24.06.2016 Antonio Gómez Alfaro, un gitano de leche | |
El periodista cordobés fue el historiador de referencia de la comunidad gitana española
Natural de Córdoba, a cuya Real Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes pertenecía desde 1958 como miembro correspondiente, Antonio Gómez Alfaro formó parte del Grupo Alfoz, editor de la revista de igual nombre en Córdoba, entre 1952 y 53, que contribuyó a los movimientos de renovación poética de los años cincuenta, publicando en 1953 Siete canciones escritas en primavera. En ese año se licenció en Derecho por la Universidad de Sevilla. Dedicado profesionalmente al periodismo desde 1956, colaboró en El Español, La Estafeta Literaria, Dígame, Domingo, Arriba, Gaceta Ilustrada, Juventud, La hora, SP, Mundo Hispánico, hasta su ingreso, en 1959, en el grupo de la Empresa Eugenio Suárez, año en que se graduó en la Escuela Oficial de Periodismo de Madrid. En 1965 debutó como jefe de sección del diario vespertino madrileño Pueblo, del que sería sucesivamente redactor jefe (desde 1971) y subdirector (desde 1975), quedando adscrito al cierre del rotativo, en 1984, y hasta su jubilación, a los servicios informativos de la Oficina del Portavoz del Gobierno. Diplomado Superior en Criminología por la Universidad Complutense de Madrid (1971), licenciado en Ciencias de la Comunicación (1985) y doctor en Derecho por esta misma Universidad (1988). Interesado por la historia y la problemática de la comunidad gitana, su formación jurídica motivó, mientras estudiaba en Sevilla, una especial atención investigadora y recopiladora de documentación histórica, bibliográfica y hemerográfica, nacional e internacional hacia los textos legales guardados en los archivos históricos que apoyaron, desde los Reyes Católicos a la muerte de Franco, una política encaminada a diluir coactiva y represivamente la otredad cultural del grupo. Fruto de esa atención por la historia del pueblo gitano y de sus relaciones con la sociedad y los poderes públicos, la formación de los prejuicios en el consciente e inconsciente colectivos, y el papel de los medios de comunicación en la conformación de los comportamientos, fue su memoria de licenciatura para la facultad de Ciencias de la Comunicación sobre Definición académica y uso popular y periodístico de la voz ‘gitano’ y otras voces derivadas y afines, que recibió la máxima calificación del tribunal en mayo de 1985. Para entonces, ya había dedicado 32 años a la elaboración de la tesis doctoral El expediente general de gitanos, que le editaría la Universidad Complutense de Madrid en 1992, y en la que un monumental y exhaustivo aparato documental daba cuenta del apoyo que la propia legislación prestó al acoso y marginación de una comunidad que ya llevaba siglos resistiéndose a perder sus señas de identidad. La investigación reconstruye y rescata del vergonzante olvido en que ha permanecido esta genuina aportación a la historia universal de la infamia y del desprecio: el más penoso de los episodios padecidos por los gitanos de España en aquel holocausto a la española, el momento más dramático que se produjo cuando el poder real y religioso, de consuno, pusieron en marcha, en 1749, bajo el reinado de Fernando VI, una operación policial exterminadora que el Gobierno de Carlos III, dieciséis años después, se vería obligado a reconducir, en la senda del despotismo ilustrado. Perteneciente desde su creación al Grupo de Estudio para una Historia Europea de los Gitanos, articulado a través del Centre de Recherches Tsiganes de la Université René Descartes, Paris-V, Gómez Alfaro publicó, en 1993, en la colección comunitaria Interface, un análisis monográfico de su tesis, bajo el título de La gran redada de gitanos. España: la prisión general de gitanos en 1749(Editorial Presencia Gitana), que cuenta con ediciones en español, francés, inglés, italiano, alemán, checo y rumano. En la misma colección ha colaborado en otros libros sobre la deportación de gitanos a las colonias americanas y el tratamiento que les dio la Iglesia católica (La chiesa spagnola e gli zingari, Roma, 2000). La Junta de Andalucía publicaba, en 2009, su Legislación histórica española dedicada a los gitanos. Ha publicado además innumerables trabajos en revistas y prensa diaria, de los que la Asociación de Enseñantes con Gitanos editó una amplia selección en el libro compendio Escritos sobre gitanos, en 2010. Galardonado por la Asociación Nacional Presencia Gitana con su Premio Hidalgo 1980, tenía recaída en su persona, desde el 27 de septiembre de 1994, la presidencia de su Consejo Asesor. Recibió también el premio Gaz Kaló (2006) de la Federación de Asociaciones Gitanas de Navarra, el premio Andaluz Gitano del mismo año, otorgado por la Junta de Andalucía, el premio Ocho de Abril de investigación (2008), del Instituto de Cultura Gitana, y el Premio Concordia (2009) de la Federación de Asociaciones Gitanas de Cataluña. Los gitanos de Córdoba constituye uno de sus últimos trabajos de investigación inéditos. Su muerte en Benalmádena-Arroyo de la Miel, el pasado 22 de junio, ha interrumpido su postrera investigación, muy avanzada: Felipe II y los gitanos. Decía el enorme poeta Luis Rosales que “la vida es algo que vemos apagarse en nuestro rostro”, para añadir que “quizá no somos únicamente lo que fuimos, sino también lo que debimos ser, lo que quisimos ser”. Nada más cabal y verdadero para Antonio Gómez Alfaro, gitano de leche (le amamantó una gitana cordobesa), de corazón y pasión, que con toda determinación asumió la responsabilidad, corona de su libertad, de dedicar la mayor parte de su tiempo y de su vida a ser lo que fue, debió y quiso ser, en coherencia y dignidad: el más importante historiador español de la comunidad gitana de todos los tiempos. Su pulcritud moral e intelectual, el magisterio de su razón en continuo ejercicio de análisis y develación de la agria peripecia histórica padecida, aquí y en todos los Estados del viejo continente, por los gitanos, europeos natos antes de que Europa fuera Europa, permanecerá y crecerá, nutricia e imperecedera, entre la comunidad gitana y entre cuantos, gaché de todos los colores, le quisimos y admiramos, legatarios de su obra ingente, indispensable, que nos ayuda a ser mejores personas y a merecernos.
Manuel Martín Ramírez (presidente de la Asociación Nacional Presencia Gitana) |