Descripción
Hay cosas de no deben cambiar
Lo dijimos el año pasado desde estas mismas páginas y volvemos a decirlo otra vez, como llevamos haciéndolo desde que la Unión Romaní se fundó en la primavera de 1986. Tenemos pues una experiencia asociativa propia de 31 años. Y desde el primer año, cuando las subvenciones de los poderes públicos eran muy escasas, hemos publicado nuestras memorias de actividades. Entendíamos entonces, y mucho más ahora si cabe, que cuando se recibe dinero público su administración debe ser transparente y los ciudadanos deben conocer qué se hace con la parte de sus impuestos que el Estado ha puesto en manos de los particulares.
Y como esto lo hemos tenido siempre muy claro, hemos actuado en consecuencia. Nuestros programas son públicos, la actividad que desarrollamos es sobradamente conocida porque no tenemos nada que esconder, y la rendición de cuentas, para que todo el mundo sepa cuánto dinero recibimos, de quiénes lo recibimos y en qué lo gastamos, es nuestra principal obsesión. Cosa que es fácilmente entendible por lo que entonces dijimos y ahora repetimos otra vez.
De vez en cuando saltan a los medios de comunicación noticias alarmantes en las que se denuncian malos usos de los recursos públicos por parte de algunos dirigentes de ONG que actúan de forma delictiva destinando parte de los recursos que reciben a beneficiarse particularmente. Es verdad que estos comportamientos no son en absoluto significativos y aparecen muy aisladamente. Pero cuando lo hacen causan un daño inmenso a una parte muy importante de la sociedad que es la verdadera beneficiaria de la acción solidaria de centenares de ONG sin ánimo de lucro. Y si encima añadimos los escándalos de corrupción política y financiera que han convertido a nuestro territorio en predio ideal para tanto sinvergüenza, no es de extrañar que la desconfianza aparezca con demasiada frecuencia.
Hace 31 años un grupo de gitanos y gitanas de España se confabularon para decir que querían ser dueños de su destino y administradores de su libertad. Y para lograrlo crearon la Unión Romaní. Nos convertimos así en motores de un cambio imprescindible si de verdad queríamos dejar de ser los pobres necesarios para que algunos aplacaran sus cargos de conciencia o para que otros pudieran justificar así su trabajo o su militancia.
El testimonio de nuestra actividad que se ofrece en estas páginas es humilde porque somos conscientes de nuestras limitaciones. Pero nos enorgullece saber y decir que todo lo que aquí se describe ha sido pensado, diseñado, dirigido y administrado por los propios gitanos. Algo que no es poca cosa cuando contemplamos los vientos que corren.
Juan de Dios Ramírez-Heredia
Presidente de la Unión Romaní