En el ventanal de la asociación Techari hay colgadas tres banderas que apenas permiten ver desde la calle lo que hay en el interior: la portuguesa, la de las Naciones Unidas y la gitana. «Yo fui de los primeros en traer nuestra bandera a Portugal», dice con orgullo José Fernandes, el presidente de la asociación y destacado miembro de la comunidad gitana en el municipio de Loures, a las afueras de Lisboa. En esta misma localidad de clase trabajadora, el actual líder del partido ultraderechista Chega, André Ventura, fue concejal entre 2017 y 2018. El arma electoral que usó entonces fue la misma que ahora: el discurso beligerante contra la comunidad gitana, a la que acusa de vivir a costa del resto de portugueses.
En el interior del local el mobiliario es austero. Cerca de la entrada hay un par de mesas de bar y algunas sillas de aluminio y, al fondo, un gran escritorio que sirve como despacho. Es aquí donde Fernandes trata de combatir, desde hace poco más de un año, la discriminación histórica que sufre su comunidad y que, ahora, corre el peligro de expandirse. «Ventura nos acusa de vivir de los subsidios y de no querer trabajar, pero lo cierto es que no nos dan la oportunidad. Es muy difícil para un gitano obtener un empleo», lamenta Fernandes, quien asegura que el estigma obliga a muchas personas a ocultar su origen para acceder a trabajos cualificados. (Lucas Font)
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