Más de 300.000 gitanos viven en Argentina
“Mientras los sabios construyen puentes, los necios levantan muros”. La cita es un proverbio yoruba y puede leerse en el encabezado del proyecto “Derribando muros”, uno de los tantos programas de extensión de la Universidad Nacional de Rosario que pelea por seguir presente en el territorio a pesar de la pandemia. Una experiencia educativa intercultural que vincula a un equipo de estudiantes de historia y antropología de la Universidad con la Escuela Primaria Atahualpa Yupanqui, donde concurren en su mayoría niños y niñas de la comunidad gitana del barrio Las Delicias, en la zona sur de la ciudad.
Omar Ferretti, director del proyecto, cuenta que “Derribando muros” se originó a partir del pedido que realizaron las docentes, quienes manifestaron la necesidad de hacer un trabajo interdisciplinario para facilitar la convivencia intercultural y acceder a un mayor conocimiento de la cultura gitana. Había problemáticas recurrentes que preocupaban mucho a los docentes. Abandono temprano del sistema educativo, repitencia, sobreedad, inasistencias prolongadas, y como consecuencia, una cantidad de informes socioeducativos con números llamativos: el 80 por ciento de estos informes pertenecían a los alumnos y alumnas de la comunidad gitana. La mirada de Ferretti sobre esta problemática es clara. “Entendemos que hay un muro que separa a los criollos de los gitanos, y que está edificado desde ambos lados. No solo contribuyen a este muro los prejuicios y los estereotipos presentes en la sociedad mayoritaria (criolla), sino también la justificada desconfianza por parte de la comunidad gitana, que en el contacto diario con el payo teme perder sus tradiciones”.
Conocer la historia es esclarecedor siempre. En muchos países, durante siglos los gitanos han sido esclavos y perseguidos. “Tantos siglos de persecución y discriminación en todo el mundo —sostiene el docente— los ha vuelto un pueblo desconfiado de la sociedad mayoritaria, muy abroquelado, replegado en sus tradiciones, como un acto de defensa”.
Carina Treico, miembro de la comunidad gitana, cuenta su experiencia en primera persona. Tiene cuatro hijos, los más grandes, de 20 y 15 años, transitaron toda su primaria en la Atahualpa Yupanqui. Ahora le quedan dos hijos en la escuela, uno en sexto grado y otro en primero. “Nos juntamos mamás criollas y gitanas y organizamos cosas para fin de año. Tenemos una buena relación y trabajamos juntas en lo que sea necesario”, cuenta Carina. Dice que en la escuela nunca se sintió discriminada por ser de la comunidad gitana, aunque no así en el resto de la sociedad.
Cuando la coyuntura sanitaria lo permita, los estudiantes volverán al territorio y las maestras y los niños a la escuela. El romanés circulará en las aulas con el respeto que se merece y se continuará trabajando en desarticular estereotipos y prejuicios. En el barrio Las Delicias no solo se derriban muros, también se construyen puentes.
Para mayor información leer el reportaje completo de Paula Busnadiego: https://www.lacapital.com.ar/educacion/la-escuela-un-territorio-tender-puentes-la-comunidad-gitana-n2618327.html