Era una tarde normal en casa de los Hernández-Jiménez en la calle Patio de Tudela. Ricardo Hernández Jiménez, de 46 años y coordinador de la Federación de Asociaciones Gitanas de Navarra Gaz Kaló, estaba hablando por teléfono en una habitación. Empezó a escuchar una conversación entre su hermana Gloria y su madre Mª Carmen Jiménez Jiménez, de 74 años, pero nada indicaba que pasara algo grave. A pesar de todo, se asomó al cuarto de estar y se encontró con algo que no podía esperar.
Su madre, que estaba merendando un sandwich, se había atragantado. “Vi que mi madre se estaba levantando y a mi hermana diciendo que se estaba atragantando. Al principio pensé que iba a reaccionar, pero, al acercarme, le pregunté qué le pasaba, pero no podía hablar, no reaccionaba y me di cuenta de que no podía respirar. Y ya fue como una cuenta atrás”, explicaba ayer Ricardo a las puertas de su casa.
Pero este tudelano supo mantener la calma. “No sé de dónde me salió la serenidad, pero se paró el tiempo y me vino a la cabeza la maniobra de Heimlich. Mi madre se desvanecía, pensé que se quedaba, estaba angustiada… Yo le decía que se tranquilizara, que la íbamos a sacar. Le cogí por detrás y empecé a hacerle la maniobra”, añadía.
El momento más crítico
Pero no reaccionaba y llegó un momento crítico. “Después de hacer la maniobra varias veces, vi que la cara la cambiaba de color, que se estaba amoratando. Creía que se me iba”, relataba.
Al mismo tiempo, su hermana llamó al 112 e iban coordinando todo según las instrucciones que recibían. Poco después llegó la Policía Local y algo más tarde una ambulancia. Los sanitarios le hicieron un chequeo, pero también fueron al hospital para una revisión más a fondo. “Me dijeron que en la placa se veían unas pequeñas motas en el pulmón, pero que se podía ir a casa porque era normal y estaba bien”, relataba ya aliviado Ricardo Hernández.
Pero la actuación de este tudelano no fue casual. Y es que cuando era joven hizo un curso básico de primeros auxilios que organizó la asociación La Romaní y Cruz Roja y, posteriormente, otro de socorrismo de piscinas. “Es lo que me ayudó. Me vinieron a la cabeza esas sesiones formativas”, reconocía.
Y también quiso lanzar un mensaje claro. “Tener conocimiento de primeros auxilios es básico para toda la ciudadanía. Tiene que ser una asignatura en los colegios desde niños porque, para mí, tener esos conocimientos ha servido para salvar a mi madre. Es la diferencia entre vivir y morir y nosotros, al menos, podemos celebrarlo”, concluía Hernández.