Tomás Díaz Ayuso se ha pronunciado por primera vez tras el escándalo de las comisiones que cobró por la venta de mascarillas a la Comunidad de Madrid en los peores momentos de la pandemia del coronavirus. El hermano de la presidenta regional ha asegurado que está siendo víctima de una «cacería política«.
«Los Ayuso siempre somos unos gitanos. Tenemos siempre que estar jodiéndola y vendiendo guarrerías. Nunca lo hacemos bien«, se ha quejado en una entrevista concedida a El País, refiriéndose a las informaciones que apuntan a que habría comprado para la región material sanitario defectuoso a una fábrica de cables eléctricos que falsificó certificados sanitarios.
Hasta aquí lo que han dicho algunos medios de comunicación. Pero a nosotros, los gitanos y las gitanas, esta frase que obviamente repudiamos por falsa, calumniosa y racista, nos suscita algún interrogante:
No dudamos de que el señor Díaz Ayuso trata de defender su honestidad profesional y para ello utiliza los recursos dialecticos que más le convienen. Cuando dice: “Nosotros, los Ayuso, somos unos gitanos”, lo hace para señalar que ellos, los Ayuso, son gente honrada —cosa que nosotros, los gitanos y las gitanas no cuestionamos— por lo que él, el hermano de la señora presidenta, da por sentado que nosotros, los gitanos y las gitanas, “siempre tenemos que estar jodiéndola y vendiendo guarrerías. Nunca lo hacemos bien«.
Pero fíjense: la descripción que el hermano de la presidenta madrileña hace del comportamiento de su familia es un arma de doble filo. Pobre defensa la suya si reconoce que, como que son gitanos, “siempre tenemos que estar jodiéndola”. ¡¡Uf, señora presidenta!! Según su hermano, usted es gitana y tiene la enorme responsabilidad, junto con todo el poder del mundo para lograr que los madrileños vivan mejor y con más libertad. Por eso, seguro que algunos gitanos la han votado cuando usted logró su conocido éxito electoral. Pero resulta que su hermano, el bocazas, la pone al descubierto porque usted, como es gitana, “siempre tiene que estar jodiéndola”. O sea, que todas sus iniciativas impulsadas desde el Gobierno de Madrid, acabarán —perdonen la grosería que no es mía— “jodiendo a los madrileños”.
Vendiendo guarrerías
¡Válgame Dios, don Tomás! Usted que dice que es gitano, como su hermana la señora presidenta, y como lo son toda la estirpe de los Ayuso, y resulta que, como nosotros, ustedes se han ganado la vida honradamente, eso sí, en los mercadillos “vendiendo guarrerías”. Es decir, las magníficas prendas de vestir que compramos a los mayoristas de las grandes marcas a precios de saldo cuando está a punto de terminar la temporada. Esto permite que muchos españoles y españolas podamos vestir dignamente cuando los salarios, por más que los estiren, no llegan a final de mes. Sin embargo, lo que no hemos vendido nunca son mascarillas expedidas con certificados falsos por las que usted cobró una pasta.
Don Tomás ¿no tendrá usted una cierta obsesión sexual?
Fíjese en que ha utilizado para describir nuestro comportamiento —el nuestro y el suyo, porque usted también es gitano— dos palabras que encierran un gran contenido de comportamiento sexual. Las “guarrerías”, según las definen los diccionarios dialectales son “actos de tipo sexual, aunque con ese sentido, antiguamente era mucho más frecuente decir «cochinás».
El otro es el gerundio del verbo “joder”, es decir, jodiendo. Parece hasta mentira que usted utilice este término. Lo que me hace dudar de la intencionalidad con que usted ha confesado que “los Ayuso somos siempre unos gitanos”. Mire usted, los gitanos y las gitanas somos muy cuidadosos a la hora de referirnos a cualquier cosa relacionada con el sexo. A mí siempre me sorprendió oír decir a los gitanos mayores que yo, cuando querían referir a algo relacionado, aunque fuera muy de lejos, con el sexo, la expresión “con perdón”.
Sería de agradecer que aprovechara usted la ocasión en cualquiera de sus intervenciones, en decir, si de verdad así lo siente, algo así como “Los Ayuso somos como los gitanos. Buena gente a los que algunos quieren “joder” (con perdón) acusándoles de todo lo malo que sucede en el mundo. Y si no, fíjense en mi hermana, que siempre ha hecho bandera electoral de la libertad, cosa que ha copiado de los gitanos”. Lo demás son habladurías.
Y si la cosa no funciona, don Tomás, porque aquel día se le calentó la boca, diga usted lo que me respondió en Estrasburgo un diputado, buen amigo mío, griego de nacimiento y nacionalizado alemán, Jannis Sakellariou, cuando al cruzarme con él en uno de los pasillos del palacio le pregunté:
– ¿Qué tal, Jannis? ¿Cómo estás? A lo que él me respondió en perfecto español:
– Jodido, pero contento.