¿Periodistas contra el racismo? 2018

Ya van dieciséis. Dieciséis ediciones de esta investigación donde analizamos con gran detalle la información que publican los medios de comunicación españoles a lo largo del año. El objetivo es, una vez más, descubrir si sigue presente el racismo contra el Pueblo Gitano, y si es así, en qué grado y de qué maneras se manifiesta. Así que con este ¿Periodistas contra el racismo? La prensa española ante el pueblo gitano 2018 queremos volver a reivindicar la necesidad de profesionales más rigurosos en el sector del periodismo, para que de una vez por todas se acabe con la estigmatización injusta con la que carga nuestra comunidad desde hace siglos.

Es importante recordar que en la profesión del periodismo, igual que en muchas otras, existe un Código Deontológico que marca las pautas sobre cómo actuar para no caer en la discriminación y la incitación al odio y la violencia. Y no deja lugar a dudas. Establece que el periodista debe “abstenerse de aludir, de modo despectivo o con prejuicios a la raza, color, religión, origen social o sexo de una persona o cualquier enfermedad o discapacidad física o mental que padezca” y añade que “debe también abstenerse de publicar tales datos, salvo que guarden relación directa con la información publicada”. En este estudio demostramos –a través de datos y con su consecuente interpretación– que no todos los profesionales del sector siguen esta directiva.

En la presente edición, después de analizar con nuestro equipo formado por rromà y gadyè –gitanos y no gitanos– 2.385 piezas en 370 medios que hablan sobre los rromà y que recoge nuestra muestra, observamos que un 18,70% de las noticias han obtenido una valoración negativa. Se trata de un ligero aumento respecto al 2017 (18,40%) que parece ir en detrimento de las piezas valoradas como positivas, puesto que en la presente edición estas descienden alrededor de medio punto hasta situarse en un 3,77%, alcanzando un mínimo histórico y siguiendo la tendencia a la baja que se inició en 2016.

Ese resultado, que diseccionamos en profundidad a lo largo de este estudio, prueba que algunos medios de comunicación, tanto escritos como en formato audiovisual, se mantienen anclados en los estereotipos y los prejuicios que promueven un discurso establecido hace muchos años. Una narrativa que describe la otredad del Pueblo Gitano como algo negativo, que hay que perseguir y eliminar, y así dibuja un enemigo al que poder criminalizar de forma generalizada, un enemigo que ayuda también a definir el concepto de ‘nosotros’ en oposición al ‘ellos’. Ese discurso se apoya en una corriente de pensamiento etnocentrista que propaga una identidad homogeneizante, es decir, que anula las diferencias. Se distancia y se autodistingue del “ellos”, creando una dicotomía simplista en la que el “nosotros” es el ejemplo positivo y lo opuesto es el ejemplo negativo. Dicho de otro modo, es una forma de etnocentrismo –cuando una cultura se define como superior al resto-, que han blandido como estandarte los blancos privilegiados, a golpe de dominio y sumisión de otras civilizaciones en el resto de continentes (América, África, Asia), perpetrando genocidios y borrando de la faz de la Tierra ricas culturas, en lo que se conoce como las colonizaciones. Es, en resumen, una táctica ampliamente utilizada por la propaganda de regímenes poderosos, cuya forma ha ido mutando a lo largo del tiempo, pero no tanto su fondo.

Eso se puede observar en las noticias que nuestro equipo valora como negativas, ya que utilizan hasta la saciedad términos peyorativos para los rromà –ofrecemos un glosario en el Capítulo X–, poniendo en marcha la espiral del odio y la discriminación. Reforzando esa otredad. Es algo que hoy en día, gracias a las nuevas tecnologías, se puede medir: con los comentarios en los artículos y también en las redes sociales, algo que analizamos en el Capítulo VIII. Hay que añadir, además, el fenómeno de la viralización –capaz de propagar prejuicios y estereotipos a toda velocidad–, y el de la obsesión por los clics. Es decir que la necesidad de aumentar la visibilidad de los contenidos de un medio hace que se prioricen los contenidos que resultan atractivos –aunque la calidad y ética de estos sea dudosa– para que la gente entre en ellos y los comparta, con la finalidad de aumentar los ingresos, ya sea a través de la publicidad o de los subscriptores. Eso es muy peligroso, por el poder que tienen los medios y las redes sociales a la hora de modelar la opinión pública.

