02.12.2015 - OPINIÓN

Ya es hora de que se empiece a hacer justicia

Por Diego Luis Fernández Jiménez

Siempre me he preguntado por qué los racistas creen que pueden expulsar de los pueblos a las familias gitanas sin que les ocurra nada. La respuesta es muy simple: porque creen que quienes imparten la justicia son payos como ellos, ergo les debe unir el mismo sentimiento antigitanista.

Y, si somos sinceros, hemos vivido muchas situaciones donde los operadores jurídicos y políticos (alcaldes, concejales, jueces, fiscales, policías, personal del juzgado…) han mirado hacia otro lado mientras muchos gitanos eran agredidos, humillados o expulsados.

Pero, gracias al esfuerzo de todos y sobre todo de organizaciones gitanas y abogados gitanos, los tiempos empiezan a cambiar y se empieza a hacer un poco de justicia, que ya era hora. Por eso los racistas se extrañan de que su cruel comportamiento tenga repercusiones penales, porque hasta hace poco y aún hoy en muchas ocasiones, su delito les salía gratis.

Pero, digámoslo educadamente, los racistas son cobardes acomplejados que se esconden en la multitud para delinquir, porque les falta el valor para actuar individualmente. He vivido muchas situaciones duras, he visto sufrir a muchas familias, he llorado porque he visto llorar de rabia e impotencia a muchos gitanos que no entendían las agresiones de sus vecinos.

Recuerdo especialmente el caso Cortegana, que merecería formar parte de nuestro ADN. Hace unos días, Juan José Aguilera, representante de las familias de Cortegana, después de tantos años me ha llamado por teléfono y me ha dicho algo que quiero compartir con todos: “Lo que hicimos, defendiendo nuestros derechos a vivir en nuestra casa, fue un acto de valor, de orgullo y de gitanidad. El jefe de los racistas de Cortegana, el que convocó la manifestación y luego se puso de rodillas en el juicio pidiéndonos clemencia, hoy es el mejor defensor de los gitanos porque le demostramos que sabíamos defendernos pero que también sabíamos perdonar”.

Cuando colgué el teléfono después de hablar con Juan José sentí que mi garganta se atrancaba de emociones contradictorias. Caminante no hay camino, se hace camino al andar, decía el poeta. Para los gitanos, solo hay una forma de vivir y es de pie y con la cabeza alta, sin permitir que nos humillen.

Somos gitanos, como nuestros padres, como nuestros abuelos. Quien quiera echarnos fuera de nuestras casas, que sepa que puede acabar también fuera de la suya y que haremos todo lo posible para que acabe en la cárcel. Dura lex, sed lex: La ley es dura, pero es la ley.

 

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