Sobreviviremos

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Enfermeras y doctores de un hospital madrileño / EFE
Diego Fernández Jiménez

Sobreviviremos y sobre todo y muy importante sobreviviremos con aprendizaje. Los que nos hemos confinado ya no somos los mismos porque hemos aprendido que muchas cosas que creíamos fuertes son débiles y muchas cosas que creíamos insignificantes son fuertes e indestructibles. Creíamos que estábamos protegidos en occidente de las epidemias del tercer mundo porque la civilización es el antídoto de las enfermedades colectivas que abandonamos en la historia como quien abandona el frío. Creíamos que la riqueza es la vacuna contra las enfermedades de los pobres. Pero es un error, o mejor, una mentira que nos han hecho creer para que sigamos dándole hilo a la cometa. No estamos a salvo, aunque hayamos hecho rascacielos, vistamos de Prada, o volemos más rápido que el viento.

Al final queridos amigos, la fuerza no la da la civilización sino la prudencia y el miedo a lo desconocido es el mismo que sufrieron nuestros ancestros cuando inventaron sortilegios, mantras, amuletos u oraciones para espantar lo malo y que la prepotencia de la modernidad consideró meras supersticiones.

Por otro lado, la unidad por encima de ideologías políticas o de religiones no sólo no es insignificante, sino que es el camino para responder a la guerra, aunque sea bacteriológica. La postmodernidad por encima de todo había generado una crisis de unidad que elevaba a la cúspide valores como el individualismo radicalizado que obvia que para poder sobrevivir el ser humano necesita acordar con otros seres humanos. Así ha sido toda la historia de la humanidad, pero lo habíamos olvidado. La pandemia nos ha devuelto a la humildad y a reconocer que todas las torres de Babel se caen al suelo cuando no escuchamos la naturaleza, cuando ridiculizamos a los demás para engrandecernos nosotros y cuando no atendemos las señales del rayo antes de la tormenta. Ya no somos los mismos, pero tengo la esperanza de que seamos todos. O casi todos.