Por suerte, hay luz al final del túnel y es posible revertir esa tendencia. Para ello un requisito necesario es que la presencia del Pueblo Gitano aumente en los medios de comunicación, y que lo haga en dos direcciones: de una forma pasiva y de una forma activa. Para conseguirlo, se deberían cubrir más noticias –con un tratamiento por lo menos neutro– sobre temática romaní, y a la vez debería haber también más periodistas gitanos en dichos medios. Lo que algunos denominan ‘periodismo intercultural’.

Como aseguran estudios de entidades gitanas como Fakali, “el periodismo intercultural tiene un componente ético. Y es la ética la mejor arma para combatir las actitudes xenófobas y racistas”.

Contexto histórico y actualidad

Para entender el presente siempre es bueno ahondar en el pasado, porque ahí se encuentra la llave para abrir las puertas de la complejidad actual. Así que para acercarnos y comprender la situación actual del Pueblo Gitano es preciso mirar por el retrovisor, viajar en el tiempo a fin de huir de estereotipos y poder, también, descubrir cómo se han creado. De esa manera el miedo a lo desconocido, que es lo que engendra el rechazo, se volatiliza y se construyen puentes en vez de levantar muros.

Por eso vamos a retroceder unos cuantos siglos hasta los inicios de esta historia. Un ejercicio que se debería realizar en todos los colegios de España para que los niños puedan aprender la Historia completa, no solo una parte. Porque se trata de una cultura que ha enriquecido enormemente a muchas otras. Sin ir más lejos, del caló –mezcla del español y el rromanò, la lengua gitana– provienen palabras que usamos habitualmente en el lenguaje de la calle, como currar, chaval, pirar o mangar, entre otras.

¿Cómo empezó todo?

Aproximadamente 760.000 gitanos viven en España, según nuestros datos. El origen de este pueblo, sin embargo, se encuentra a unos 7.500 km de aquí, en el noroeste de la India, en la región del Punjab, cerca de la frontera con Pakistán. ¿Qué les hizo marcharse de allí? ¿Por qué realizar ese largo y difícil camino? Aún no se ha determinado con rotundidad, pero hay bastante consenso en que todo comenzó con una huida. La comunidad gitana tuvo que escapar de su hogar por culpa de las violentas invasiones islámicas que sucedían allí con frecuencia en el siglo IX. Tendrán que pasar centenares de años para que, a principios del siglo XIV, esta comunidad se empiece a asentar en las islas del Mediterráneo y en la Grecia continental. Poco a poco el Pueblo Gitano va viajando e instalándose en otras zonas del continente, sin perder su cultura, pero asimilando también algunas características de las sociedades con las que convivían.

Acoso y terror en España

Para descubrir el origen de la palabra ‘gitano’ tenemos que remontarnos a la España del s. XV, en concreto a 1425, cuando Juan y Tomás, ‘Condes de Egipto Menor’, peregrinaban con su séquito hacia Santiago de Compostela. En aquella época, para conseguir llegar a su destino un requisito indispensable era poseer un escrito, un salvoconducto que les entregó el rey Alfonso V de Aragón y que decía lo siguiente: “El Rey Alfonso saluda a todos (…) y demás súbditos a los cuales llegar el conocimiento (…) y les ordena que el amado y devoto Don Juan de Egipto Menor que con real licencia circula por estos reinos y tierras, sea bien tratado y acogido”. Y como los condes procedían de Egipto Menor, lo que actualmente es Turquia, se les empezó a llamar ‘egiptianos’ y de ahí derivó hasta la palabra que se usa hoy en día. De ahí también que, erróneamente, se crea que los rromà proceden de Egipto.

