Marcos Santiago Cortés: “Pese al esfuerzo, los abogados del Turno de Oficio solo encuentran incomprensión, igual que nos ocurre a los gitanos”

2669

El abogado cordobés Marcos Santiago Cortés publica su última novela La nueva Jerusalén, (Almuzara, 2019). Una obra ambientada en la Córdoba de principios del siglo XXI, que relata todo lo que esconde la delincuencia del tráfico de drogas entre los más jóvenes.

Se trata de una ficción inspirada en la realidad, que se apoya en la experiencia profesional de este letrado especializado en delitos contra la seguridad colectiva. Su trayectoria literaria, incluye títulos como: Amor de Olivo (2013); Rivera de Primo (2015) y Gitanófilo (2018).

Colaborador de la Fundación Secretariado Gitano, aboga por una sociedad más informada en la que se consiga suprimir la imagen estereotipada que existe todavía de la etnia gitana. “Para la sociedad, en general, todos los gitanos tenemos algo de delincuentes. No nos conocen”, señala tajante el autor.

¿Cómo surgió la idea de escribir su última novela? ¿Los casos jurídicos le sirve de fuente de inspiración?

La idea surgió en el AVE cuando abrí el ordenador y vi el escrito de acusación de la Fiscalía contra un chico que en el fondo era buena persona, pero que no tuvo a nadie que le diera un buen consejo. La delincuencia de tráfico de drogas a pequeña escala, en el nivel popular o familiar, no tenía reproche ético alguno en aquel entorno marginal, y así, era imposible la recuperación social.  El desarrollo de la abogacía penalista es mi inspiración porque te muestra en primera persona que, en la comisión de un delito, todos sufren; también el delincuente y también el abogado. Yo he sufrido mucho llevando casos penales, viendo tantas situaciones trágicas en barrio excluidos. Esta novela era una necesidad para redimirme, en el sentido de que espero que su lectura contribuya a la reinserción de muchos jóvenes.

En su obra, ¿Córdoba es La nueva Jerusalén?

La Nueva Jerusalén es la esperanza y la fe divina de la protagonista para que surja una ciudad donde no existan mujeres maltratadas.

En Amor de olivo realizaba una dura crítica al machismo existente en el siglo XX. ¿Hemos avanzado en esa materia?

Sí, pero estamos en la batalla más dura. A partir de 1989, con la Ley integral contra la Violencia de Género, se empezó a combatir el machismo, no solo con la educación. Se entendió que para parar y hacer retroceder un afianzado modo social machista, la educación no era un arma suficientemente poderosa. Y, entonces, se acudió al derecho penal para que cualquier conducta vejatoria contra la mujer, traspasara los principios de intervención mínima del Derecho Penal y diera licencia a toda la maquinaria del penalismo para acudir prestos al auxilio de la buena educación. Así que estamos en plena batalla porque el hombre maltratador, no está acostumbrado a que la mujer le haga frente como está haciendo. Podríamos decir sin frivolidad que las mujeres asesinadas son mártires para conseguir la igualdad real entre mujeres y hombres. Desgraciadamente estas muertes contribuirán en la victoria final de la justicia.

¿Ante qué desafíos se expone la igualdad de género en el pueblo gitano?

Tengo que decir que sobre este tema existe todavía una fuerte desinformación. El machismo no tiene color, ni raza, ni etnia. Solo hay dos partes: hombres maltratadores y mujeres maltratadas. Los gitanos tenemos ventaja porque la desigualdad laboral, en nuestro caso, nunca existió. Las mujeres gitanas, en líneas generales, siempre trabajaron saliendo a la calle a vender. Lo que ocurre es que la mayoría de los “payos” no tienen memoria histórica gitana porque nunca se interesaron; pero yo sí la tengo y le puedo decir que las mujeres gitanas siempre manejaron la economía y eso da mucha independencia. No obstante, no quiero dar una imagen benévola o suavizada, hay mucho trabajo porque con la extinción de nuestros antiguos oficios, las mujeres ya no trabajan y el fracaso escolar, especialmente el paso de primaria a secundaria, está obligando a la mujer a volver a las tareas del hogar y eso redunda en la desigualdad.

