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Hasta un 41% de los gitanos europeos se han sentido discriminados en estos últimos cinco años

Lejos de disminuir, la discriminación en el seno de la Unión Europea sigue afianzándose con datos realmente alarmantes. Así se desprende del último informe que ha hecho público recientemente la Agencia Europea de Derechos Fundamentales: “Segunda encuesta de la Unión Europea sobre las minorías y la discriminación (EU-MIDIS II): resultados principales”. El estudio, para el que se han entrevistado a miles de personas pertenecientes a minorías étnicas en los diferentes países de la UE, revela que hasta un 41% de los encuestados gitanos ha sufrido discriminación en los cinco años anteriores, un porcentaje solo superado por la discriminación que sufrieron las personas norteafricanas (45%).

El reciente estudio, que viene a completar un informe anterior publicado ocho años atrás, destaca que no ha habido cambios sustanciales durante estos ocho años, lo que evidencia que la discriminación sigue arraigada en la UE y que las medidas que se llevan a cabo para combatirla son insuficientes.

El informe ahonda en la discriminación sufrida en tareas cotidianas de la vida de los encuestados, como encontrar trabajo o vivienda por ejemplo. En estos casos, los datos ponen de manifiesto que un 27 % de los encuestados gitanos han vivido un episodio discriminatorio en este tipo de situaciones cotidianas que por otro lado garantizan derechos fundamentales, como el acceso a la vivienda o el trabajo.

Asimismo, el estudio aporta nuevos datos sobre el perfil étnico de la sociedad europea, el nivel de denuncia de las agresiones o situaciones de discriminación y compara los datos entre los diferentes colectivos y países de la UE. En este sentido, la comunidad gitana asegura haber padecido más situaciones de discriminación en Portugal (61%), Grecia (44%) y Croacia (42%), y la tasa más baja fue la de Bulgaria (19%). En España la cifra supone un 35%.

El 30% de la población gitana encuestada afirma haber sufrido acoso y violencia por su pertenencia étnica y el 29% ha tenido conciencia de que un miembro de la familia o un amigo ha sido insultado por su origen étnico o inmigrante en los 12 meses anteriores a la encuesta.

Sin embargo, según recoge el informe de EU-MIDIS II, solo el 10% de las víctimas de acoso dijeron que informaron el incidente más reciente, ya sea a la policía o a otra organización o servicio. Los resultados sugieren que las tasas de denuncias de incidentes de acoso a la policía no han aumentado desde la primera encuesta EU-MIDIS realizada en 2008.

Actuación policial y perfil étnico

El estudio también analiza la actuación policial en referencia al perfil étnico, y en cuanto a la población gitana, el 19% de los encuestados sufrió en los cinco años anteriores una o varias paradas policiales identificatorias por perfil étnico. En España ese porcentaje alcanza el 21%. En Grecia, República Checa, Rumanía y Portugal las tasas también fueron significativamente más altas.

Con estos datos en la mano, la FRA ha conminado a los Estados Miembros y a todos los organismos que trabajan por la igualdad y contra la discriminación y el racismo a buscar nuevas estrategias y líneas de actuación que consigan revertir estos datos alarmantes. Asimismo, la FRA fija como prioritario el apoyo a las personas que han sufrido acoso y discriminación, y anima a las víctimas a visibilizar sus casos.

 

Silvia Rodríguez Gómez

Puedes descargar el informe completo aquí.

Hasta un 41% de los gitanos europeos se han sentido discriminados en estos últimos cinco años

Lejos de disminuir, la discriminación en el seno de la Unión Europea sigue afianzándose con datos realmente alarmantes. Así se desprende del último informe que ha hecho público recientemente la Agencia Europea de Derechos Fundamentales: “Segunda encuesta de la Unión Europea sobre las minorías y la discriminación (EU-MIDIS II): resultados principales”. El estudio, para el que se han entrevistado a miles de personas pertenecientes a minorías étnicas en los diferentes países de la UE, revela que hasta un 41% de los encuestados gitanos ha sufrido discriminación en los cinco años anteriores, un porcentaje solo superado por la discriminación que sufrieron las personas norteafricanas (45%).

El reciente estudio, que viene a completar un informe anterior publicado ocho años atrás, destaca que no ha habido cambios sustanciales durante estos ocho años, lo que evidencia que la discriminación sigue arraigada en la UE y que las medidas que se llevan a cabo para combatirla son insuficientes.

El informe ahonda en la discriminación sufrida en tareas cotidianas de la vida de los encuestados, como encontrar trabajo o vivienda por ejemplo. En estos casos, los datos ponen de manifiesto que un 27 % de los encuestados gitanos han vivido un episodio discriminatorio en este tipo de situaciones cotidianas que por otro lado garantizan derechos fundamentales, como el acceso a la vivienda o el trabajo.

Asimismo, el estudio aporta nuevos datos sobre el perfil étnico de la sociedad europea, el nivel de denuncia de las agresiones o situaciones de discriminación y compara los datos entre los diferentes colectivos y países de la UE. En este sentido, la comunidad gitana asegura haber padecido más situaciones de discriminación en Portugal (61%), Grecia (44%) y Croacia (42%), y la tasa más baja fue la de Bulgaria (19%). En España la cifra supone un 35%.

El 30% de la población gitana encuestada afirma haber sufrido acoso y violencia por su pertenencia étnica y el 29% ha tenido conciencia de que un miembro de la familia o un amigo ha sido insultado por su origen étnico o inmigrante en los 12 meses anteriores a la encuesta.