Con el correr de los años, esa estima inicial hacia el Pueblo Gitano se tornó en recelo. A las autoridades civiles y eclesiásticas españolas no les gustaba la vida errante, bohemia y libre de la comunidad romaní, que rompía con la pretendida homogeneidad de Occidente. Así que comenzaron a prohibir su vestimenta, sus oficios, sus costumbres y su lengua, el rromanò. Con el objetivo de legalizar esta persecución se promulgaron varias pragmáticas –leyes– que iban asfixiando a la comunidad gitana cada vez con más intensidad hasta pedir su expulsión. En 1499, los Reyes Católicos emitieron la Pragmática de Medina del Campo, que obligaba a detener y encarcelar a todos los gitanos, tanto si habían cometido algún delito, como si eran inocentes y a expulsarlos: “Se ordena la expulsión del Reino de todos los egipcianos que anduviesen vagando sin aplicación u oficios conocidos”.

Pero la situación todavía podía empeorar. Llega a su máximo exponente el 30 de julio de 1749, el día de la Gran Redada, un día de terror y muerte. El Marqués de la Ensenada ejecuta la orden de Prisión General de Gitanos, autorizada por Fernando VI, y la persecución se desata. Ese horrible día de verano terminó con cerca de 12.000 víctimas, cientos de familias separadas, una infinidad de niños huérfanos y otros tantos asesinados. Una masacre en toda regla.

El hostigamiento continúa durante siglos hasta la Transición Española, cuando se elimina por fin ese tipo de legislación inhumana. Pero antes todavía habrían de soportar mucho más sufrimiento, especialmente durante la Segunda Guerra Mundial, porque el llamado Holocausto no afectó solo a los judíos, también a comunistas, discapacitados, homosexuales y a la comunidad gitana. Las cifras muestran que más de medio millón de rromà fueron exterminados en los campos de concentración nazis. Y para recordar ese genocidio, el Pueblo Gitano le dio un nombre: Samudaripen. Sin embargo, aquello se invisibilizó, como ha sucedido con otras partes de la historia de la comunidad gitana, y no se hizo justicia. La demostración más clara tuvo lugar en los Juicios de Núremberg, cuando el genocidio de los gitanos fue ignorado y los supervivientes romanís no obtuvieron reparación alguna. Eso es hasta tangible: cualquiera que visite hoy en día la ciudad de Berlín, puede observar que el monumento a los judíos masacrados ocupa un terreno mucho más amplio que el monumento a los gitanos –o el de los homosexuales– y es mucho más impactante y conocido.

Tras esa larga historia de persecución, marginación y asesinatos en masa, las consecuencias son devastadoras, condenando a una parte de la población gitana a la pobreza y la exclusión social.

El Pueblo Gitano en el mundo

Son cerca de 14 millones los gitanos que viven en todo el mundo. Aunque el grueso reside en países del continente europeo –cerca de 10 millones–. El resto, en América del Norte y del Sur.

Teniendo en cuenta esas cifras, se puede afirmar que el Pueblo Gitano conforma la minoría más numerosa en Europa. En concreto, Rumanía, Bulgaria, España y Hungría son los países con más residentes rromà.

Para todos ellos, el 8 de abril de 1971 es un día que ha quedado marcado en la historia, en su historia. Porque fue entonces cuando se asentaron unas bases sólidas que hicieron posible la protección de su cultura y su divulgación. Desde diferentes países acudieron 25 romanís a una reunión que se convirtió en el Primer Congreso Mundial Gitano. Se celebró en Londres y se alcanzaron unos acuerdos muy importantes que se mantienen hasta el día de hoy:

  • Se crea la Bandera Gitana y se eligen tres colores: el azul del cielo; el verde de los campos por los que ha caminado el Pueblo Gitano desde hace siglos; y la rueda roja en el centro, que recuerda su historia nómada como pueblo sin fronteras.
  • Se crea el Himno Internacional Gitano, ‘Gelem, Gelem’. Lo compone Jarko Jovanovic inspirado en una canción tradicional gitana del Este y recuerda la trágica historia de decenas de miles de rromà asesinados y recluidos en los campos de concentración nazis.
  • Se le solicita a la ONU que reconozca al Pueblo Gitano como una Minoría Cultural No Gubernamental. Fue el doctor Ján Cibula quien hizo esta petición en persona, ayudado por Juan de Dios Ramírez-Heredia. En 1978, la ONU reconoció al Pueblo Gitano. Su estatuto es igual al del reconocimiento de Palestina, aunque los gitanos no aspiraban a tener un territorio.
  • Determinan exigir una indemnización a Alemania por las víctimas del Samudaripen que no cobrarán los particulares, sino que se invertirá en formación, educación y capacitación para las comunidades gitanas víctimas del exterminio.
  • Se decide estandarizar la lengua gitana: el rromanò, un idioma de origen indo-europeo con unas importantes raíces eslavas, sobre todo en sus grafías. A partir de ese momento comienza un proceso de estudio y divulgación de la lengua gitana y más tarde la Universidad René Descartes de París acoge a un grupo de integrantes gitanos para llevar a cabo la estandarización.

