28.09.2017 - ZARAGOZA

“Estoy muy orgulloso de ser gitano y policía nacional”

José Antonio Jiménez Giménez defiende la labor de la Policía, critica los prejuicios y quiere promover la formación entre la comunidad gitana.

 


José Antonio Jiménez Giménez, gitano y Policía Nacional, en su comisaría de Zaragoza / Policía Nacional

A José Antonio Jiménez Giménez no le gusta colgarse medallas ni presumir de sus logros. Él quiere combatir los prejuicios y servir de ejemplo para su comunidad. Aunque se quite importancia, su historia impacta desde la presentación: “Soy gitano purista nacido en la Magdalena, casado con una mujer gitana, con dos hijos. Soy de una familia de gitanos chatarreros. La formación te hace ser más gitano. Yo fui a la Universidad y soy policía. Estoy muy orgulloso de ser gitano y policía nacional, y estar al servicio del ciudadano”, asegura.

José Antonio Jiménez Giménez es el único policía nacional gitano de Aragón. Tiene 32 años, nació y vive en el barrio de la Magdalena. Es policía desde 2008 y recientemente se ha graduado en Trabajo Social por la Universidad de Zaragoza. Es un apasionado de su trabajo. Su pasión por lo social le llevó a estudiar el grado universitario.

Como policía y colaborador de la Delegación de Participación Ciudadana de la Jefatura Superior de Policía de Aragón imparte muchas charlas de formación en centros escolares, a mayores y trabajadores sociales. Además, se acaba de involucrar en la iniciativa ‘Campus Rom’, un proyecto de varios profesionales para visibilizar experiencias educativas de éxito entre la comunidad gitana y fomentar la formación de jóvenes gitanos.

A José Antonio le gusta decir sus dos apellidos e identificarse como gitano. Critica los prejuicios sobre la comunidad gitana y los actos cotidianos de racismo que sufre su comunidad. Él también los ha vivido y visto en su entorno. Cuenta algunos ejemplos: “Fuimos a ver un piso de alquiler. Cuando dije mis dos apellidos me dijeron que ya estaba alquilado. Posteriormente les enseñé mi nómina del Ministerio y entonces la dueña me llamó para rebajarme la cuota. A mi mujer, y a muchas mujeres gitanas, les sigue el vigilante de seguridad en el supermercado por el hecho de ser gitanas. A mi hermano, empresario, no le quisieron cobrar en una tienda por ser gitano y le dijeron que se marchara”.

“Hay una discriminación de baja intensidad a la que el gitano se acostumbra desde pequeño. Tenemos que romper esa inercia, con formación, con sensibilización y con sanciones si hace falta. Necesitamos una Ley integral de igualdad de trato y no discriminación que garantice que el racismo de baja intensidad sea sancionado. Ahora la única herramienta que existe son los artículos 510, 511 y 512 del Código Penal, pero es complicado probar objetivamente un delito de odio. Se debería castigar al menos por vía administrativa aquellos actos discriminatorios que no tengan consideración en la vía penal”, afirma.

“Vivimos en una sociedad llena de prejuicios y estereotipos”, asegura. “Ser gitano no es querer vivir de los servicios sociales y dedicarse a la delincuencia o a la droga. Este tipo de hechos está relacionado con factores desfavorables de determinadas familias gitanas. No podemos extrapolar una mínima realidad que desgraciadamente sufren algunas familias gitanas al resto de la comunidad”, apunta.

José Antonio bromea en sus charlas y desmonta prejuicios. “Cuando me ven con el uniforme, algunos gitanos piensan que me he ‘apayado’. Yo no he perdido mi identidad gitana y vivo de acuerdo a nuestros valores. Nuestra identidad gitana es perfectamente compatible con la formación. El trabajo policial comparte muchos valores con ser gitano: la solidaridad, la hospitalidad, el ofrecimiento, el respeto. La mayor parte de las intervenciones policiales son asistenciales”, cuenta.

 

La importancia de la formación

José Antonio sabe que es una excepción y él mismo recuerda algunos datos significativos. El 64% de la población gitana no termina la ESO, frente al 13% del total. Menos del 1% de los gitanos llegan a la universidad, según la Fundación del Secretariado Gitano.

¿Cómo se pueden cambiar esta situación? José Antonio comparte argumentos con Fernando Macías (gitano, maestro, doctor por la Universidad de Barcelona, compañero en el proyecto Campus Rom). Ambos sostienen que el sistema educativo está fallando, que segrega a los alumnos gitanos en las aulas y que faltan referentes de éxito para estos chavales. Piden cambios en la metodología. Proponen un trabajo de sensibilización tanto con los educadores como con las familias gitanas. “No hay que caer en el victimismo. Los gitanos deben adaptarse a las nuevas realidades sociales y comprender que el éxito está en la formación”, subraya.

José Antonio es uno de los impulsores en Aragón del proyecto ‘Campus Rom’, junto a una maestra, una trabajadora social, un técnico de mediación y un sociólogo. “Queremos trasladar aquí esta iniciativa que está funcionando en Cataluña. El objetivo es visibilizar experiencias educativas de éxito entre la comunidad gitana, y asesorar a los gitanos que quieren estudiar”, explica. Tras impartir unas charlas a educadores de centros sociolaborales en Zaragoza, el Gobierno de la Rioja les ha pedido que participen en una jornada de formación a educadores y trabajadores sociales.

Mientras, concilia el trabajo con los estudios (se está preparando para una oposición de inspector) y la familia. Dice con orgullo sus dos apellidos y cuenta una de sus ilusiones. “Me gustaría que hubiera más gitanos policías”.

 

(Paula Figols; Heraldo)

 

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