Sin embargo, según recoge el informe de EU-MIDIS II, solo el 10% de las víctimas de acoso dijeron que informaron el incidente más reciente, ya sea a la policía o a otra organización o servicio. Los resultados sugieren que las tasas de denuncias de incidentes de acoso a la policía no han aumentado desde la primera encuesta EU-MIDIS realizada en 2008.

Actuación policial y perfil étnico

El estudio también analiza la actuación policial en referencia al perfil étnico, y en cuanto a la población gitana, el 19% de los encuestados sufrió en los cinco años anteriores una o varias paradas policiales identificatorias por perfil étnico. En España ese porcentaje alcanza el 21%. En Grecia, República Checa, Rumanía y Portugal las tasas también fueron significativamente más altas.

Con estos datos en la mano, la FRA ha conminado a los Estados Miembros y a todos los organismos que trabajan por la igualdad y contra la discriminación y el racismo a buscar nuevas estrategias y líneas de actuación que consigan revertir estos datos alarmantes. Asimismo, la FRA fija como prioritario el apoyo a las personas que han sufrido acoso y discriminación, y anima a las víctimas a visibilizar sus casos.

 

Silvia Rodríguez Gómez

Puedes descargar el informe completo aquí.

Pequeña historia de la brevedad de un bigote

Primer intento

Siempre tuve la ilusión de tener un gran bigote como los que llevan la inmensa mayoría de los gitanos, especialmente los centroeuropeos. Así que un día, hace veinte años aproximadamente, decidí dejarme crecer el bigote hasta que adquiriera la forma del que adorna las caras de los gitanos Manouches, que son los que viven en Francia, especialmente en la región de París, en los Países Bajos y en los territorios alemanes colindantes con Bélgica. Se trata de un bigote abundante cuyos extremos apuntan hacia abajo.

Pero no pudo ser porque en cuanto Paloma, mi mujer, vio que los primeros pelillos asomaban sobre mi labio superior, se negó rotundamente a que el proceso continuara. Dijo que me había conocido sin bigote y que no estaba dispuesta a aceptar la imagen de un hombre distinto del que se enamoró.

Comprendí que el embate era demasiado fuerte y para no ocasionar una tensión matrimonial absurda me afeité los primeros brotes de pelo que auguraban un hermoso bigote Manouche.

Segundo intento

Y pasaron los años, exactamente diez años más, y como la ilusión por el bigote no había desaparecido y esta vez estaba prendado por la forma de los mostachos que suelen llevar los gitanos Kalderash, que son los que viven en Alemania, en Hungría, en Polonia, en Austria y algo más al Este europeo, decidí iniciar de nuevo la aventura. La forma es inversa a la de los gitanos Manouches. El mostacho de los Kalderash suele apuntar hacia arriba, adquiriendo una forma verdaderamente atractiva.

Pero no fue posible. Paloma se plantó, esta vez con más firmeza que diez años atrás. No argumentó sobre si me había conocido con bigote o sin él. Tan solo se limitó a decir con un semblante de dureza muy escasamente expresado por ella, lo siguiente:

―Muy bien. Veo que estás dispuesto a dejarte el bigote de nuevo. Tú verás lo que haces. Tan solo te digo que mientras tengas bigote, a mí no se te ocurra acercarte.

La decisión por mi parte no se hizo esperar. ¡Fuera bigote! Me importaba mucho más la paz y la cercanía de Paloma que ese conjunto de pelos entre la nariz y mi labio superior.

Tercer intento

Han pasado diez años más. Y el tiempo no pasa en balde. El tiempo, a veces altera las costumbres y hace cambiar incluso los sentimientos. Así que volví a intentarlo de nuevo. Y esta vez ya no hubo oposición. Paloma no se manifestó ni a favor ni en contra. Sencillamente “pasó” de mi bigote. Con lo cual logré que los pelos crecieran hasta adquirir una forma, digamos que interesante.

La guerra del bigote

Pero lo que yo creía que era un asunto felizmente zanjado no fue más que el principio de la batalla entre mis amigos, mis colaboradores, algunos gitanos y gitanas españolas y mi propia familia. Unos decían que me sentaba bien. Que el bigote acrecienta en los hombres la masculinidad, el poder, la seguridad y la confianza en sí mismos.

Otros, y otras, me decían que el bigote reafirmaba mi personalidad pero que aumentaba mi edad. Es decir, que me hacía más viejo.

Bueno, valoré todos estos criterios y decidí seguir adelante con mi ya poblado bigote. Hasta que se produjo el ataque en masa contra mi pobre y desgraciado mostacho.

La batalla final

La encabezó mi hija Carmen, médico de profesión, a quien entre nosotros, desde pequeñita, la llamamos “Cocol”. Se negó rotundamente a aceptar ese cambio en mi rostro. Argumentó cuanto pudo y cuanto supo para hacerme ver que estaba horroroso, para terminar diciéndome:

―Mira, papá. Tu bigote no me gusta nada y evidentemente no puedo obligarte a quitártelo, y a casa puedes venir con él cuantas veces quieras. Yo no me acostumbraré, pero tus nietos tal vez sí. Solo te advierto que mientras tengas bigote no te acompañaré nunca por la calle.

(Como se desprende del párrafo anterior, Cocol es una mujer buena, cariñosa, pero con el carácter fuerte de mi madre, la abuela Salud, q.e.p.d.)

El siguiente situado en el frente anti bigote es mi hijo Alfonso, el más pequeño de los seis, flamante arquitecto, de quien intuyo que en sus proyectos quedarán abolidas todas las protuberancias gaudinianas que pudieran recordarle la forma de un mostacho.