Avances a nivel europeo

Aquel 8 de abril abrió un camino por el que se ha ido avanzando. El siguiente paso importante que se dio en ese sentido tuvo lugar en 1996, cuando un grupo de activistas impulsó la creación del European Roma Rights Centre (ERRC). Se trata de una institución que ha llevado a juicio a muchos Estados por casos de abusos contra la población romaní y que se ha erigido como defensor de los derechos fundamentales de estos ciudadanos. Sin ir más lejos, en 2007 el ERRC ganó un juicio contra la República Checa, por segregar a los niños rromà en las escuelas, diagnosticándolos erróneamente y a propósito como discapacitados mentales cuando no lo eran. Con ese precedente se sentaron las bases de la lucha contra la segregación escolar en toda Europa.

Más recientemente, gracias también al trabajo del ERRC, el Tribunal Europeo de los Derechos Humanos ha condenado a Rumanía por brutalidad policial racista y, por primera vez, ha dictaminado que los rromà se enfrentan a un racismo institucionalizado por parte de las fuerzas policiales de ese país.

Quien lidera el ERRC desde 2016 es Ethel Brooks, una gitana norteamericana profesora e investigadora a nivel mundial sobre diversos temas sociales y culturales. Brooks representa un referente mundial, tanto como mujer, como profesional, y se ha erigido como estandarte de la lucha por los derechos humanos.

Igual que Soraya Post, otra mujer gitana que está impulsando muchos cambios en el corazón de la UE, especialmente en lo que se refiere al antigitanismo. Porque esta activista sueca se convirtió en 2014 en la primera europarlamentaria miembro de un partido antirracista y feminista –el Feministiskt Initiativ (F!) de Suecia–, y tan solo un año después, con su esfuerzo hizo posible que en el Parlamento Europeo se reconociera oficialmente la existencia del antigitanismo, se adoptara su definición y se admitiera también el Holocausto de la comunidad gitana.

Fue ella también quien puso en marcha la Semana de los Rromà en Europa, que tiene lugar en Bruselas anualmente, coincidiendo con el 8 de abril, el Día Internacional del Pueblo Gitano, y durante la cual se organizan una serie de eventos, actividades y charlas sobre la comunidad romaní, patrocinados por gran parte de las instituciones de la UE, como el Parlamento Europeo, la Comisión Europea, el Consejo de Europa, entre otras.

Pero la política, como la vida misma, no es un camino de rosas, y aunque Post haya conseguido muchos y grandes logros en poco tiempo, la europarlamentaria también confiesa que falta mucho por hacer. Como denuncia, “los datos recientes sobre el acceso de la comunidad romaní a educación, empleo, salud, vivienda, justicia y políticas equitativas, su situación como víctimas del discurso del odio, de crímenes de odio…Todo revela que los gobiernos de los Estados miembros no se han tomado seriamente sus responsabilidades acerca de los derechos humanos”.

Más allá de esas afirmaciones, durante el 2018 líderes políticos europeos, como Matteo Salvini, Ministro del Interior y Vicepresidente italiano, mostraron la otra cara de la moneda, la de la Europa más racista y xenófoba, que por desgracia no representa solo una excepción.

Salvini protagonizó una gran polémica cuando propuso llevar a cabo un censo de los gitanos en su país, para poder expulsarlos. Escribiendo frases en sus redes sociales como: “Los que son de aquí, por desgracia, hay que quedárselos”. Ese ejemplo pone de manifiesto un pensamiento que, con el auge de la extrema derecha, lamentablemente vuelve a estar cada vez más presente en los parlamentos de los países europeos y, lo que es peor, más normalizado.

