Dios haya perdonado a Diana Quer

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Diana Quer

No se adelanten mal interpretando el título de este comentario. Seguro que Dios no tenía nada que perdonar a la pobre joven asesinada vilmente en A Pobra do Caramiñal por un degenerado del que su propia madre ha dicho que se trataba de un monstruo. “Que Dios le haya perdonado” es una formula que utilizan los gitanos catalanes cuando se refieren a la memoria de sus familiares, amigos o conocidos ya muertos. Recuerdo al “Tío Peret”, Pedro Jiménez Pubill, gitano sabio del que he aprendido cuanto sé de la correcta interpretación de la Ley Gitana, que cuando me contaba cosas de sus padres difuntos, decía: “Que Deu l’i hagi perdonat”. Y siempre me lo decía en catalán, aunque la conversación entre los dos fuera en castellano. “Que Deu l’i hagi perdonat”, es decir, “que Dios le haya perdonado” equivale al significado, ―éste sí ampliamente presente en el lenguaje popular español―, de “que en Gloria esté”.

Pues que Dios haya perdonado a Diana Quer, como tendrá que perdonar al alcalde de La Puebla de Arganzón, a la Guardia Civil y a los vecinos del pueblo que dijeron hace unos días que unas personas “de etnia gitana” habían ocupado dos viviendas en este pequeño municipio de la provincia de Burgos que linda con la provincia de Álava.

Pero mire usted por donde resulta que los ocupas no eran de “etnia gitana”. La gran organización antirracista que es SOS Racismo de Álava ha denunciado que los ocupas son personas de origen vasco. La organización ha desmentido al alcalde de La Puebla de Arganzón, a fuentes de la Guardia Civil y a los vecinos de la zona, manifestando con toda claridad que “Ni eran las familias de etnia gitana, ni eran 30 okupas, ni eran activistas ocupacionales. Eran una pareja vasca, con embarazo añadido, y un sin techo vasco. No hubo nada más”. SOS Racismo ha manifestado que “una de las viviendas estaba ocupada por una pareja excluida en su grado máximo de exclusión, y la segunda por otra persona de mediana edad enferma y sin techo

«Me estoy acojonando, un gitano me está llamando»

Ocurrió, como todo el mundo sabe, en agosto de 2016. La joven inocente, de tan solo 18 años, regresaba a su casa tras haberse divertido en las fiestas estivales del pueblo donde cada verano acudía con sus padres. Posiblemente ya cansada pues eran casi las tres de la madrugada, emprendió sola el camino de vuelta a su casa cuando se sintió amenazada porque alguien la estaba siguiendo. En ese momento envió un mensaje de Whatsapp a un amigo suyo diciéndole: «Me estoy acojonando, un gitano me está llamando. Morena, ven aquí». En cuanto la Guardia Civil supo de este mensaje empezó a investigar a todos los feriantes que habían instalado sus casetas y atracciones de feria en el pueblo. No encontró nada a pesar de que, me imagino, los gitanos feriantes deberían ser los destinatarios más directos e inmediatos de la investigación.

Pero el daño ya estaba hecho. Los medios de comunicación, tanto los serios como los que no lo son, destacaron el mensaje de Diana: “me estoy acojonando”. ¿Por qué? Porque un gitano le está diciendo “Morena, ven aquí”. Tal vez el mensaje de Diana hubiera tenido el mismo efecto en el destinatario del mensaje si hubiera dicho: “me estoy acojonando porque un tío me está diciendo, morena vez aquí”. Y ese mensaje no habría merecido titulares en los medios. Porque que “un tío” le diga a una joven hermosa, a las tres de la mañana, a la salida de una feria, “morena, ven aquí” se inscribe en lo que podríamos llamar “normal” a esas horas en los casanovas conquistadores de todos los tiempos.

