Ha muerto Rafael Perona, toda una institución en la comunidad gitana del barrio de la Mina

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Rafael Perona durante su intervención, en noviembre en los Premios a la Lengua Romaní, otorgados por Romanó Kher / U.R.

Ayer falleció Rafael Perona (Jaén, 1965) a la edad de 55 años y después de una larga enfermedad. Emblema, icono y una de las personas más vinculadas al barrio de La Mina, en Sant Adrià del Besós, su legado deja huella.

Dedicó, Rafael Perona, toda su vida a luchar contra el antigitanismo y buscar el progreso de la comunidad gitana de La Mina, uno de los barrios más estigmatizado del área metropolitana de Barcelona. Gitano comprometido, en 1978, con la llegada de la democracia, Rafael Perona fue uno de los impulsores de una de las primeras asociaciones gitanas de España, el Centre Cultural Gitano, con base en La Mina. Nacido del movimiento vecinal, en un primer momento, tenía como objetivo principal evitar los desahucios. Rafael siempre decía que se montó la asociación para “tener un punto de encuentro y poder reivindicarnos”. Quería así Rafael, alzar la voz contra el silencio ensordecedor que la sociedad había impuesto a la comunidad gitana en España. Silencio que ya dura más de 500 años.

Rafael Perona fue el presidente del Centre Cultural Gitano y miembro del Consejo de Ancianos de La Mina, un barrio marcado por las desigualdades. Luchó siempre, desde esa posición, para ayudar a la gente del barrio, ya fuera a través de proyectos de inclusión, de asesorías u organizando la Feria de Abril, el Día del Pueblo Gitano o el famoso festival de flamenco del barrio, por el que pasan cada año unas 15.000 personas.

Recientemente se le había concedido uno de los Premios a la Lengua Romaní, otorgados por Savez Roma u RH «KALI SARA» de Croacia y el Ajuntament de Barcelona. Humilde como siempre, agradeció el premio y tuvo un recuerdo para el resto de gitanos y gitanas, a quienes animó a seguir luchando. Su intervención en la gala virtual está disponible en el siguiente enlace.

No callaba, Rafael Perona, y cuando era necesario señalaba a unas instituciones que a menudo podrían hacer más de lo que hacen. Sentado en una silla de ruedas desde aquella poliomielitis que tuvo a los 16 meses edad, explicaba en esta entrevista publicada en El Periódico de Catalunya lo siguiente: “Desde la poca altura de mi silla, veo las cosas de otra manera. Quizá esto me ha dado la oportunidad de estudiar; hice hasta tercero en la Facultad de Derecho. Cuando yo iba al colegio, no había ascensores y los profesores o los compañeros me subían a pulso por las escaleras. Como me sabía mal pedirles que me bajaran para la media hora del recreo, me quedaba en la clase a leer. Devoraba libros”.

Con sus libros, su afición por el flamenco ―que le llevó a formar parte del grupo de aficionados, artistas e intelectuales agrupados en torno a la persona  de Luis Adame, de El Cordobés―y la confianza y el respeto que despertaba en todo el barrio, se va un luchador nato, un icono de la comunidad gitana de la Mina, un referente a seguir y sobre todo, un gitano comprometido, honesto y honrado.