Dios nos libre del ministro del Interior italiano

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Matteo Salvini, ministro del Interior del Gobierno italiano
Juan de Dios Ramírez-Heredia Montoya

Se veía venir. Más tarde o más temprano sabíamos que sucedería. Conocemos muy bien cómo se las gasta la Liga Norte de Italia. Sus componentes son radicalmente racistas y su ideología es calcada a la del partido nazi de Adolf Hitler que tanto dolor y desesperación trajo a millones de personas que acabaron siendo exterminadas en los campos de exterminio o en las cámaras de gas.

Y decimos que lo sabíamos porque ya hemos sufrido en nuestras propias carnes los zarpazos genocidas del gobierno italiano cuando en época no demasiado lejana, bajo el gobierno de Berlusconi, la Liga Norte, separatista y rabiosamente nacionalista, se hizo con el ministerio del interior del gobierno de coalición que gobernó Italia en el año 2013. La lista de agresiones de estos miserables racistas sería interminable. Por no ir demasiado lejos, hace cinco años, el vicepresidente del Senado italiano, y miembro de la ultraderechista Liga Norte, Roberto Calderoli, comparó a la ministra Cecile Kyenge, por ser negra, con un mono. “Cuando veo las imágenes de Kyenge no puedo dejar de pensar, aunque no digo que lo sea, en las facciones de un orangután”.

Hace diez años denuncié que la situación estaba llegando a unos límites insospechados en Italia. El que entonces era alcalde de Treviso, una ciudad de más de 100.000 habitantes, capital de la provincia del mismo nombre y perteneciente a la región del Véneto, al norte de Italia, llamado Giancarlo Gentilini, dijo en un mitin, ante miles de personas, que “hay que eliminar – ¿quiere decir asesinar? – a los niños gitanos”. Este miserable presumía de haber destruido dos campamentos de gitanos y se jactaba pregonando que en su ciudad “¡¡Ya no quedan gitanos!!” Él mismo se autoproclamó el sheriff de Italia, y como tal se hizo famoso pregonando que contra los gitanos hay que practicar la “tolerancia doble cero”.

Hoy asistimos al bochornoso espectáculo que nos ha ofrecido el actual ministro del interior del gobierno italiano Matteo Salvini que no hace más que seguir las huellas de quien ocupó la misma cartera en el último gobierno de coalición de la Liga Norte con el partido de Berlusconi: Roberto Maroni (2008-2011). Este político racista, que ha sido presidente de la rica región lombarda hasta marzo de este mismo año, en que le sucedió otro miembro de la Liga Norte, Attilio Fontana, se propuso tomar las huellas dactilares de los niños gitanos, tal como se hizo en la Alemania nazi en los años de la preguerra mundial. No lo permitimos y yo mismo participé en Bruselas, junto a un nutrido grupo de gitanos italianos, en una manifestación ante el Comisario de Justicia de la Comisión Europea para denunciar esa horrible disposición.

Matteo Salvini es un racista peligroso

Y lo es porque nunca tuvo el más mínimo reparo en ocultarlo y ni siquiera disimularlo. Lamentablemente no he tenido la oportunidad de enfrentarme personalmente con él como lo he hecho en tantas ocasiones contra los diputados racistas del Parlamento Europeo porque cuando Salvini fue elegido miembro de la Cámara de Estrasburgo yo ya había dejado de serlo. No obstante, acabo de ver un video grabado en 2009, siendo este sujeto diputado en Estrasburgo, donde él aparece cantando a coro con un grupo de nazis de su misma calaña. Se le ve con un vaso de cerveza en la mano mientras canta: “Siento que huele mal, tanto que hasta los perros salen corriendo. Es porque están llegando los napolitanos que no conocen el jabón porque nunca se han lavado”. Imagínense: si dice eso de sus paisanos italianos, ¿qué dirá de los que no lo son?