Pero esta vez no era así. El morbo tenía un componente racista al que tan dados son algunos de los informadores españoles. Los gitanos estábamos por medio porque la pobre chica desaparecida había escrito que un gitano le estaba diciendo “morena, ven aquí”. ¿Por qué dijo “un gitano”? ¿Acaso porque muchos miembros de nuestra comunidad se ganan la vida trabajando en las atracciones de feria o en los chiringuitos que se montan con ese motivo en estas celebraciones? Nunca lo podremos saber, desgraciadamente. Desde luego, si algún gitano quiso piropearla diciéndole “morena ven aquí” ese no pudo ser el asesino, porque el asesino confeso es “más gadchó (payo) que un olivo” como se dice en mi tierra andaluza. La imagen que tenemos de Enrique Abuín, ―que como fácilmente se puede saber todos los gitanos gallegos se llaman Abuín (?)―, refleja la negrura sórdida, sucia y fea de su alma. El rostro de Abuín, alias el Chicle, es feo con la avaricia de la fealdad que suele añadir la conciencia de quienes son malvados sin solución.

Sin embargo, cosa curiosa, Diana tiene un apellido genuinamente gitano

Fue la primera cosa que me llamó la atención cuando en agosto de 2016 leí la triste noticia de la desaparición de Diana Quer. Nunca había conocido antes a nadie que se llamara de apellido Quer, que en rromanó quiere decir casa. El rromanó es una lengua rica hablada en todo el mundo por más de diez millones de personas. En algunos países del planeta es la lengua madre de los ciudadanos gitanos que viven allí. En otros, los gitanos conocen el idioma y lo hablan indistintamente con la lengua oficial del país donde han nacido. Y en otros lugares, como es el caso de España, los jóvenes gitanos están haciendo un gran esfuerzo para recuperar su viejo y tradicional idioma del que conservan vestigios lingüísticos heredados de sus padres y abuelos. Pues bien, todos los gitanos y gitanas del mundo, incluidos los 750.000 gitanos españoles, a la casa la llamamos “quer”. Así lo aprendí en mi casa desde mi primera infancia.

La prisión perpetua revisable

En el año 2012 me manifesté públicamente apoyando la petición del padre de la inocente niña Mari Luz, muerta a manos de un miserable pederasta, para que en nuestro Código Penal se recogiera adecuadamente el endurecimiento de la pena que pueda corresponderle a quienes abusan, torturan o asesinan a las niñas.

Entonces decía que flotaba en el ambiente una especia de logofobia que empujaba a una parte de nuestros políticos a temer pronunciar las palabras “cadena perpetua” o “reclusión perpetua”. Con gran simpleza, hay personas que descalifican a quienes sostienen su validez en el seno del ordenamiento jurídico de un Estado democrático, como si sus defensores fueran “fachas” enemigos de la vigencia superior que en una sociedad moderna y civilizada debe tener el Estado de Derecho. Hoy, hablar de “reclusión perpetua” no es “políticamente correcto”. ¿Qué ocurre, pues? Sencillamente que estamos utilizando mal el lenguaje. Por lo visto, para nosotros “cadena perpetua” quiere decir una cosa y para ellos otra. ¡Con cuánta razón Juan Ramón Jiménez, que era de Huelva como la niña Mari Luz, decía “Inteligencia, ¡dame el nombre exacto de las cosas”!

Volveré a ocuparme del tema como lo hice entonces porque veo que la clase política se enfrenta entre si alejándose de la realidad de las cosas. Durante mucho tiempo Savigny sostuvo que la ley era la fuente originaria de todo derecho, hasta que, en palabras del profesor Manuel Aragón, llegó a “destronar a la ley de ese lugar primordial y a poner en su lugar la convicción jurídica común de la sociedad”, o, en palabras que harían fortuna, “el espíritu del pueblo”. La tesis central ahora defendida por Savigny y a la que me apunto, la resume con claridad el profesor Francisco Contreras: “No es cierto que el Derecho nazca “de las leyes, es decir, de disposiciones expresas del poder estatal supremo”, sino que, en realidad, “la sede propia del Derecho es la conciencia común del pueblo […], es decir, todo Derecho es originado primeramente por la costumbre y las creencias del pueblo […] y, por tanto, […] en virtud de fuerzas internas, que actúan calladamente, y no en virtud del arbitrio de un legislador”

Juan de Dios Ramírez-Heredia
Abogado y periodista
Presidente de Unión Romaní