Caminos del ‘trá trá’

Sin esos gurús se ha construido toda una industria que ha sobrepasado Francia, Japón, Alemania o los mismísimos Estados Unidos gracias a gente como Fernanda, Bernarda, Paquera, Paco o José

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Rosalía y Poveda, en el último episodio de 'Los caminos del flamenco', 'caminos del 'Trá Trá'./ La Voz del Sur
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El autor, en un magnífico artículo que pueden leer completo pulsando en el enlace que va al final de estos párrafos, aborda un tema que debería ser, en su mundo, de candente actualidad.

Sigo sin entender la razón de tratar en el mismo espacio la realidad y la ficción y menos aún que la segunda sea tenida en cuenta como el paso cool que toda música debe dar para sobrevivir, pues “con la controversia y la mezcla se llega a las capas más jóvenes que están muy alejadas del flamenco”, dictamen con el que sentencian los eruditos de la música sin caer en que estamos hablando de una cultura que pertenece al pueblo y que éste lo ha llevado a convertirse en Patrimonio Inmaterial de la Humanidad sin que las capas intelectuales hayan tenido que meter sus zarpas para hacerlo lo más comercial posible.

De hecho, sin esos gurús se ha construido toda una industria que ha sobrepasado Francia, Japón, Alemania o los mismísimos Estados Unidos gracias a gente como Fernanda, Bernarda, Paquera, Paco o José, ¿por qué entonces hay que doblegarse a las teorías ‘hipsterianas’ donde hay que revisarse y reapropiarse de todo, incluido lo que ha hecho con sus manos el propio pueblo? Por supuesto que todo evoluciona. No son las mismas soleás las que se cantan hoy que las de hace 40 años, ni son las mismas voces, ni las situaciones actuales son las de ayer. Por tanto, la evolución dentro del Flamenco existe sin necesidad de crear otra música que por narices tiene que llamarse del mismo modo y ocupar los espacios que les corresponden a sus gentes. Espacios que, además se les están dando con nuestros recursos y también por parte de gente que ha mamado el cante grande de verdad, pero que necesita trepar para no caer en el olvido. 

Y luego, como en todo, el peso de la tradición flamenca, la que sigue llenando teatros y escuelas de baile y de cante por medio mundo, sigue recayendo en el pueblo. Más concretamente en los barrios y en las peñas que, en muchas ocasiones se caen a pedazos. Alerta spoiler: No saldrá en este tipo de espacios las situaciones en las que se encuentran, así como tampoco las condiciones laborales de sus artistas que, con pandemia o sin ella siguen en muchos casos como falsos autónomos. Si un día sucede (Dios no quiera) una desgracia, ahí sí saldrá en televisión para que el morbo campe a sus anchas y tengamos dos o tres días de tertulias. Mientras eso sucede y no, seguiremos con los caminos del trá trá. Somos más flamenquitos que nadie, pero lo de flamencos ya nos viene grande, por eso no cabe en televisión.

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