Con Gitanófilo realiza un profundo homenaje al colectivo gitano, analizando sus principales señas de identidad. ¿Considera que la sociedad actual sigue teniendo una imagen estereotipada de esta etnia?

Totalmente. Para la sociedad, en general, todos los gitanos tenemos algo de delincuentes. No nos conocen. En cambio, si saben de alguno que tiene cultura media y trabajo normal, lo consideran una excepción que confirma la regla, y eso no es así. Es más, en la presentación de mis libros, salió a la palestra demasiado mi condición gitana; por eso publiqué Gitanófilo, para entender que ese sí era el momento de hablar de gitanos y no en los demás casos. Yo sé que muchos lo hacían por agradarme, pero otros, por puro morbo e incluso espectáculo, como si el acto fuese un circo. Ahora bien, conmigo no hacía falta “gitanizar” nada, pues considero que eso debe ser algo más natural y mucho menos insistente. La evidencia no precisa ser demostrada y, cuando se intenta, lo único que se consigue es complicar la convicción, además de perder el tiempo para otras cosas. Es como, salvando las distancias, si a Cristo le preguntáramos si se considera cristiano.

Por su experiencia, ¿la realidad puede llegar a superar a la ficción? ¿Cómo contribuye su formación de abogado a las historias que escribe?

La ficción no sorprende nunca porque de una película te esperas todas las mentiras del mundo, como que un burro salga volando. Lo que sorprende es el desconcierto real. La realidad gana a la ficción por goleada. En esta obra todo es ficticio, pero a la vez verdadero, porque no hay fantasía, ni milagros, ni metafísica. Como es una ficción inspirada en la realidad, podríamos decir que es una realidad paralela. Y, evidentemente, sin mi formación de abogado y sin el ejercicio real de la profesión, esta obra no se hubiera podido realizar.

En Rivera de Primo relata la historia de un pueblo imaginario situado en el pantano de Iznájar en 1940, describiendo el “hambre gratuita que ha pasado el pueblo andaluz”. ¿Por qué la define así?

En esta novela el protagonista tiene que adquirir la imagen de un “señorito religioso” para no ser cuestionado en sus decisiones en pro de la gente pobre. El pueblo pasaba hambre gratuita porque durante demasiados siglos se resignó a no levantarse contra el sistema latifundista que favorecía una sociedad clasista. Andalucía, hasta hace poco, ha sido como un país latioamericano. Se podrá decir que el clima favorecía esta economía. Pero eso es un argumento para ignorantes.

Por su experiencia en el Turno de Oficio, ¿cómo valora este servicio? ¿Qué imagen considera que tiene la sociedad del mismo?

El Turno de Oficio está muy desvalorado y sobre todo mal pagado. Pero, no es menos cierto que, al estar tan poco valorado, hace más dignos a los abogados y abogadas. No entiendo la mala imagen de la abogacía de Oficio, pese al esfuerzo, los abogados del Turno de Oficio solo encuentran incomprensión, igual que nos ocurre a los gitanos.

¿Cómo se compagina la pluma y la toga? ¿En qué ámbito se encuentra más cómodo?

Se compaginan haciendo novelas de tintes jurídicos como La Nueva Jerusalén, donde he intentado que la obra sea una especie de tesis de derecho penal callejero. Como dije en la presentación: un abogado provinciano como yo, poco puede aportar a lo ya dicho por grandes juristas penalistas; pero, quizá, pocos hayan escrito de términos penales que las calles conocen, y que nadie menciona en libros de texto. Como por ejemplo “comerse el marrón”. No me siento cómodo en ninguno, porque no los domino del todo, pero estoy ilusionado por seguir aprendiendo en ambos por igual.

¿Tiene nuevos proyectos literarios en el tintero?

Sí, acabo de empezar otro, ya tengo el primer capítulo. No tiene nada que ver con los anteriores. Mis mayores siempre me enseñaron que no hablara de un proyecto antes de terminarlo, que trae mala suerte y final la cosa se tuerce.