Hace unos días, cuando los periódicos
empezaron a informar con más detalle de la existencia de un virus maléfico que
se había presentado en España, desde nuestra asociación gitana de San Sebastián
me enviaron un WhatsApp con la reproducción completa de la página del diario
donde se daba la información. Pero ese envío venía precedido por este mensaje: “Sólo
con leer el titular ya sabía que iba a aparecer la palabra gitano”. Y
efectivamente, no se equivocaba mi informante.
Como es natural he intentado recopilar todo lo
que los medios han dicho y escrito sobre la terrible pandemia que amenaza a
Europa y a la relación que los gitanos hayamos podido tener en la propagación
del virus. Y, créanme, es desesperante. Salvo un par de periódicos que han dado
la noticia a cuenta de algún incidente en la que algún gitano se ha visto
involucrado, y no han dicho en ningún momento que se trataba de “un gitano”, en
todos los demás se ha hecho mención, y siempre en contexto peyorativo, de que
los causantes del incumplimiento de la norma eran los gitanos.
Quiero suponer que mis amables lectores
entenderán que no es este el momento en que yo me ponga a desgranar el rosario
de leyes, pragmáticas y persecuciones que hemos sufrido los gitanos desde los
funestos años en que la Inquisición condenaba a terribles castigos a las
gitanas porque tenían relaciones con el Diablo y adivinaban el porvenir de los
gachés (payos) leyéndoles la palma de la mano. Ellas no hacían daño a nadie y
por echarles la buenaventura a cambio de unos maravedíes, ―pequeñas monedas de
cobre del siglo XVI― o unas “perras gordas” de finales del siglo XIX que
equivalían a diez céntimos de peseta y que yo llegué a conocer y usar durante
mi infancia, se iban contentos a sus casas convencidos de la gran suerte que
les esperaba o del rendimiento de amor que, por fin, iban a encontrar en la
persona de sus sueños.
Tenemos poderes sobrenaturales
Hasta ahí puedo entender que la ciudadanía
supersticiosa de aquellos siglos nos mirara con un cierto temor convencida de
los poderes sobrenaturales que poseíamos y que ese temor hiciera que sobre
nuestros hombros cargaran todas las culpas de las desgracias personales o
colectivas sobrevenidas. Yo lo he vivido personalmente siendo un niño junto a
mi abuela María, una gitana más bien pequeñita, canastera, nacida en el Puerto
de Santa María, que de joven podría haber salido de uno de los cuadros de Murillo,
el gran pintor sevillano del que Laura Galdeano ha dicho que “mezclaba
los pigmentos con agua del Guadalquivir dando como resultado unos claroscuros
genuinos, unos tonos marrones parduzcos característicos del artista de la luz y
el color.” Así era mi abuela. Y la gente venía a nuestra causa y ella les
atendía tratando de complacerlas en sus demandas.
Pero atención, cuando el pueblo, desde su
ignorancia o su superstición, nos atribuye poderes sobrenaturales también
corremos un grave peligro. Eso les ocurrió a las gitanas que leían la palma de
la mano a los caballeros que en el siglo XV se acercaban a la catedral de Notre
Dame en París. El arzobispo decretó la expulsión de las gitanas por ser las
causantes de graves desencuentros matrimoniales al advertir a aquellos crédulos
señores de posibles devaneos de sus esposas.
Hay que echar la culpa al otro
Esto es casi tan antiguo como la humanidad. En
la antigua Grecia se celebraba una vez al año el “Pharmakos” que
consistía en hacer a alguien culpable de todas las desgracias ocurridas. Para
ello se escogían a ciudadanos a los que se les culpaba de todos los males,
aunque no tuvieran nada que ver con lo acontecido.
Hace ahora exactamente un año, en marzo de
2019, los gitanos residentes en departamento de Seine-Saint-Denis, al
noreste de la capital francesa, sufrieron durísimos ataques porque se corrió el
rumor de que unos gitanos viajaban por la zona en una camioneta secuestrando a
las niñas para matarlas y vender sus órganos o para dedicarlas a la
prostitución.
Todo falso. La Prefectura de Policía de
París insistió en decir que “los rumores de robo de niños mediante una
camioneta son totalmente infundados” y en similares términos se
manifestaron la prefectura de Seine-Saint-Denis y varios alcaldes de la zona,
que desmintieron tajantemente los falsos rumores. Hasta el portavoz del
Gobierno, Benjamin Griveaux, se unió a las condenas de esas “derivas
inaceptables contra la comunidad gitana” y consideró la situación como una “demostración
de la necesidad absoluta de combatir las noticias falsas”.
¡Qué peligroso puede ser el mal uso de
internet!
Ha ocurrido en
el Hospital Universitario Araba que forma parte de la OSI Araba, que a
su vez pertenece a Osakidetza-Servicio Vasco de Salud. Una miserable
racista, haciéndose pasar por trabajadora del centro hospitalario, ha grabado
un mensaje culpando a los gitanos de actos criminales para contaminar a todos
los residentes en el Hospital. Estamos hablando de un centro hospitalario de
referencia en el Territorio Histórico de Álava y que es uno de los principales
centros sanitarios de Euskadi. Dispone de alrededor de 750 camas, lo que supone
cerca de 200.000 estancias anuales y en torno a 37.000 intervenciones
quirúrgicas.
En el audio, ampliamente difundido en las redes sociales, se dice que un
grupo de personas gitanas se ha dedicado a escupir en todas las salas para
contagiar a todo el mundo con el coronavirus y que también lo hicieron en la
UCI que estaba abarrotado de personas entubadas. Estas personas, dice la
malnacida racista, habían estado antes en un funeral donde contagiaron a 60
personas.
La reacción del Hospital
Ha sido contundente al manifestar que: El mensaje
trasladado en este audio está manipulado y lleno de falsedades,
y supone un acto vergonzoso por parte de la persona que lo ha difundido. La Dirección
de la OSI Araba y sus profesionales están en total desacuerdo con este tipo de
acciones que únicamente generan miedo, odio, desconfianza y
estigmatización y desaprueba totalmente la actitud de esta ‘presunta
profesional’.
La Asociación de Vecinos Madre de Dios de La
Rioja ha salido en nuestra defensa reconociendo que “En
estos momentos tan proclives a la histeria colectiva, la comunidad gitana es
una candidata perfecta para canalizar los miedos hacia ‘los otros’, ‘los
diferentes’. Por eso apela al raciocinio: “Antes de
difundir una información no contrastada, evita difundir cualquier mensaje que
se refiera a colectivos enteros que siempre están cargados de los prejuicios
que han arraigado nuestra cultura y contra los que es necesario rebelarse
porque la comunidad gitana es extraordinariamente diversa, como lo somos todas».
Y ahora un consejo que es una
exigencia
Por favor, quedaros en casa. No
salgáis a la calle. Sé muy bien lo difícil que eso puede llegar a ser para
nosotros, los gitanos y para cualquiera. Yo llevo cuatro días encerrado en mi
casa y me siento como un tigre enjaulado. Tengo seis hijos mayores con los que
solo puedo hablar por teléfono. Y sueño con ver a mis nietos que ya son
adolescentes y abrazar a mi nietecilla, Rita, que solo tiene dos años. Pero hay
que hacerlo. Os lo pido y, si me lo permitís, os lo exijo.
Si quiere oír el audio difundido por la difamadora,
pulse en el siguiente enlace.
https://gasteizberri.com/wp-content/uploads/2020/03/WhatsApp-Audio-2020-03-10-at-22.16.51.ogg