―Papá, ¡basta ya! Quítate ese bigote. Estás horroroso. Te miro y me parece que no eres tú. Así que hazme el favor de afeitártelo.

Y así día tras día, ambos, ella y él, con una constancia digna de mayor causa.

Y finalmente queda la opinión de los gitanos. En estos últimos días he estado en Zaragoza, en Valencia, varias veces en Sevilla y muchas más en Madrid. No he visto en ellos gran entusiasmo por mi nuevo look. Ni siquiera cuando días pasados mantuve una larga entrevista con el Secretario de Estado de Servicios Sociales que no podía evitar mirarme con un cierto gesto de sorpresa. Pero los gitanos y gitanas que me han visto en algún video o fotografía con mi flamante bigote me han escrito con opiniones muy divididas. De tal forma que por resumirlas todas diré lo que me ha escrito Ricardo Hernández, joven gitano navarro y líder indiscutible en su comunidad:

―Mire, tío Juan de Dios, le he visto en una fotografía con bigote. Si a usted le parece bien, disfrútelo, pero, por favor, solo hasta el 31 de diciembre. A partir de esa fecha ¡fuera bigote! Y siga teniendo usted la imagen con la que siempre le hemos visto y conocido.

Así que, queridos hijos, familiares y amigos, en la mañana de hoy, día de los Reyes Magos, he cogido la navaja, me he llenado la cara de espuma de jabón y he arrasado con mi bigote que nunca pudo ser Manouche, ni Kalderash, ni Sinti, ni Lovari y ni siquiera como el de cualquier compatriota español, sea “payo” o gitano.

Juan de Dios Ramírez-Heredia
Abogado y periodista
Presidente de Unión Romani

Pequeña historia de la brevedad de un bigote

Primer intento

Siempre tuve la ilusión de tener un gran bigote como los que llevan la inmensa mayoría de los gitanos, especialmente los centroeuropeos. Así que un día, hace veinte años aproximadamente, decidí dejarme crecer el bigote hasta que adquiriera la forma del que adorna las caras de los gitanos Manouches, que son los que viven en Francia, especialmente en la región de París, en los Países Bajos y en los territorios alemanes colindantes con Bélgica. Se trata de un bigote abundante cuyos extremos apuntan hacia abajo.

Pero no pudo ser porque en cuanto Paloma, mi mujer, vio que los primeros pelillos asomaban sobre mi labio superior, se negó rotundamente a que el proceso continuara. Dijo que me había conocido sin bigote y que no estaba dispuesta a aceptar la imagen de un hombre distinto del que se enamoró.

Comprendí que el embate era demasiado fuerte y para no ocasionar una tensión matrimonial absurda me afeité los primeros brotes de pelo que auguraban un hermoso bigote Manouche.

Segundo intento

Y pasaron los años, exactamente diez años más, y como la ilusión por el bigote no había desaparecido y esta vez estaba prendado por la forma de los mostachos que suelen llevar los gitanos Kalderash, que son los que viven en Alemania, en Hungría, en Polonia, en Austria y algo más al Este europeo, decidí iniciar de nuevo la aventura. La forma es inversa a la de los gitanos Manouches. El mostacho de los Kalderash suele apuntar hacia arriba, adquiriendo una forma verdaderamente atractiva.

Pero no fue posible. Paloma se plantó, esta vez con más firmeza que diez años atrás. No argumentó sobre si me había conocido con bigote o sin él. Tan solo se limitó a decir con un semblante de dureza muy escasamente expresado por ella, lo siguiente:

―Muy bien. Veo que estás dispuesto a dejarte el bigote de nuevo. Tú verás lo que haces. Tan solo te digo que mientras tengas bigote, a mí no se te ocurra acercarte.

La decisión por mi parte no se hizo esperar. ¡Fuera bigote! Me importaba mucho más la paz y la cercanía de Paloma que ese conjunto de pelos entre la nariz y mi labio superior.

Tercer intento

Han pasado diez años más. Y el tiempo no pasa en balde. El tiempo, a veces altera las costumbres y hace cambiar incluso los sentimientos. Así que volví a intentarlo de nuevo. Y esta vez ya no hubo oposición. Paloma no se manifestó ni a favor ni en contra. Sencillamente “pasó” de mi bigote. Con lo cual logré que los pelos crecieran hasta adquirir una forma, digamos que interesante.

La guerra del bigote

Pero lo que yo creía que era un asunto felizmente zanjado no fue más que el principio de la batalla entre mis amigos, mis colaboradores, algunos gitanos y gitanas españolas y mi propia familia. Unos decían que me sentaba bien. Que el bigote acrecienta en los hombres la masculinidad, el poder, la seguridad y la confianza en sí mismos.

Otros, y otras, me decían que el bigote reafirmaba mi personalidad pero que aumentaba mi edad. Es decir, que me hacía más viejo.

Bueno, valoré todos estos criterios y decidí seguir adelante con mi ya poblado bigote. Hasta que se produjo el ataque en masa contra mi pobre y desgraciado mostacho.

La batalla final

La encabezó mi hija Carmen, médico de profesión, a quien entre nosotros, desde pequeñita, la llamamos “Cocol”. Se negó rotundamente a aceptar ese cambio en mi rostro. Argumentó cuanto pudo y cuanto supo para hacerme ver que estaba horroroso, para terminar diciéndome:

―Mira, papá. Tu bigote no me gusta nada y evidentemente no puedo obligarte a quitártelo, y a casa puedes venir con él cuantas veces quieras. Yo no me acostumbraré, pero tus nietos tal vez sí. Solo te advierto que mientras tengas bigote no te acompañaré nunca por la calle.

