Descripción
Los números cantan
Durante más de 30 años, los primeros de su existencia formal, la Unión Romaní se ha distinguido por ser impulsora de que los gitanos y las gitanas fueran los artífices de su propio destino y administradores de su libertad. Durante muchos años, casi toda la acción social dedicada a nuestro pueblo había estado en las manos de organizaciones religiosas. En honor de la verdad fue Cáritas Diocesana de Barcelona, y junto a ella unos cuantos entregados jesuitas, quienes pusieron en marcha programas muy avanzados para su época porque intentaban implicar a los gitanos en las labores de su propia promoción.
Estos días, tratando de organizar mis viejos papeles de los años sesenta del siglo pasado –¡Dios mío, cuánto tiempo ha transcurrido!– me he encontrado con abundante documentación de la primera cooperativa de artesanía gitana, formada íntegramente por gitanos y gitanas que vivían en las chabolas del Campo de la Bota. Su presidente fue Antonio Torres y yo, como secretario, me ocupaba de que lo que fabricábamos tuviera salida y lo comprasen los ciudadanos. Por cierto, que aquella unidad laboral era muy especial. Los trabajadores, –y de manera concreta las trabajadoras que tenían que dejar arreglados a sus hijos pequeños antes de salir de la chabola–, no tenían horario. Cada uno entraba en la barraca convertida en taller, cuando quería y dejaba de trabajar a la hora que más les convenía. Naturalmente no todos los trabajadores ganaban el mismo sueldo. Cada uno recibía el dinero que se correspondía con su dedicación presencial al trabajo. Lo que fue extraordinariamente positivo.
Mientras duró fue un verdadero éxito. Fabricábamos objetos de adorno con materiales extraídos de los deshechos encontrados en la basura del barrio, siendo las flores fabricadas por nuestras mujeres el elemento principal del conjunto creado. Bueno, yo faltaría a la narración de la verdad histórica si no hiciera referencia al éxito alcanzado por la cooperativa gitana que llegó a exportar nuestros productos a varios países europeos. Los nombres de Francesc Botey y de Francesc Company estarán para siempre inscritos en el éxito de aquella pionera obra tras sortear los escollos de la administración franquista de la época.
Vivimos horas bajas
La realidad que hoy vive el Pueblo Gitano en España no tiene nada que ver con la que acabo de describir. Al llegar la democracia en 1977, el 80% de los gitanos y gitanas eran analfabetos y el índice de pobreza de nuestras familias era absolutamente tercermundista. Hoy esa lacra ha quedado reducida a una parte de los ancianos y personas muy mayores de nuestra comunidad.
Pero vivimos horas bajas porque se han frustrado muchas de nuestras ilusiones de autogobierno y autoadministración de nuestra actividad ciudadana y cultural. Y no se trata de buscar responsabilidades. Sería muy fácil descargar toda la culpa en los diferentes gobiernos que ha tenido España en los últimos 40 años. Unos han hecho más y otros han hecho menos. Pero en todos hemos encontrado posibilidades de diálogo para presentar nuestras propuestas.
Se impone, a estas alturas, definir con claridad, qué es lo que de verdad queremos conseguir los gitanos españoles. ¿Queremos ser, de verdad, administradores de nuestra cultura y defensores de nuestra peculiar manera de entender la vida? España es un territorio especialmente propicio para que sus diferentes comunidades puedan defender libremente su identidad. La Constitución Española lo permite y a ella nos confiamos.
O, por el contrario, ¿queremos seguir siendo gestores de la caridad cristiana y administradores del dinero que nos dan los poderes públicos para luchar contra la marginación que todavía padecemos? Si es esto segundo ya sabemos lo que hay que hacer. Hay quien lo hace con resultados espléndidos.
Al final, casi todo se reduce a una cuestión de números. O mejor, como dijo Gottfried Wilhelm Leibniz: “cuando Dios canta para sí mismo canta álgebra”. Célebre declaración de un matemático en la que se revela esa misteriosa relación que existe entre la música y el número.
Esta es una Memoria de Actividades donde los números cantan y dan una idea de lo que hacemos con el dinero que recibimos y en qué lo gastamos. Lo malo es que la canción que interpretan los números del dinero del que dependemos es más propia de un funeral.
Juan de Dios Ramírez-Heredia
Presidente de la Unión Romaní