11.02.2016 - SEGOVIA Una carrera de fondo para acabar con las chabolas | |
Quien no conozca Segovia y pasee por zonas como el camino de El Tejerín, cerca de la Estación de Ferrocarril o por la Carretera de Madrona, detrás de las instalaciones de la Comisaría de Policía, difícilmente podría averiguar que ambas zonas fueron no hace mucho tiempo asentamientos de chabolas en las que principalmente residían familias gitanas. En ninguna de ellas queda un solo resquicio que pueda aventurar que hasta 2011 fueron zonas pobladas. En la explanada de Madrona, gruesas piedras repartidas por la zona y un cartel municipal que advierte la prohibición de arrojar basuras ocupan el lugar en el que antes se levantaban las chabolas y que hoy es empleado como zona de aparcamiento por su proximidad tanto al centro histórico como al Hospital General. En El Tejerín, el angosto y mal cuidado camino que lleva al antiguo asentamiento gitano termina en una explanada en la que las zarzas y los chopos apenas dejan ver el espacio que antes ocupaban más de 17 familias gitanas. Cuando el Ayuntamiento decidió en 2007 emprender de forma decidida el plan de realojo tuvo que enfrentarse a un problema generado 30 años antes con la creación de núcleos de población que se instalaban de forma provisional en la ciudad y que el paso del tiempo fue arraigando en los distintos asentamientos. El plan supuso, no sólo una inversión importante en recursos asistenciales, sino también en recursos económicos, ya que contó con una inversión total de 2,20 millones de euros financiados mayoritariamente por el Ayuntamiento y con la colaboración del Gobierno regional. Finalmente, las 37 familias de ambos asentamientos, con un total de 145 personas fueron realojadas en las viviendas del patrimonio municipal, siendo los barrios de Nueva Segovia y San José y las viviendas municipales de la calle La Dehesa y Gutiérrez Mellado los que recibieron a sus nuevos vecinos en un proceso que tampoco resultó fácil por el encaje social de las familias gitanas. En este sentido, la mediación y el trabajo de seguimento de asociaciones gitanas y de los servicios sociales municipales ha sido decisivo para conseguir la inserción social de las familias, aplicando políticas de equilibrio que armonicen el bienestar de los vecinos con el respeto a la cultura y los valores de la etnia gitana. De este modo, el acompañamiento en el proceso de traslado y la estrategia de dispersión de las familias para evitar guetos han arrojado frutos positivos en este ámbito, aunque con algunos pequeños fracasos como el intento de ubicar a estas familias en el centro histórico. Las familias realojadas asumen el compromiso de afrontar los gastos derivados de la vivienda como el alquiler -que no supera el 10% de sus ingresos- la luz o el agua. En la actualidad, las familias gitanas se reparten por muchos puntos de la geografía local, y si bien es cierto que los problemas de convivencia siguen siendo un riesgo latente, no es menos cierto que cada vez se ve más atenuado por la concienciación social. El hecho de tener una vivienda ha favorecido sensiblemente esta inserción.
(De el Adelantado) |