La necesidad de reformar el régimen electoral

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El Congreso de los Diputados / AGUSTÍN CATALÁN
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La democracia no es un sistema que se construye de una vez para siempre, inatacable, inalterable, irreformable. Quien se empeñe en ello, y lamentablemente son muchos los que bunkerizan el sistema político, está ayudando más a la destrucción del sistema que al mantenimiento del mismo. Quienes de un modo u otro vivimos la dictadura franquista sabíamos que una manera de luchar contra la demonización de los partidos políticos que se había practicado durante medio siglo, era protegerlos y financiarlos creando estructuras sólidas. Estas estructuras con el paso de los años se han hecho de granito y controlan las iniciativas individuales siendo los parlamentarios solo voceros de la línea oficial bajo la amenaza de » el que se mueva no sale en la foto».

Con el paso de los años es obvio que los partidos se han pasado de frenada y en muchas ocasiones los Diputados o Senadores solo son meros funcionarios de partido que se limitan a sonreír a quienes mandan en el partido y no a convencer cada mañana a los electores.  En un sistema tan rígido como el diseñado por los constituyentes los parlamentarios se deben más a las estructuras que al ciudadano, por lo cual interlocutar habitualmente con el votante no es la mayor de las preocupaciones para los apparatchiks (palabra rusa que podría ser traducida como servidores del aparato). 

Hay que reformar el régimen electoral adaptándolo al siglo XXI, desconstitucionalizar la provincia como circunscripción electoral  complementándola con un número de Diputados elegidos por circunscripción nacional, reformular el Senado en estado vegetativo desde hace varias legislaturas convirtiéndola en una cámara de representación territorial y cultural, incorporar al sistema los derechos humanos de la tercera generación, avanzar en el federalismo cooperativo que ayude a corregir errores obvios que se han puesto de manifiesto a lo largo de los años,  prestigiar al parlamentario en el sistema de elección que no dependa tanto de los comités electorales de los partidos, en fin, democracia siglo XXI.

Gritemos, igual nos escuchan.