El mal se llama coronavirus, cólera o «peste racista»

Carta abierta a los Diputados de Bulgaria en el Parlamento Europeo

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Celebrando un pícnic con música y baile en el río Tundja que pasa junto a Sliven. Los gitanos búlgaros lo hacen para celebrar San Jorge. / Alicia Ortego

Estimados compañeros y compañeras: Permitidme que me dirija a ustedes con este tratamiento. Al fin y al cabo, yo he sido también Diputado al Parlamento Europeo durante dos legislaturas y media, es decir, durante doce años.

El motivo de esta carta es el de unirme a la que os han escrito un grupo de ciudadanos, compatriotas vuestros, disconformes con las iniciativas de todo orden, abiertamente racistas, que propugna el también diputado europeo Angel Dzhambazki, que se ha distinguido siempre por ser un fiel seguidor de los métodos nazis para acabar con las minorías a las que el desprecia. Su odio hacia los gitanos es tan evidente que no tiene reparo alguno en propugnar que se establezcan en Bulgaria las mismas medidas que en la Europa dominada por los nazis llevaron al exterminio a más de medio millón de hermanos míos.

Si me lo permitís os transcribiré algunos datos que seguramente sabréis mejor que yo:

  • Casi el 10% de la población búlgara son gitanos. Entre 750.000 y 800.000 personas.
  • Más del 80% de los gitanos de Bulgaria está en riesgo de pobreza, y más del 50% viven en viviendas ilegales.
  • El paro alcanza el 60% y el 40% restante son trabajos esporádicos.
  • Más del 92% de los “discursos de odio” registrados en los juzgados búlgaros son contra los gitanos.

Si me lo permitís, los gitanos de vuestro país son como nosotros, los gitanos españoles, italianos, franceses o de cualquier parte del mundo. Tenemos el mismo origen, mantenemos unas costumbres y tradiciones muy similares, hablamos la misma lengua y amamos al país donde hemos nacido porque ahí es donde está nuestra casa, la de nuestros antepasados y donde estará la de nuestros hijos. Sin embargo, hay un aspecto universal de nuestra cultura que nos pertenece a todos: la música. Sepan ustedes que cuando Dios creó el mundo y repartió sus dones entre todos los seres humanos se reservó en el fondo de su canasto un regalo especial para sus hijos más humildes, los gitanos, y a ellos les dio el don de la música. Y si no que se lo pregunten a Liszt, Brahms, Schubert, Falla, Granados, Turina, Ravel, Debussy, Dvorak. Fue precisamente Franz Liszt, el gran compositor romántico, austro-húngaro, quien nos describió con gran acierto en su obra “De los gitanos y de su música en Hungría” diciendo que “los gitanos viven su música como expresión profunda de su existencia, como medio de comunicación de valores éticos y culturales, pero también como forma de distensión psicológica, de liberación de represiones de la sociedad sorda e inhóspita.” Para añadir en otro momento que los gitanos usan la música “para expresar lo que quieren sin dejarse influenciar por nada que sea extraño a sus deseos. Han inventado su música, y la han inventado por sí mismos, para hablarse, para cantar entre ellos, para mantenerse unidos y han inventado los más conmovedores monólogos.”

Y vosotros, colegas diputados europeos lo sabéis muy bien. Alicia Ortego Luque es una genial turista viajera que disfruta con su cámara fotográfica y describe luego lo que retrata. Hace tres meses ha estado en Bulgaria y ha convivido unos días con los gitanos de la ciudad de Sliven, una de las más grandes ciudades de Bulgaria famosa por su Haiduque búlgaro quién peleó contra los turcos otomanos en el siglo XIX. Ella dice que el barrio de Nadezhda podría denominarse como “la Nueva Orleans de Bulgaria” porque allí viven unas 300 familias de Musicandi, el oficio al que se han dedicado desde siempre los gitanos del lugar. Generación tras generación. Unos son violinistas, otros acordeonistas, otros percusionistas… “La música se respira en cada esquina”, dice la ilustre bloguera.

Angel Dzhambazki, enemigo declarado de los gitanos búlgaros

Hace unos días, vuestro compañero Dzhambazki, hizo un escrito al personal que controla la propagación del “Coronavirus” pidiendo a las autoridades búlgaras que «cerraran» las áreas habitadas por los gitanos como medida contra la propagación del coronavirus, lo que implica que solo los barrios romaníes en las ciudades son potenciales «focos de infección». Como resultado, algunos alcaldes búlgaros han respondido a esta apelación imponiendo restricciones de base étnica en el movimiento de romaníes que no se aplican a los residentes no gitanos. ¿No les recuerda la petición de este paisano vuestro, al deseo de que se instale en vuestro país un cercado donde encerrar a los gitanos como antes se hizo con los judíos en el Gueto de Varsovia? Sin dudarlo este sería un precedente extremadamente peligroso.