(Como se desprende del párrafo anterior, Cocol es una mujer buena, cariñosa, pero con el carácter fuerte de mi madre, la abuela Salud, q.e.p.d.)

El siguiente situado en el frente anti bigote es mi hijo Alfonso, el más pequeño de los seis, flamante arquitecto, de quien intuyo que en sus proyectos quedarán abolidas todas las protuberancias gaudinianas que pudieran recordarle la forma de un mostacho.

―Papá, ¡basta ya! Quítate ese bigote. Estás horroroso. Te miro y me parece que no eres tú. Así que hazme el favor de afeitártelo.

Y así día tras día, ambos, ella y él, con una constancia digna de mayor causa.

Y finalmente queda la opinión de los gitanos. En estos últimos días he estado en Zaragoza, en Valencia, varias veces en Sevilla y muchas más en Madrid. No he visto en ellos gran entusiasmo por mi nuevo look. Ni siquiera cuando días pasados mantuve una larga entrevista con el Secretario de Estado de Servicios Sociales que no podía evitar mirarme con un cierto gesto de sorpresa. Pero los gitanos y gitanas que me han visto en algún video o fotografía con mi flamante bigote me han escrito con opiniones muy divididas. De tal forma que por resumirlas todas diré lo que me ha escrito Ricardo Hernández, joven gitano navarro y líder indiscutible en su comunidad:

―Mire, tío Juan de Dios, le he visto en una fotografía con bigote. Si a usted le parece bien, disfrútelo, pero, por favor, solo hasta el 31 de diciembre. A partir de esa fecha ¡fuera bigote! Y siga teniendo usted la imagen con la que siempre le hemos visto y conocido.

Así que, queridos hijos, familiares y amigos, en la mañana de hoy, día de los Reyes Magos, he cogido la navaja, me he llenado la cara de espuma de jabón y he arrasado con mi bigote que nunca pudo ser Manouche, ni Kalderash, ni Sinti, ni Lovari y ni siquiera como el de cualquier compatriota español, sea “payo” o gitano.

Juan de Dios Ramírez-Heredia
Abogado y periodista
Presidente de Unión Romani

Pequeña historia de la brevedad de un bigote

Con bigote y sin bigote

Primer intento

Siempre tuve la ilusión de tener un gran bigote como los que llevan la inmensa mayoría de los gitanos, especialmente los centroeuropeos. Así que un día, hace veinte años aproximadamente, decidí dejarme crecer el bigote hasta que adquiriera la forma del que adorna las caras de los gitanos Manouches, que son los que viven en Francia, especialmente en la región de París, en los Países Bajos y en los territorios alemanes colindantes con Bélgica. Se trata de un bigote abundante cuyos extremos apuntan hacia abajo.

Pero no pudo ser porque en cuanto Paloma, mi mujer, vio que los primeros pelillos asomaban sobre mi labio superior, se negó rotundamente a que el proceso continuara. Dijo que me había conocido sin bigote y que no estaba dispuesta a aceptar la imagen de un hombre distinto del que se enamoró.

Comprendí que el embate era demasiado fuerte y para no ocasionar una tensión matrimonial absurda me afeité los primeros brotes de pelo que auguraban un hermoso bigote Manouche.

Segundo intento

Y pasaron los años, exactamente diez años más, y como la ilusión por el bigote no había desaparecido y esta vez estaba prendado por la forma de los mostachos que suelen llevar los gitanos Kalderash, que son los que viven en Alemania, en Hungría, en Polonia, en Austria y algo más al Este europeo, decidí iniciar de nuevo la aventura. La forma es inversa a la de los gitanos Manouches. El mostacho de los Kalderash suele apuntar hacia arriba, adquiriendo una forma verdaderamente atractiva.

Pero no fue posible. Paloma se plantó, esta vez con más firmeza que diez años atrás. No argumentó sobre si me había conocido con bigote o sin él. Tan solo se limitó a decir con un semblante de dureza muy escasamente expresado por ella, lo siguiente:

―Muy bien. Veo que estás dispuesto a dejarte el bigote de nuevo. Tú verás lo que haces. Tan solo te digo que mientras tengas bigote, a mí no se te ocurra acercarte.

La decisión por mi parte no se hizo esperar. ¡Fuera bigote! Me importaba mucho más la paz y la cercanía de Paloma que ese conjunto de pelos entre la nariz y mi labio superior.

Tercer intento

Han pasado diez años más. Y el tiempo no pasa en balde. El tiempo, a veces altera las costumbres y hace cambiar incluso los sentimientos. Así que volví a intentarlo de nuevo. Y esta vez ya no hubo oposición. Paloma no se manifestó ni a favor ni en contra. Sencillamente “pasó” de mi bigote. Con lo cual logré que los pelos crecieran hasta adquirir una forma, digamos que interesante.

La guerra del bigote

Pero lo que yo creía que era un asunto felizmente zanjado no fue más que el principio de la batalla entre mis amigos, mis colaboradores, algunos gitanos y gitanas españolas y mi propia familia. Unos decían que me sentaba bien. Que el bigote acrecienta en los hombres la masculinidad, el poder, la seguridad y la confianza en sí mismos.

Otros, y otras, me decían que el bigote reafirmaba mi personalidad pero que aumentaba mi edad. Es decir, que me hacía más viejo.

Bueno, valoré todos estos criterios y decidí seguir adelante con mi ya poblado bigote. Hasta que se produjo el ataque en masa contra mi pobre y desgraciado mostacho.

