19.12.2013 - GIJÓN Por bien empleadas | |
Cuando Mari Paz García fue pedida en matrimonio, tuvo que dejar sus estudios en cuarto curso de la ESO, porque "no parecía muy bien que me fuera a casar y siguiera yendo a clase". Pero nunca dejó de estudiar y de formarse con el objetivo de romper tabúes en la sociedad gitana. Ahora trabaja como mediadora intercultural en León, y es una mujer realizada: "me siento muy feliz, me he costeado mi coche y mis brackets", aseguraba ayer con amplia sonrisa. Su ejemplo, contado en primera persona en las jornadas "Mujeres gitanas en la sociedad actual", es uno de los muchos protagonizados por mujeres que aún hoy tienen que desafiar los valores tradicionales de una estructura "machista, que no entiende muchas veces que queramos trabajar fuera de casa y valernos por nosotras mismas", reconoce Mari Paz García. En su caso, contó con el apoyo incondicional de sus padres, que hicieron posible que "fuera la primera gitana en ir a una escuela privada en León", de donde es natural. Después de dejar los estudios, la joven se empeñó en labrarse un futuro laboral, y estuvo trabajando durante dos años como secretaria de un abogado. Después, vendrían otros muchos trabajos y cursos "en los que siempre saqué muy buenas notas". Ahora, separada hace cuatro años, ha tomado con fuerza las riendas de su vida para preparar el acceso a la Universidad, y para "seguir siendo una mujer empoderada". Un ejemplo para "todas las gitanas jóvenes, se pueden conseguir los objetivos con tesón y esfuerzo". Lo tuvieron más difícil las gitanas con algunos años más, como en el caso de Concepción León, que en la actualidad trabaja como limpiadora en unos cines. Ella también tuvo que dejar los estudios pronto, y "me costó mucho tiempo dejar de llorar cada vez que pasaba por delante de la escuela, porque me gustaba mucho", reconoce. En todo ello tuvo mucho que ver "el machismo contra el que siempre me he rebelado", y que aún hoy en día en la sociedad gitana impide a muchas mujeres alcanzar su independencia. Concepción León lo consiguió, estudiando después de casada y "aún cuando mi marido no lo entendía". Su obstinación la llevó a sacarse el graduado escolar, lo que le costó en no pocas ocasiones "sentirme fuera de lugar con mi forma de pensar, un poco anulada como persona". Porque cuestiones tan banales como llevar el pelo suelto o usar pantalones todavía son vistas con recelo por parte del ámbito gitano. Una vez separada, continuó haciendo cursos de formación para el empleo, hasta llegar a lo que es hoy: una mujer liberada, que vive sola, se mantiene de su trabajo y que saca adelante a su hijo de 18 años. "Intento educarle para que no sea machista, para que su mentalidad sea diferente", contaba ayer a sus compañeras. Como ella, Pilar García tuvo que luchar para "demostrar que soy gitana y que a la vez soy mujer trabajadora e independiente". Porque siendo rubia y de piel clara "los gitanos me veían más como una paya, y siempre he tenido que justificarme, porque yo me siento muy gitana". Hoy en día ha conseguido su objetivo y trabaja como profesora de talleres de patronaje y costura. "Es ahora cuando me he encontrado conmigo misma, antes me inculcaban ideas muy injustas pero ahora comprendo mejor mi propia cultura", explicaba desde el convencimiento de que "las gitanas tenemos mucho que decir". Ellas ya lo están haciendo, y las nuevas generaciones tienen un buen espejo en el que mirarse para "acabar con los estereotipos; que sean lo que ellas quieran ser".
(Luján Palacios. La Nueva España) |