Pues dice, y así lo pidió al presidente de la República aquel mismo año, que se reservaran dos vagones del metro en los que no pudieran entrar ciudadanos que no pertenecieran a la Unión Europea. Idea envenenada que al año siguiente defendieron Erminio Boso y Sergio Divina, dos representantes provinciales de Trento, también de la Liga, dando como motivo oficial de la petición que “los extranjeros huelen mal”. No olvidemos que estos nazis pertenecen al mismo partido de Umberto Bossi, aquel que amenazó con sacar las armas a la calle. “Los fusiles siempre están preparados, –dijo–, nosotros estamos preparados. Si quieren enfrentamientos tengo trescientos mil hombres siempre dispuestos”.

Como viven los gitanos italianos

Creo conocer bien cómo viven los gitanos italianos. He estado muchas veces en ese maravilloso país y he mantenido muchas reuniones con sus líderes y con las organizaciones que les defienden. Y he participado, con las autoridades italianas, en reuniones en las que hemos intentado encontrar vías que hicieran posible la eliminación de los prejuicios y la incorporación de la comunidad gitana al conjunto de la sociedad italiana.  No ha sido fácil, de la misma manera que no es fácil el ejercicio de la política en una tierra de la que alguien ha dicho que “podría funcionar perfectamente sin ningún tipo de gobierno”. Siempre he dicho que, si tuviera que vivir fuera de España, Italia sería, sin dudarlo, la tierra en la que me gustaría estar.  Lo que no me ciega para dejar de reconocer que los problemas a los que se enfrenta la comunidad gitana en todo el país son mucho más graves que los que reconocemos que sufren todavía una parte de los gitanos españoles.

La primera noticia que demuestra la presencia de gitanos en Italia es de los primeros años de 1400. Veinticinco años después hicieron su aparición en España. Posiblemente llegaron procedentes de Grecia atravesando el Adriático. En Italia no viven muchos gitanos. Las últimas estimaciones sitúan la población en unas 180.000 personas de las cuales unas 26.000 viven en barracas y asentamientos que son los que el ministro Salvini quiere cerrar. Conozco bien los “campo sosta” que hay en Roma y los del norte de Italia, especialmente los de Milán y Florencia. En esta última ciudad colaboré activamente con la Fiscal General de la región que se empeñó en mejorar las condiciones de vida de los miles de gitanos que habían llegado a Italia, atravesando el mar Adriático tras las sangrientas guerras fratricidas de la antigua Yugoslavia. Lo cierto es que entre 1960 y 1967 se produjo una gran movilización de gitanos procedentes del Este de Europa. Se calcula que fue una masa de casi 300.000 personas las que se desplazaron, pero fue a raíz de la fractura de la extinta Yugoslavia, tras la muerte del Mariscal Tito, cuando unos 40.000 gitanos entraron en Italia y una cantidad similar en Austria.

Algunos estudios demuestran que el 50 por ciento de la población gitana residente en el país son italianos de origen. El resto son mayoritariamente procedentes de Rumanía y de Bulgaria. A estos son a los que a los que el ministro Salvini les ha dicho: “¡Ea, se acabó la buena vida. Ya pueden ir cogiendo las maletas”. Pero el racista Salvini pretende ignorar que la mayoría de esos gitanos llevan viviendo en Italia casi 50 años y que según dice Carlos Stasolla, presidente de la asociación que atiende a estas personas, “estos gitanos son más italianos que muchos de nuestros conciudadanos”.

Salvini, que además de ministro del Interior es vicepresidente del Gobierno italiano, fue el principal impulsor de que se negara el desembarco en Italia de los 629 inmigrantes del buque “Aquarius”. Y cuando el barco llegó a Valencia lo celebró diciendo que, por fin, Italia había dejado de ser “el felpudo de Europa”. Luego, ya desde Milán, en un acto con sus fieles, intentando hacerse el gracioso, dijo que esperaba que España acogiera a “66.629” emigrantes más.

Ahora vivimos con el alma en vilo porque la mano dura de Salvini contra la inmigración y contra los gitanos se puede plasmar en el cumplimiento de una de las amenazas que figura en su programa de gobierno firmado con la formación antisistema Cinco Estrellas: quitar a sus padres los niños cuando así lo disponga la autoridad.

Las asociaciones gitanas europeas están movilizándose para dar la respuesta adecuada a esta incalificable barbarie.

 

Juan de Dios Ramírez-Heredia
Abogado y periodista
Vicepresidente de la Unión Romaní Internacional