La batalla final

La encabezó mi hija Carmen, médico de profesión, a quien entre nosotros, desde pequeñita, la llamamos “Cocol”. Se negó rotundamente a aceptar ese cambio en mi rostro. Argumentó cuanto pudo y cuanto supo para hacerme ver que estaba horroroso, para terminar diciéndome:

―Mira, papá. Tu bigote no me gusta nada y evidentemente no puedo obligarte a quitártelo, y a casa puedes venir con él cuantas veces quieras. Yo no me acostumbraré, pero tus nietos tal vez sí. Solo te advierto que mientras tengas bigote no te acompañaré nunca por la calle.

(Como se desprende del párrafo anterior, Cocol es una mujer buena, cariñosa, pero con el carácter fuerte de mi madre, la abuela Salud, q.e.p.d.)

El siguiente situado en el frente anti bigote es mi hijo Alfonso, el más pequeño de los seis, flamante arquitecto, de quien intuyo que en sus proyectos quedarán abolidas todas las protuberancias gaudinianas que pudieran recordarle la forma de un mostacho.

―Papá, ¡basta ya! Quítate ese bigote. Estás horroroso. Te miro y me parece que no eres tú. Así que hazme el favor de afeitártelo.

Y así día tras día, ambos, ella y él, con una constancia digna de mayor causa.

Y finalmente queda la opinión de los gitanos. En estos últimos días he estado en Zaragoza, en Valencia, varias veces en Sevilla y muchas más en Madrid. No he visto en ellos gran entusiasmo por mi nuevo look. Ni siquiera cuando días pasados mantuve una larga entrevista con el Secretario de Estado de Servicios Sociales que no podía evitar mirarme con un cierto gesto de sorpresa. Pero los gitanos y gitanas que me han visto en algún video o fotografía con mi flamante bigote me han escrito con opiniones muy divididas. De tal forma que por resumirlas todas diré lo que me ha escrito Ricardo Hernández, joven gitano navarro y líder indiscutible en su comunidad:

―Mire, tío Juan de Dios, le he visto en una fotografía con bigote. Si a usted le parece bien, disfrútelo, pero, por favor, solo hasta el 31 de diciembre. A partir de esa fecha ¡fuera bigote! Y siga teniendo usted la imagen con la que siempre le hemos visto y conocido.

Así que, queridos hijos, familiares y amigos, en la mañana de hoy, día de los Reyes Magos, he cogido la navaja, me he llenado la cara de espuma de jabón y he arrasado con mi bigote que nunca pudo ser Manouche, ni Kalderash, ni Sinti, ni Lovari y ni siquiera como el de cualquier compatriota español, sea “payo” o gitano.

Juan de Dios Ramírez-Heredia
Abogado y periodista
Presidente de Unión Romani

Dios haya perdonado a Diana Quer

No se adelanten mal interpretando el título de este comentario. Seguro que Dios no tenía nada que perdonar a la pobre joven asesinada vilmente en A Pobra do Caramiñal por un degenerado del que su propia madre ha dicho que se trataba de un monstruo. “Que Dios le haya perdonado” es una formula que utilizan los gitanos catalanes cuando se refieren a la memoria de sus familiares, amigos o conocidos ya muertos. Recuerdo al “Tío Peret”, Pedro Jiménez Pubill, gitano sabio del que he aprendido cuanto sé de la correcta interpretación de la Ley Gitana, que cuando me contaba cosas de sus padres difuntos, decía: “Que Deu l’i hagi perdonat”. Y siempre me lo decía en catalán, aunque la conversación entre los dos fuera en castellano. “Que Deu l’i hagi perdonat”, es decir, “que Dios le haya perdonado” equivale al significado, ―éste sí ampliamente presente en el lenguaje popular español―, de “que en Gloria esté”.

Pues que Dios haya perdonado a Diana Quer, como tendrá que perdonar al alcalde de La Puebla de Arganzón, a la Guardia Civil y a los vecinos del pueblo que dijeron hace unos días que unas personas “de etnia gitana” habían ocupado dos viviendas en este pequeño municipio de la provincia de Burgos que linda con la provincia de Álava.

Pero mire usted por donde resulta que los ocupas no eran de “etnia gitana”. La gran organización antirracista que es SOS Racismo de Álava ha denunciado que los ocupas son personas de origen vasco. La organización ha desmentido al alcalde de La Puebla de Arganzón, a fuentes de la Guardia Civil y a los vecinos de la zona, manifestando con toda claridad que “Ni eran las familias de etnia gitana, ni eran 30 okupas, ni eran activistas ocupacionales. Eran una pareja vasca, con embarazo añadido, y un sin techo vasco. No hubo nada más”. SOS Racismo ha manifestado que “una de las viviendas estaba ocupada por una pareja excluida en su grado máximo de exclusión, y la segunda por otra persona de mediana edad enferma y sin techo

«Me estoy acojonando, un gitano me está llamando»

Ocurrió, como todo el mundo sabe, en agosto de 2016. La joven inocente, de tan solo 18 años, regresaba a su casa tras haberse divertido en las fiestas estivales del pueblo donde cada verano acudía con sus padres. Posiblemente ya cansada pues eran casi las tres de la madrugada, emprendió sola el camino de vuelta a su casa cuando se sintió amenazada porque alguien la estaba siguiendo. En ese momento envió un mensaje de Whatsapp a un amigo suyo diciéndole: «Me estoy acojonando, un gitano me está llamando. Morena, ven aquí». En cuanto la Guardia Civil supo de este mensaje empezó a investigar a todos los feriantes que habían instalado sus casetas y atracciones de feria en el pueblo. No encontró nada a pesar de que, me imagino, los gitanos feriantes deberían ser los destinatarios más directos e inmediatos de la investigación.

