Un ministro de la República Italiana que ignora una disposición del Tribunal Europeo de Derechos Humanos y un “cobarde” que dispara a una niña gitana con una escopeta son dos ejemplos dramáticos de los numerosos hechos graves de las últimas semanas que instigan al odio racial hacia los gitanos, y es preocupante el desinterés y la ausencia de iniciativas políticas e institucionales concretas por parte de los partidos e instituciones de la oposición.
Un ministro de la república italiana que afirma que “a los gitanos italianos, desafortunadamente, hay que mantenerlos en Italia porque no podemos expulsarlos”, tiene que ser enviado de inmediato a casa porque no es digno de representar a Italia. Además, a este ministro también se le paga con los impuestos de los ciudadanos italianos rromà y sinti.
En un momento tan dramático debemos tener la clara conciencia de que, si hemos llegado a la producción de tanto desastre y odio hacia la minoría romaní, la responsabilidad también es en parte nuestra, es decir, de quienes con diversas capacidades se ocupan de las comunidades romaníes.
Porque durante más de medio siglo el modelo de desarrollo de iniciativas y reclamos, basado en derechos/políticas diferenciados y asistencialismo cultural, no ha producido los beneficios esperados. Durante demasiado tiempo, los activistas y las asociaciones “repetimos como loros” las soluciones y la información que se confunde y se solapa y que, de hecho, no ha permitido que el público interiorice conocimientos básicos sobre la minoría romaní.
Porque la queja, los comunicados de prensa, las peticiones, las entrevistas, las pasarelas televisivas, etc. son útiles, pero no del todo suficientes (con demasiada frecuencia perjudiciales) sin una visión política estratégica con soluciones significativas que no estén separadas y alejadas de la sociedad.
Porque no hemos profesionalizado el debate sobre políticas y acciones hacia las comunidades romaníes, y esto no nos ha permitido tomar decisiones bien fundamentadas y efectivas y, por lo tanto, estar libres del condicionamiento de la búsqueda del consenso político; por otro lado, la ausencia de una cultura de evaluación de las iniciativas llevadas a cabo y de los reclamos, no tienen cabida en el cómo, el cuándo y el por qué.
Poner los pies en la realidad
Imaginar que puede ser una cuestión de unidad de las comunidades romaníes es un problema falso e instrumental, mantenido durante mucho tiempo por la ausencia de un diagnóstico serio.
Es necesario iniciar procesos, más que prestaciones, con una visión política estratégica compuesta de contenidos, iniciativas y demandas, con significado en la dimensión intercultural, no distante y alejada de la sociedad. Y esto presupone la profesionalización indispensable del debate sobre políticas y sobre iniciativas dirigidas a la minoría romaní.