(…) Lo cierto es que el nazismo persiguió a muchos colectivos vulnerables. Si bien la mayoría de los condenados a muerte en las cámaras de gas de los campos de concentración nazis durante la II Guerra Mundial fueron judíos europeos, también sufrieron penalidades, persecuciones y asesinatos los gitanos, (…)
Si el holocausto judío ocupa un espacio casi absoluto en el historial de crímenes nazis, es porque las fundaciones y organizaciones judías supieron tejer una red, una gran industria que se concretó en el cine, el teatro, la televisión, la literatura, el arte, actividades todas ellas que proyectaron a la sociedad mundial su gran tragedia sufrida. Como ya sabemos, el pueblo gitano no pudo acercarse ni de lejos a semejante despliegue de medios.
El pedagogo francés Dominique Natanson ha trabajado sobre la represión nazi a la población gitana. Según sus estudios, muchos gitanos fueron condenados a trabajos forzados en el campo III C, denominado el «campo gitano». Los demás fueron exterminados a su llegada al campo o poco después. Los gitanos, explotados como mano de obra barata, debían trabajar en una fábrica de ladrillos, en un aserradero, y cavaban canales de irrigación. Terminaban por morir igualmente, vencidos por el hambre y el agotamiento. Los gitanos vivían en tiendas o a cielo abierto, hambrientos y descalzos, bajo el sol y la lluvia. El alimento que recibían era aún peor que el de los otros prisioneros y los oustachis (los nazis croatas) encontraban un placer especial en golpearles y azotarles. A la caída de la noche, sacaban a algunos del campo para matarlos.
Juntos acabaron en las cámaras de gas
Natanson escribe: «Algunos prisioneros no gitanos intentaron esconder a los gitanos de los oustachis. Entre ellos había un violinista llamado Jovanovic. Pero el comandante del campo, Filipovic, le descubrió y le mató. El botiquín del campo no atendía a los gitanos. El capellán de los oustachis, apodado padre Satán, ordenó que todos los gitanos enfermos fueran ejecutados. Algunos de los gitanos llegados a Jasenovac eran músicos. Los oustachis crearon numerosos grupos de músicos gitanos. En junio de 1942 ellos y otros prisioneros fueron obligados a tocar en concierto. Fueron ejecutados nada más terminar».
Recientemente, María Sierra, catedrática de Historia Contemporánea en la Universidad de Sevilla, ha publicado Holocausto gitano (Arzalia Ediciones), obra que muestra escalofriantes detalles, testimonios directos e imágenes inéditas.
En su estudio, María Sierra nos desvela que los nazis exterminaron a 500.000 gitanos, aproximadamente el 75% de la población romaní que existía en Europa en aquella época. A pesar de la magnitud de la matanza, la tragedia ha sido invisibilizada y tiene escasa presencia en nuestros libros de historia y mucho menos en la conciencia colectiva. Sin embargo, la documentación es abundante y rigurosa. Es como si hubiera un acuerdo de facto para no desvelar el genocidio de un pueblo que sigue siendo despreciado y no es cosa de elevarlo al estatuto de víctima con iguales derechos que los judíos y a ser indemnizado.
(…) Los gitanos fueron discriminados racialmente como lo fueron los judíos. Criminalizados, las familias fueron separadas, los adultos y los niños esterilizados, sus bienes expropiados, se los usó como cobayas médicas. Los gitanos fusilados y gaseados eran romaníes, egipcianos, bohemios.
(…) Sin embargo, más allá de la estigmatización se encuentra la verdad. La comunidad gitana vio cómo sus cuentas corrientes eran confiscadas, su patrimonio y obras de arte robadas, así como inmuebles, todo ello el resultado de sus actividades económicas, ya que, aunque oficialmente se les identifica con el nomadismo, lo cierto es que una buena parte era y es sedentaria, viviendo establemente en casas y pisos. (…)
Los gitanos en los campos de concentración sufrieron torturas de enorme sadismo, tras las cuales los soldados llevaban a los muertos atados en palos como ciervos en cacerías… «El doctor Mengele les daba caramelos a los mismos niños que luego utilizaba en sus experimentos». Occidente no ha querido mirarse en el espejo gitano por miedo a tener que cambiar de opinión. El antigitanismo sigue vigente. Me temo que es una injusta aversión a perpetuidad.
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