Pero el daño ya estaba hecho. Los medios de comunicación, tanto los serios como los que no lo son, destacaron el mensaje de Diana: “me estoy acojonando”. ¿Por qué? Porque un gitano le está diciendo “Morena, ven aquí”. Tal vez el mensaje de Diana hubiera tenido el mismo efecto en el destinatario del mensaje si hubiera dicho: “me estoy acojonando porque un tío me está diciendo, morena vez aquí”. Y ese mensaje no habría merecido titulares en los medios. Porque que “un tío” le diga a una joven hermosa, a las tres de la mañana, a la salida de una feria, “morena, ven aquí” se inscribe en lo que podríamos llamar “normal” a esas horas en los casanovas conquistadores de todos los tiempos.

Pero esta vez no era así. El morbo tenía un componente racista al que tan dados son algunos de los informadores españoles. Los gitanos estábamos por medio porque la pobre chica desaparecida había escrito que un gitano le estaba diciendo “morena, ven aquí”. ¿Por qué dijo “un gitano”? ¿Acaso porque muchos miembros de nuestra comunidad se ganan la vida trabajando en las atracciones de feria o en los chiringuitos que se montan con ese motivo en estas celebraciones? Nunca lo podremos saber, desgraciadamente. Desde luego, si algún gitano quiso piropearla diciéndole “morena ven aquí” ese no pudo ser el asesino, porque el asesino confeso es “más gadchó (payo) que un olivo” como se dice en mi tierra andaluza. La imagen que tenemos de Enrique Abuín, ―que como fácilmente se puede saber todos los gitanos gallegos se llaman Abuín (?)―, refleja la negrura sórdida, sucia y fea de su alma. El rostro de Abuín, alias el Chicle, es feo con la avaricia de la fealdad que suele añadir la conciencia de quienes son malvados sin solución.

Sin embargo, cosa curiosa, Diana tiene un apellido genuinamente gitano

Fue la primera cosa que me llamó la atención cuando en agosto de 2016 leí la triste noticia de la desaparición de Diana Quer. Nunca había conocido antes a nadie que se llamara de apellido Quer, que en rromanó quiere decir casa. El rromanó es una lengua rica hablada en todo el mundo por más de diez millones de personas. En algunos países del planeta es la lengua madre de los ciudadanos gitanos que viven allí. En otros, los gitanos conocen el idioma y lo hablan indistintamente con la lengua oficial del país donde han nacido. Y en otros lugares, como es el caso de España, los jóvenes gitanos están haciendo un gran esfuerzo para recuperar su viejo y tradicional idioma del que conservan vestigios lingüísticos heredados de sus padres y abuelos. Pues bien, todos los gitanos y gitanas del mundo, incluidos los 750.000 gitanos españoles, a la casa la llamamos “quer”. Así lo aprendí en mi casa desde mi primera infancia.

La prisión perpetua revisable

En el año 2012 me manifesté públicamente apoyando la petición del padre de la inocente niña Mari Luz, muerta a manos de un miserable pederasta, para que en nuestro Código Penal se recogiera adecuadamente el endurecimiento de la pena que pueda corresponderle a quienes abusan, torturan o asesinan a las niñas.

Entonces decía que flotaba en el ambiente una especia de logofobia que empujaba a una parte de nuestros políticos a temer pronunciar las palabras “cadena perpetua” o “reclusión perpetua”. Con gran simpleza, hay personas que descalifican a quienes sostienen su validez en el seno del ordenamiento jurídico de un Estado democrático, como si sus defensores fueran “fachas” enemigos de la vigencia superior que en una sociedad moderna y civilizada debe tener el Estado de Derecho. Hoy, hablar de “reclusión perpetua” no es “políticamente correcto”. ¿Qué ocurre, pues? Sencillamente que estamos utilizando mal el lenguaje. Por lo visto, para nosotros “cadena perpetua” quiere decir una cosa y para ellos otra. ¡Con cuánta razón Juan Ramón Jiménez, que era de Huelva como la niña Mari Luz, decía “Inteligencia, ¡dame el nombre exacto de las cosas”!

Volveré a ocuparme del tema como lo hice entonces porque veo que la clase política se enfrenta entre si alejándose de la realidad de las cosas. Durante mucho tiempo Savigny sostuvo que la ley era la fuente originaria de todo derecho, hasta que, en palabras del profesor Manuel Aragón, llegó a “destronar a la ley de ese lugar primordial y a poner en su lugar la convicción jurídica común de la sociedad”, o, en palabras que harían fortuna, “el espíritu del pueblo”. La tesis central ahora defendida por Savigny y a la que me apunto, la resume con claridad el profesor Francisco Contreras: “No es cierto que el Derecho nazca “de las leyes, es decir, de disposiciones expresas del poder estatal supremo”, sino que, en realidad, “la sede propia del Derecho es la conciencia común del pueblo […], es decir, todo Derecho es originado primeramente por la costumbre y las creencias del pueblo […] y, por tanto, […] en virtud de fuerzas internas, que actúan calladamente, y no en virtud del arbitrio de un legislador”

Juan de Dios Ramírez-Heredia
Abogado y periodista
Presidente de Unión Romaní

Dios haya perdonado a Diana Quer

No se adelanten mal interpretando el título de este comentario. Seguro que Dios no tenía nada que perdonar a la pobre joven asesinada vilmente en A Pobra do Caramiñal por un degenerado del que su propia madre ha dicho que se trataba de un monstruo. “Que Dios le haya perdonado” es una formula que utilizan los gitanos catalanes cuando se refieren a la memoria de sus familiares, amigos o conocidos ya muertos. Recuerdo al “Tío Peret”, Pedro Jiménez Pubill, gitano sabio del que he aprendido cuanto sé de la correcta interpretación de la Ley Gitana, que cuando me contaba cosas de sus padres difuntos, decía: “Que Deu l’i hagi perdonat”. Y siempre me lo decía en catalán, aunque la conversación entre los dos fuera en castellano. “Que Deu l’i hagi perdonat”, es decir, “que Dios le haya perdonado” equivale al significado, ―éste sí ampliamente presente en el lenguaje popular español―, de “que en Gloria esté”.

