Detrás de los estereotipos que existen sobre las comunidades gitanas se encuentran fotografías que les retratan como individuos errantes, fascinantes y peligrosos, como muestra la exposición «Mundos gitanos. La fábrica de imágenes», presentada en el Museo Nacional de la Historia de la Inmigración de París.
Álbumes de fotos, postales, instantáneas en blanco y negro o portadas de revistas de entre 1860 y 1980 presentan la evolución de la visión sobre estas comunidades denominadas de múltiples formas, como gitanos, romaníes o «pueblos itinerantes».
Desde finales del siglo XIX, los fotógrafos se han encargado de reproducir los prejuicios que definen a los gitanos como un pueblo extranjero y peligroso, invitándoles a posar con violines y guitarras o inmortalizándoles junto a sus tiendas de campaña y sus caravanas de madera.
«La idea es mostrar cómo las fotografías han construido los estereotipos y las imágenes que tenemos sobre estas comunidades», dijo a la prensa uno de los comisarios de la exposición, Mathieu Pernot.
Así, la colección está repleta de imágenes pintorescas de gitanos acompañados de osos y monos domesticados o mujeres con joyas y vestidos largos posando frente a paisajes como la Alhambra de Granada.
Para los comisarios de la exposición, estas imágenes quedan ancladas en el imaginario colectivo y legitiman la exclusión y las políticas de control que sufrieron estas comunidades en países como Francia, donde a finales del siglo XIX se les clasificó en «vendedores ambulantes», «feriantes» y «nómadas».
La exposición recoge también numerosas fotografías de los archivos policiales e imágenes de algunos de los campos de internamiento franceses por los que pasaron unos 6.500 «nómadas» entre 1940 y 1946.
Aunque la discriminación continuó tras la guerra, a partir de 1950 algunos fotógrafos comprometidos documentaron las transformaciones del mundo de estas «comunidades itinerantes», que cambiaron las carretas de madera por modernas caravanas y renovaron sus oficios.
La muestra, que se podrá visitar hasta agosto, reivindica que «los actores de esta historia no son solamente víctimas o sujetos pasivos» sino que siempre han participado en la economía y la cultura de múltiples formas, como ilustra una de las salas, llena de escenas de familias gitanas de México, Suecia, Rumanía, España, Turquía o Siria.