Miles de mujeres gitanas, operadas contra su voluntad para impedir que tengan hijos

En el día de la mujer

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Gitanas de Eslovaquia esterilizadas. (WordPress)
Juan de Dios Ramírez-Heredia Montoya

Lo hicieron los nazis durante la segunda Guerra Mundial. Hombres y mujeres separados en los campos de exterminio para evitar que nacieran más niños gitanos. Pero antes, mucho antes, en 1749, el Marqués de la Ensenada decretó el “O Baró Estardipen” encarcelando a miles de antepasados nuestros, hombres, en las minas de Almadén, o en la Carraca de San Fernando, Cartagena y La Graña (El Ferrol). Las mujeres, junto con sus hijos pequeños, fueron trasladadas a cárceles concretas y a casas de caridad de Málaga, Sevilla, Denia y Ciudad Rodrigo sin olvidar a la Casa de la Misericordia de Zaragoza, que llegaría a albergar a casi un millar de gitanas.

En todas las épocas los gitanos hemos sufrido las más crueles persecuciones que, al final, siempre buscaban nuestro exterminio poniendo en práctica los más crueles procedimientos que empezaron en España con las reatas de hombres encadenados, condenados a remar en las galeras reales hasta su muerte, o con la Santa Inquisición que llevó a tantas mujeres a la hoguera por echar la buena ventura.

Pero esos procedimientos forman parte de la antigüedad. Ahora, los inquisidores de siempre, los gobernantes racistas mal nacidos, los detentadores del poder nazi que existen en nuestras democracias, utilizan métodos más sofisticados, menos aparatosos, pero no menos contundentes. Basta para hacer infecundo y estéril a un ser vivo con córtale las vías por donde pasan los gametos, es decir los óvulos y los espermatozoides. Lo cual es irreversible. A quien le practican esa operación quirúrgica queda sin posibilidad de tener hijos el resto de su vida.

Esta ya es una vieja historia

Vieja, si es que podemos llamar así lo que está siendo objeto de nuestra reivindicación desde hace algo más de 25 años. Recuerdo que en mis encuentros en Estrasburgo con gitanos europeos cuyos países aún no formaban parte de la Unión Europea siempre me manifestaban su dolor por la atrocidad que para ellos representaba haber frustrado sus vidas haciendo imposible tener más hijos.

Es verdad que el genocidio del pueblo gitano tiene su cara más conocida bajo la sombra de la «Solución final«, que era el plan de los nazis para exterminar al pueblo judío. Pero esa política exterminadora no nació por arte de magia en 1942. Durante los diez años anteriores a esa fecha Hitler propició unas políticas nazis que debían culminar con la desaparición de más de seis millones de judíos y medio millón de gitanos en los campos de exterminio establecidos principalmente en Polonia.

Extirpar antes de que salga el grano

La decisión criminal de esterilizar a las gitanas para impedir que nazcan más niños obedece a la locura genocida de unos desalmados adoradores de una raza aria formada por personas de ojos azules, piel clara, pelo rubio, altura destacada y fuerza física ostensible. Para lo cual había que hacer desaparecer todos los obstáculos que pudieran dificultar la existencia de esos seres privilegiados. Una sociedad tan “perfecta” no podía incluir en su seno a seres improductivos. Y empezaron por asesinar entre enero de 1940 y agosto de 1941 a un tercio de los enfermos mentales alemanes. Esto representó para los nazis el banco de pruebas –técnico y político– del genocidio de los judíos y de los gitanos, entre otros.

Quien sabe si Josep Mengele, ―el maldito asesino apodado el “Ángel de la muerte”, médico militar que en los campos de concentración decidía quien debía morir en las cámaras de gas y quienes se los quedaba él para practicar con ellos los más crueles experimentos―, se habría opuesto a la esterilización de las mujeres gitanas porque esto le dejaría sin niños con los que experimentar sus locuras racistas. Mengele quiso convertirse en creador de una nueva raza de niños gemelos. Practicó con los niños experimentos congelándolos o inyectándole los productos provocadores de la malaria o los efectos del gas mostaza. ¡Dios lo tenga ardiendo en lo más profundo del Infierno durante toda la eternidad!

Pero hoy el exterminio no es tan escandaloso. No llevan a los niños reciennacidos a las cámaras de gas. Suecia, por ejemplo, admite que durante los últimos 100 años marginó y esterilizó al pueblo gitano. Efectivamente, Suecia esterilizó, persiguió, arrebató niños y prohibió la entrada en el país a los gitanos… Ana Carbajosa y Miguel Mora han escrito que “estos anuncios no los ha hecho una ONG militante Es el relato del Gobierno conservador sueco, que, en un gesto inédito en Europa, tanto por su honestidad intelectual como por la amplitud del respeto a la verdad, se ha decidido a mirar atrás y a rebuscar en sus archivos más oscuros”.

Las mujeres gitanas lloran por sus hijos no nacidos y los hombres gitanos levantamos la mirada al cielo protestando porque nos han quitado lo mejor, posiblemente lo más valioso, que son nuestros hijos.

Algunos gobiernos han consentido el exterminio del pueblo gitano haciendo que nuestras gitanas no puedan quedarse embarazadas. Pero ese momento ya no se puede consentir. Las mujeres gitanas han perdido el miedo y, sobre todo, ahora tienen una información con la que antes no contaban. El Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha condenado hace unos años a Eslovaquia a indemnizar con 43.000 euros a una mujer gitana a la que se esterilizó en un hospital público sin que diese su consentimiento.

Impresiona leer los testimonios de centenares, tal vez miles, de mujeres gitanas, jóvenes que se lamentan por su actual situación. Y culpan a los gobiernos, pero sobre todo señalan a los médicos, verdaderos responsables del daño irreparable que estaban causando. Gorolova es una gitana checa que ahora está bien informada. Por eso ahora dice que “Podría haberme negado y no me habría ocurrido nada, a pesar de ser gitana. Las gitanas nunca hemos sabido a lo que teníamos derecho. Desconocíamos adónde ir, a quién podríamos contárselo. Sólo temíamos la reacción de los doctores”.

Hoy, en el Día de la Mujer, clamamos porque un rayo de esperanza ilumine la vida de la mujer gitana, tabernáculo sagrado de nuestra cultura.