprados con dinero que han ganado honestamente. Los que a menudo ocultan su origen gitano, para que no se les nieguen los trabajos que nadie más está generalmente dispuesto a hacer.

¿Pensamos en los gitanos cuando hablamos de temas de actualidad tales como la exclusión social y la integración de los rromà? ¿Nos damos cuenta de cuántos son en comparación con los gitanos que mendigan, roban o cometen otros delitos, o que residen de manera ilegal en los campamentos construidos en Francia, Italia o Gran Bretaña? Porque si estos últimos (que son los que más ocupan el centro de atención de todos nosotros, a causa de su asocialidad) son cientos, el resto (los que son invisibles a causa de su “normalidad) son millones en toda Europa. Y esos millones de gitanos normales, ricos y pobres, formados en mayor o menor grado, se ven obligados a sentirse culpables cada vez que una persona o un grupo de gitanos comete actos ilegales, simplemente porque nadie ve a los gitanos como a individuos. Y esto es porque presumiblemente los rromà se conciben como una masa amorfa de gente sin caras, voluntad o habilidades individuales. Porque no creemos que los ignorantes y los pobres también tengan derecho a la dignidad y tendemos a sacrificar este derecho por otros derechos y libertades.

De los 10.000 gitanos a los que conozco y que viven en Bruselas, el 80% no se atreve a mencionar que son gitanos o no hablan rromanò con sus hijos, ni participan en ninguna actividad pública en la que se muestren los valores culturales de nuestra comunidad. La única razón es el miedo a perder incluso el duro y desprestigioso trabajo físico que han encontrado aquí, de manera legal o ilegal, que les proporciona alimentos para ellos y para sus familias a las que dejaron en Bulgaria. Trabajar de manera ilegal no siempre significa ser un delincuente, especialmente cuando se debe hacer frente a las limitaciones de un inmigrante que no pertenece al espacio Schengen y es rromà.

Los prejuicios contra los gitanos y los estereotipos negativos cada vez están cambiando más la categoría étnica de “rromà” para convertirla en una categoría social, en la que combinamos, condicionalmente, a personas de baja clase social, a desempleados, a marginados sociales y, a veces, a personas que participan en actividades antisociales.

Es que, ¿quién, en su sano juicio, que quisiera conseguir el éxito a través de su propio esfuerzo y cualidades, afirmaría que pertenece a este grupo? Todo el mundo preferiría incluso que le consideraran un marciano en lugar de rromà, sólo para evitar la identidad colectiva, que supone una carga y restringe las oportunidades del individuo ya desde su nacimiento.

Debemos reflexionar y tener cuidado con lo que estamos logrando al final, cuando trabajamos en los asuntos de los gitanos. ¿Qué son realmente y cómo deben presentarse? Por ejemplo, ¿tenemos que hablar de los derechos de los gitanos? Y, si es así, ¿en qué se diferencian esos derechos de los derechos humanos universales declarados en diferentes documentos internacionales? ¿Qué necesitamos para garantizarle en la práctica los mismos derechos al Pueblo Gitano? porque obviamente este no es el caso ahora mismo. Cuando hay gente que infringe las leyes y reglamentos de cualquier país de la UE, ¿tenemos que centrarnos en su origen étnico?

¿Estos delincuentes cometieron sus delitos realmente porque son gitanos y no a causa de otros factores de la vida? Y, ¿si hay 1.000 o 2.000 delincuentes en Francia y son gitanos realmente, esto debería convertirse en un problema que pudiera poner en duda a los 10 millones restantes de gitanos europeos? ¿Por qué debemos asociar todos los problemas con nuestra identidad étnica? ¿No entendéis que somos diferentes, tenemos caras, destinos y vidas diferentes y que tomamos nuestras decisiones de acuerdo con nuestras propias percepciones y con nuestra voluntad individual?

 

(Lili Makaveeva, es directora ejecutiva de la Asociación Integro, de Bulgaria).

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