01.09.2015 - OPINIÓN Nada es lo que parece Por Enrique Arias Vega | |
Para Klaus, ése era el día más importante de su vida. Más, incluso, que el día en que fue nombrado oficial de las Schutztaffeln, las famosas SS dedicadas a la seguridad interior del Reich. En aquella irrepetible ocasión tuvo, además, el honor más inmerecido de todos: estrechar la mano del propio Führer. Por eso, por todo eso, se hallaba a gusto en su trabajo. La eliminación física de judíos, de gitanos y liberales pervertidos no era más que una tarea profiláctica por el bien de la Idea. Su sufrimiento, incluso, constituía una especie de purificación colectiva a la que él, Klaus, colaboraba de una manera bella y desinteresada. Todo ello había sucedido hasta ese día, hasta el día más importante y más trágico de su vida. Klaus acababa de ser detenido. Para horror de sus compañeros y jefes, se había descubierto que Klaus, aquel niño rubio del orfanato, era de raza judía en un ciento por ciento. Y Klaus, el impecable y perfecto oficial de las SS, acababa de convertirse en el preso número 326.505. Cuando fue incinerado en el crematorio, al preso número 326.505 ni siquiera le quedó el recurso de cagarse en los nazis. Pobre.
(Este cuento fue publicado en el suplemento dominical de El Periódico de Catalunya, Barcelona, el 27 de febrero de 1983, y recopilado luego con otros relatos en el libro Nada es lo que parece.- Enrique Arias Vega.- Ediciones Beta III Milenio.- Bilbao.- 2008.- 221 páginas.- 12 euros) |