Para los más pobres que viven al día, el confinamiento es una doble condena. En Sevilla las autoridades llegan a pedir el despliegue del Ejército para controlar a la población que podría descontrolar la pandemia, pero para muchos de ellos quedarse en casa no es una opción.
Un testimonio que alarma de la situación es el de Séfora Vargas, abogada que representa a muchos de los vecinos de etnia gitana de la barriada, «a situación es dramática, es que si no reaccionan rápido las autoridades, los niños no comen, se mueren de hambre».
Y si esta crisis no fuera suficiente compleja, la polémica por los agravios comparativos y acusaciones de racismo enturbia la gestión y aumenta el distanciamiento del barrio con el resto de la sociedad.
Tras la aparición en redes de vídeos en los que fieles evangelistas se congregaban para cantar saltándose el confinamiento, el máximo responsable de la zona, Jaime Bretón, declaraba que era necesaria la intervención del Ejército a través de la UME (Unidad Militar de Emergencias en la barriada), para mantener el control. «Lo ideal sería que los militares de la UME estuvieran desplegados en los puntos más conflictivos, pero por lo pronto eso no sucederá ya que los coordinan desde Madrid. Tienen otros objetivos que por cierto podrían acometer otros actores, como fumigar las estaciones».
Bretón es una figura excepcional que integra a las autoridades municipales, andaluzas y nacionales, sus declaraciones sobre la intervención del Ejército han tenido una enorme repercusión y le han valido graves acusaciones. En conversación con Sputnik, el comisionado aclara que «hay que tener en cuenta que estamos ante una cuestión de primera magnitud, hay que asegurar que todo el mundo se queda en sus casas y se toma esto en serio, pero nos topamos con una minoría —muy numerosa— alborotadora que no está acostumbrada al orden y a la convivencia». Su visión choca frontalmente con la de la abogada y activista Séfora Vargas, que en redes pedía la dimisión inmediata del comisionado.
«El Comisionado tiene una visión déspota. No hay peor virus que el racismo. Cuando hablan del barrio destroza su imagen por unas pocas personas, él habla de clanes gitanos, de droga, de evangelistas que actúan por su cuenta, pero no habla de las 60.000 personas que lo componen y son en su mayoría trabajadores que no tienen nada que llevarse a la boca». Séfora denuncia el racismo y los prejuicios que este tema ha despertado contra los pobres y la etnia gitana, que integran gran parte de la barriada. Como activista, abogada y gitana, defiende los intereses de los vendedores ambulantes desde hace años, «es fácil tomar medidas contra los más débiles, con el coronavirus lo vemos, se cerraron antes los mercados ambulantes que son al aire libre que los grandes centros comerciales».
Por lo pronto, para las miles de personas que viven en el sur de España de la venta ambulante, no hay muchas más opciones que acogerse al plan de cese de actividad por causa mayor contemplado en el Real Decreto, en ese caso, las ayudas aún tardarán semanas en llegar. Ellos, son el caso menos dramático, otros hogares como los de Javier el chatarrero, están obligados por ahora a escoger entre confinamiento o hambre.