Pues que Dios haya perdonado a Diana Quer, como tendrá que perdonar al alcalde de La Puebla de Arganzón, a la Guardia Civil y a los vecinos del pueblo que dijeron hace unos días que unas personas “de etnia gitana” habían ocupado dos viviendas en este pequeño municipio de la provincia de Burgos que linda con la provincia de Álava.

Pero mire usted por donde resulta que los ocupas no eran de “etnia gitana”. La gran organización antirracista que es SOS Racismo de Álava ha denunciado que los ocupas son personas de origen vasco. La organización ha desmentido al alcalde de La Puebla de Arganzón, a fuentes de la Guardia Civil y a los vecinos de la zona, manifestando con toda claridad que “Ni eran las familias de etnia gitana, ni eran 30 okupas, ni eran activistas ocupacionales. Eran una pareja vasca, con embarazo añadido, y un sin techo vasco. No hubo nada más”. SOS Racismo ha manifestado que “una de las viviendas estaba ocupada por una pareja excluida en su grado máximo de exclusión, y la segunda por otra persona de mediana edad enferma y sin techo

«Me estoy acojonando, un gitano me está llamando»

Ocurrió, como todo el mundo sabe, en agosto de 2016. La joven inocente, de tan solo 18 años, regresaba a su casa tras haberse divertido en las fiestas estivales del pueblo donde cada verano acudía con sus padres. Posiblemente ya cansada pues eran casi las tres de la madrugada, emprendió sola el camino de vuelta a su casa cuando se sintió amenazada porque alguien la estaba siguiendo. En ese momento envió un mensaje de Whatsapp a un amigo suyo diciéndole: «Me estoy acojonando, un gitano me está llamando. Morena, ven aquí». En cuanto la Guardia Civil supo de este mensaje empezó a investigar a todos los feriantes que habían instalado sus casetas y atracciones de feria en el pueblo. No encontró nada a pesar de que, me imagino, los gitanos feriantes deberían ser los destinatarios más directos e inmediatos de la investigación.

Pero el daño ya estaba hecho. Los medios de comunicación, tanto los serios como los que no lo son, destacaron el mensaje de Diana: “me estoy acojonando”. ¿Por qué? Porque un gitano le está diciendo “Morena, ven aquí”. Tal vez el mensaje de Diana hubiera tenido el mismo efecto en el destinatario del mensaje si hubiera dicho: “me estoy acojonando porque un tío me está diciendo, morena vez aquí”. Y ese mensaje no habría merecido titulares en los medios. Porque que “un tío” le diga a una joven hermosa, a las tres de la mañana, a la salida de una feria, “morena, ven aquí” se inscribe en lo que podríamos llamar “normal” a esas horas en los casanovas conquistadores de todos los tiempos.

Pero esta vez no era así. El morbo tenía un componente racista al que tan dados son algunos de los informadores españoles. Los gitanos estábamos por medio porque la pobre chica desaparecida había escrito que un gitano le estaba diciendo “morena, ven aquí”. ¿Por qué dijo “un gitano”? ¿Acaso porque muchos miembros de nuestra comunidad se ganan la vida trabajando en las atracciones de feria o en los chiringuitos que se montan con ese motivo en estas celebraciones? Nunca lo podremos saber, desgraciadamente. Desde luego, si algún gitano quiso piropearla diciéndole “morena ven aquí” ese no pudo ser el asesino, porque el asesino confeso es “más gadchó (payo) que un olivo” como se dice en mi tierra andaluza. La imagen que tenemos de Enrique Abuín, ―que como fácilmente se puede saber todos los gitanos gallegos se llaman Abuín (?)―, refleja la negrura sórdida, sucia y fea de su alma. El rostro de Abuín, alias el Chicle, es feo con la avaricia de la fealdad que suele añadir la conciencia de quienes son malvados sin solución.

Sin embargo, cosa curiosa, Diana tiene un apellido genuinamente gitano

Fue la primera cosa que me llamó la atención cuando en agosto de 2016 leí la triste noticia de la desaparición de Diana Quer. Nunca había conocido antes a nadie que se llamara de apellido Quer, que en rromanó quiere decir casa. El rromanó es una lengua rica hablada en todo el mundo por más de diez millones de personas. En algunos países del planeta es la lengua madre de los ciudadanos gitanos que viven allí. En otros, los gitanos conocen el idioma y lo hablan indistintamente con la lengua oficial del país donde han nacido. Y en otros lugares, como es el caso de España, los jóvenes gitanos están haciendo un gran esfuerzo para recuperar su viejo y tradicional idioma del que conservan vestigios lingüísticos heredados de sus padres y abuelos. Pues bien, todos los gitanos y gitanas del mundo, incluidos los 750.000 gitanos españoles, a la casa la llamamos “quer”. Así lo aprendí en mi casa desde mi primera infancia.

