El domingo que viene voy a ir a votar, como lo he hecho desde las primeras elecciones democráticas de este país. En junio de 1977 un aire de frescura ideológica inundó España y quienes llevábamos años ayudando a poner las bases para que la libertad dejara de ser una entelequia soñada, y la dictadura desapareciera de una vez para siempre de nuestra patria, soñábamos con que aquel 15 de junio supondría un antes y un después de nuestra maltratada historia.
Describir con qué alegría fui a votar al colegio público de la plaza Lesseps de Barcelona es algo que merece más espacio del que dispongo para escribir este dolido comentario con que me quiero referir a las elecciones que vamos a celebrar el domingo que viene.
A la sazón yo tenía 34 años, trabajaba ya como periodista en RTVE, lo que me facilitó que liderara a un grupo de amigos y amigas que por encima de cualquier ideología lo que queríamos es que en España pudiésemos convivir todos juntos pensara cada uno como mejor quisiera.
Espero que quienes me lean y tengan edad para recordar aquellos días de ilusión desbordante y de esperanza sublime estarán de acuerdo conmigo en que hubo una canción maravillosa, cantada por un grupo llamado Jarcha compuesto por siete jóvenes andaluces de Huelva. El título de la canción no podía ser más ilustrativo del momento que vivíamos la mayoría de los españoles, “Libertad sin ira”. Y la letra completa de la canción es de las que todavía son capaces de empujar alguna lágrima de nostalgia a quienes no hemos perdido la facultad de emocionarnos cuando algo desborda los límites de la inteligencia para adentrarse en las fibras el corazón.
Un sueño convertido en realidad
El resultado que ofrecieron las urnas en Barcelona cuando se abrieron aquél 15 de junio de 1977 hizo posible que yo accediera al Congreso de los Diputados como miembro de la Legislatura Constituyente, cuya principal misión fue la de elaborar una Constitución democrática que el pueblo español debía votar en referéndum al año siguiente. Siempre lo he dicho: ser firmante de la Constitución Española es mi mayor orgullo del que legítimamente quiero presumir.
Nunca un gitano pudo alcanzar tanto honor en una sociedad democrática
A partir de ese momento empezó para mí una nueva vida. Me involucré firmemente en transformar la realidad social y política de Almería, la tierra andaluza más necesitada de ser ella la autora de su propio desarrollo. Los ocho años en que fui portavoz de sus inquietudes en el parlamento español fueron los más felices de vida política. Todo ello sin abandonar ni un solo instante mi compromiso personal con los gitanos y las gitanas españoles que gozaban conmigo la ilusión y la esperanza de tener en tan alta magistratura a uno de los suyos.
Hasta que llegamos al Parlamento Europeo
Fue en 1985 cuando España y Portugal comienzan su andadura tanto en Bruselas como en Estrasburgo. La providencia o la suerte han sido generosas conmigo. Fui el primer diputado gitano en las Cortes Españolas y he sido el primer europarlamentario en tan alta institución comunitaria. Pero fue a partir de entonces cuando empecé a sentirme inquieto y preocupado porque no veía interés entre las fuerzas políticas españolas por hacer lo posible para que algún gitano o gitana ocupara mi lugar en el Congreso de los Diputados.
Algún día relataré con todo detalle cuánto trabajé con los dirigentes del PSOE para que dieran la mano a algún militante gitano o gitana y les incorporaran a sus listas electorales del Congreso en puestos con garantías de salir elegidos. Todo fue inútil. Tan solo quienes llevamos tantos años militando podemos saber hasta qué punto es difícil abrirse camino para figurar con posibilidades de obtener un acta de parlamentario.
Hasta que las trompetas del cielo sonaron a toda marcha y los gitanos y las gitanas españoles encontraron su merecido hueco para representar a todos los ciudadanos en la institución que supone la más alta esfera de la vida política de la nación. Fue en la legislatura de 2019 cuando llovió con abundancia de representación gitana y fueron cuatro los nuevos rostros gitanos que le dieron aire gitano al Congreso de los Diputados.
Juan José Cortés Fernández, Diputado del Partido Popular (PP)
Natural de Huelva. Desde muy joven se distinguió por su lucha en favor de los derechos del Pueblo Gitano hasta que asesinaron a su hija, Mari Luz Cortes, y consagró buena parte de su vida a conseguir que en el ordenamiento jurídico español figurara la “prisión permanente revisable”. Lo consiguió.
Beatriz Carrillo de los Reyes, Diputada del Partido Socialista (PSOE)
Licenciada en Trabajo Social y Antropología por la universidad de Sevilla. Posee un verbo brillante y comprometido. Es Presidenta de la Comisión de seguimiento y evaluación de los Acuerdos del Pacto de Estado en materia de Violencia de Género. / Coordinadora y Presidenta de la Subcomisión para la renovación y actualización del Pacto de Estado en materia de violencia de género. / Vocal de la Subcomisión para el estudio de un Pacto de Estado contra el Antigitanismo y la Inclusión del Pueblo Gitano. / Ponente en la Ponencia de la Proposición de Ley integral para la igualdad de trato y la no discriminación.
Sara Giménez Giménez, Diputada de Ciudadanos (Cs)
Luchadora desde su juventud. Sus padres vendedores ambulantes, pero ella se convirtió en la primera mujer gitana licenciada en Derecho de Aragón. Albert Rivera se fijó en ella y la colocó de número tres en su candidatura por Madrid. «Desde pequeña vi lo que era la discriminación. Los problemas de mi familia por el hecho de ser gitana a la hora de alquilar una vivienda o buscar empleo. Experiencias que me marcaron…” Por lograr que estas lacras no acosaran por más tiempo a la comunidad gitana ha desarrollado un trabajo de gran eficacia en las diferentes Comisiones del Congreso de los Diputados
Ismael Cortés Gómez, Diputado de Unidas Podemos (UP)
Licenciado en Filosofía por la Universidad de Granada. / Doctor en Estudios Internacionales de Paz y Conflictos. Instituto Interuniversitario de Desarrollo Social y Paz, Universitat Jaume I. / Analista político para Open Society European Policy Institute, Brussels. / Investigador del Proyecto Roma in European Societies, Harvard University – Central European University.
Ismael es un intelectual brillante y un trabajador incansable. Por eso dice que “ser gitano afecta de manera determinante a la hora de buscar empleo o al ser tratados ante la Justicia. Y ésta no es mi percepción, lo digo como experto y doctor en estudios de conflictos».
Sí, el domingo que viene yo iré a votar triste, muy triste
Porque ninguno de estos magníficos parlamentarios ha sido incluido en las listas de sus partidos políticos. Puedo llegar a entender que aquellos a quienes las encuestas le auguran un pobre resultado tengan mayor dificultad, pero el Partido Popular y el Partido Socialista deberían haber tenido una mayor consideración hacia el segmento de población que ellos representan. 750.000 gitanos y gitanas suponemos un potencial democrático de votos que por el propio interés se debería cuidar.
Ya solo me queda esperar que, a cualquiera de los cuatro, como un gesto de desagravio, quienes ganen las elecciones los hagan ministros.