De hecho, existen datos que lo demuestran. Recientemente, la European Union Agengy For Fundamental Rights (FRA) publicó un estudio titulado Una preocupación persistente: el antigitanismo como barrera para la inclusión de los rromà, que analiza como el racismo contra el Pueblo Gitano fomenta su exclusión. Eso tiene repercusiones terribles, tanto en la educación, como en el acceso a la sanidad, la vivienda, el trabajo y en los niveles de pobreza.

Según los datos de esa investigación, los países que más discriminan a esta minoría –mayoritaria en Europa– son la República Checa, Eslovaquia y Bulgaria; y los que menos España y Portugal. Pero si miramos los resultados por sectores concretos, en lo que respecta al acceso a la sanidad, el país que pone más barreras racistas es Grecia, y por lo que se refiere al acceso a la vivienda, Portugal se pone en primera posición y España aumenta un 10% respecto a los datos del 2011. En educación, en cambio, Bulgaria es el país con más escuelas gueto, seguida de Eslovaquia, aunque la media de la UE es preocupante: un 15%.

Queda claro, pues, que los Estados Miembros de la UE deberían desarrollar más medidas concretas para eliminar esa discriminación y asegurar que la comunidad romaní puede protegerse –sobre todo a nivel legal– y sabe cómo hacerlo.

La España de hoy en día

Lo que sabemos a ciencia cierta, porque está ampliamente estudiado, es que es en la escuela donde empieza la discriminación, donde se forja la idea del ‘otro’, del que es diferente y al que hay que discriminar y excluir. Por eso es tan importante trabajar, por un lado, la inclusión desde esos inicios, y por otro el reconocimiento de la diversidad cultural y el valor que eso aporta. No por deferencia, ni por paternalismo, sino porque forma parte de nuestra sociedad y la enriquece.

Para ello, uno de los caminos es luchar contra las llamadas ‘escuelas gueto’. Pero eso no es suficiente, hay que combinarlo con algo básico: dar a conocer en los libros de texto escolares la historia del Pueblo Gitano, añadirla al currículum escolar. Eso se aprobó por unanimidad en el Congreso a finales de septiembre de 2017, pero todavía hace falta que se lleve a la práctica en todas las comunidades. Porque según datos del 2017, “a lo largo de las casi 40.000 páginas analizadas en un total de 221 libros de texto”, solo un 0,08% hacía referencia explícita al pueblo y a la cultura gitana.
Fomentar ese desconocimiento va en detrimento no solo de los rromà, también del resto del alumnado, porque se les niega la oportunidad de obtener una imagen real de la sociedad en toda su diversidad y complejidad.

De aquellos polvos estos lodos. O dicho de otro modo, teniendo eso en cuenta, se entiende mejor de donde viene la discriminación en la edad adulta que recogen múltiples estudios. Sin ir más lejos, la Guía de Estrategias de Intervención en Materia de Salud Con la Mujer Gitana, elaborada por FAKALI y Amuradi. En ella se tratan las desigualdades en el acceso a la sanidad que sufren las mujeres gitanas. Según afirman, “las mujeres gitanas de entornos desfavorecidos tienen una salud más deficitaria que los varones gitanos y que el conjunto de la población femenina”. Y completan esa idea añadiendo uno de los motivos: “Viene siendo habitual que planificadores y gestores en el campo de la salud no suelen tener en cuenta la diversidad interna de la comunidad gitana. En este sentido, se observa un escaso conocimiento sobre las características y cultura de esta minoría entre los profesionales sanitarios, lo que da lugar, en numerosas ocasiones, a la aparición de prejuicios y estereotipos preconcebidos”.

Así que sería bueno que todo periodista que tuviera que tratar temas relacionados con la comunidad romaní, tuviera en cuenta este contexto. Eso ayudaría a conseguir una visión de la realidad más completa y menos sesgada, para no enfocarlo desde esos prejuicios y estereotipos que forman parte de la carcasa social, y poder ser libre del racismo y de la discriminación que nos impregnan.