Como bien sabéis, estimados colegas, Angel Dzhambazki, que ejerce su segundo mandato como diputado europeo, se hizo muy popular en su primer ejercicio por sus actividades racistas que fueron bien conocidas y ampliamente publicitadas por los principales medios de comunicación búlgaros. Pero, como dice el Evangelio que “los hijos de las tinieblas son más sagaces que los hijos de la luz”, el diputado Dzhambazki aprovecha la pandemia del coronavirus y la psicosis masiva causada por ella, como una oportunidad para justificar la implementación del programa anti gitano mal concebido por su partido político de extrema derecha, el VMRO-BND.

Creíamos que estas cosas ya no eran posibles en la Europa del siglo XXI

Nos alarmamos profundamente cuando hace dos años en su país se propuso un plan denominado “Estrategia para la Integración Social” cuya finalidad era conseguir todo lo contrario de lo que su enunciado proclama. Así, para limitar el nacimiento de niños gitanos el vice primer ministro Krasimir Karakachanoy ofreció a las mujeres gitanas poder abortar gratuitamente y a las madres que tuvieran un tercer hijo se les reduciría drásticamente las ayudas sociales.

Curiosamente, señores Diputados, hay cosas en la vida que se parecen enormemente. Miren ustedes, en mi país, España, en el año 1783 reinaba un gran Rey, Carlos III. Hasta entonces, desde 1499 se habían dictado 250 leyes contra los gitanos españoles. Y fue este Rey el que indultó a los gitanos sobrevivientes de la Gran Redada de 1749 y para facilitarnos la “integración”, en su Real Pragmática del 19 de septiembre de 1783 ordenó que desapareciera del idioma español la palabra “gitano” que la consideraba injuriosa y que a partir de ese momento se nos llamara “castellanos nuevos”. Obviamente la pragmática fue escandalosamente ignorada por todos, los verdaderos castellanos y los gitanos.

Pues en Bulgaria, vuestra hermosa tierra, gracias a que nuestras mujeres gitanas son muy fértiles, pronto seremos el segundo grupo poblacional. Así lo ha dicho el Centro de Políticas Demográficas de Sofía, adelantando que para 2050 los búlgaros pasarían a ser el tercer grupo racial en importancia. ¿Y qué se le ha ocurrido a quien diseñó el programa de Integración Social? Pues lo mismo que hizo nuestro Rey Carlos III 250 años antes y que no sirvió para nada: decretar que en Bulgaria desapareciera el nombre de “gitanos” o “romaníes” y pasaran a denominarse “europeos no nativos”.

Los ciudadanos búlgaros que os piden un gesto de repulsa hacia todo lo que representa el llamado «Concepto contra la gitanización”, no deben ser ignorados. Ellos dicen que ahora, cuando las personas están asustadas y aisladas en sus hogares debido al brote de coronavirus en Bulgaria, el partido VMRO-BND está tratando de explotar el estado de emergencia que padece el país. El eurodiputado Dzhambazki siembra la desunión y el enfrentamiento en un momento de extraordinario peligro para la población europea. Los propios gitanos residentes en barrios donde son mayoría se lamentan de que tras haber sido los primeros que ofrecieron su ayuda a las autoridades ahora se preguntan “¿Por qué nos tratan así, si estamos ayudando a las autoridades estatales?»

Yo me uno a los ciudadanos que os han votado para afirmar con ellos que ahora no es el momento de permanecer en silencio, ahora es el momento de hablar abiertamente sobre las enfermedades de la sociedad y buscar su tratamiento. La historia enseña que el virus del odio puede ser tan peligroso y mortal como cualquier otro virus. No lo subestiméis. Hoy puede dirigirse contra los gitanos, mañana contra los musulmanes o los judíos, y pasado mañana contra la oposición política y los periodistas. Nadie está protegido, nadie es intocable, todos somos seres humanos, todos tenemos familias, hijos, padres, seres queridos que queremos salvar del mal, tanto si se llama coronavirus, cólera o «peste racista».

Y permitidme que os desee los bienes supremos e insustituibles que todos los gitanos o romaníes del mundo valoramos por encima de todo: “Sastipen thaj Mestipen” (Salud y libertad)