La prisión perpetua revisable

En el año 2012 me manifesté públicamente apoyando la petición del padre de la inocente niña Mari Luz, muerta a manos de un miserable pederasta, para que en nuestro Código Penal se recogiera adecuadamente el endurecimiento de la pena que pueda corresponderle a quienes abusan, torturan o asesinan a las niñas.

Entonces decía que flotaba en el ambiente una especia de logofobia que empujaba a una parte de nuestros políticos a temer pronunciar las palabras “cadena perpetua” o “reclusión perpetua”. Con gran simpleza, hay personas que descalifican a quienes sostienen su validez en el seno del ordenamiento jurídico de un Estado democrático, como si sus defensores fueran “fachas” enemigos de la vigencia superior que en una sociedad moderna y civilizada debe tener el Estado de Derecho. Hoy, hablar de “reclusión perpetua” no es “políticamente correcto”. ¿Qué ocurre, pues? Sencillamente que estamos utilizando mal el lenguaje. Por lo visto, para nosotros “cadena perpetua” quiere decir una cosa y para ellos otra. ¡Con cuánta razón Juan Ramón Jiménez, que era de Huelva como la niña Mari Luz, decía “Inteligencia, ¡dame el nombre exacto de las cosas”!

Volveré a ocuparme del tema como lo hice entonces porque veo que la clase política se enfrenta entre si alejándose de la realidad de las cosas. Durante mucho tiempo Savigny sostuvo que la ley era la fuente originaria de todo derecho, hasta que, en palabras del profesor Manuel Aragón, llegó a “destronar a la ley de ese lugar primordial y a poner en su lugar la convicción jurídica común de la sociedad”, o, en palabras que harían fortuna, “el espíritu del pueblo”. La tesis central ahora defendida por Savigny y a la que me apunto, la resume con claridad el profesor Francisco Contreras: “No es cierto que el Derecho nazca “de las leyes, es decir, de disposiciones expresas del poder estatal supremo”, sino que, en realidad, “la sede propia del Derecho es la conciencia común del pueblo […], es decir, todo Derecho es originado primeramente por la costumbre y las creencias del pueblo […] y, por tanto, […] en virtud de fuerzas internas, que actúan calladamente, y no en virtud del arbitrio de un legislador”

Juan de Dios Ramírez-Heredia
Abogado y periodista
Presidente de Unión Romaní

Dios haya perdonado a Diana Quer

Diana Quer

No se adelanten mal interpretando el título de este comentario. Seguro que Dios no tenía nada que perdonar a la pobre joven asesinada vilmente en A Pobra do Caramiñal por un degenerado del que su propia madre ha dicho que se trataba de un monstruo. “Que Dios le haya perdonado” es una formula que utilizan los gitanos catalanes cuando se refieren a la memoria de sus familiares, amigos o conocidos ya muertos. Recuerdo al “Tío Peret”, Pedro Jiménez Pubill, gitano sabio del que he aprendido cuanto sé de la correcta interpretación de la Ley Gitana, que cuando me contaba cosas de sus padres difuntos, decía: “Que Deu l’i hagi perdonat”. Y siempre me lo decía en catalán, aunque la conversación entre los dos fuera en castellano. “Que Deu l’i hagi perdonat”, es decir, “que Dios le haya perdonado” equivale al significado, ―éste sí ampliamente presente en el lenguaje popular español―, de “que en Gloria esté”.

Pues que Dios haya perdonado a Diana Quer, como tendrá que perdonar al alcalde de La Puebla de Arganzón, a la Guardia Civil y a los vecinos del pueblo que dijeron hace unos días que unas personas “de etnia gitana” habían ocupado dos viviendas en este pequeño municipio de la provincia de Burgos que linda con la provincia de Álava.

Pero mire usted por donde resulta que los ocupas no eran de “etnia gitana”. La gran organización antirracista que es SOS Racismo de Álava ha denunciado que los ocupas son personas de origen vasco. La organización ha desmentido al alcalde de La Puebla de Arganzón, a fuentes de la Guardia Civil y a los vecinos de la zona, manifestando con toda claridad que “Ni eran las familias de etnia gitana, ni eran 30 okupas, ni eran activistas ocupacionales. Eran una pareja vasca, con embarazo añadido, y un sin techo vasco. No hubo nada más”. SOS Racismo ha manifestado que “una de las viviendas estaba ocupada por una pareja excluida en su grado máximo de exclusión, y la segunda por otra persona de mediana edad enferma y sin techo

«Me estoy acojonando, un gitano me está llamando»

Ocurrió, como todo el mundo sabe, en agosto de 2016. La joven inocente, de tan solo 18 años, regresaba a su casa tras haberse divertido en las fiestas estivales del pueblo donde cada verano acudía con sus padres. Posiblemente ya cansada pues eran casi las tres de la madrugada, emprendió sola el camino de vuelta a su casa cuando se sintió amenazada porque alguien la estaba siguiendo. En ese momento envió un mensaje de Whatsapp a un amigo suyo diciéndole: «Me estoy acojonando, un gitano me está llamando. Morena, ven aquí». En cuanto la Guardia Civil supo de este mensaje empezó a investigar a todos los feriantes que habían instalado sus casetas y atracciones de feria en el pueblo. No encontró nada a pesar de que, me imagino, los gitanos feriantes deberían ser los destinatarios más directos e inmediatos de la investigación.

Pero el daño ya estaba hecho. Los medios de comunicación, tanto los serios como los que no lo son, destacaron el mensaje de Diana: “me estoy acojonando”. ¿Por qué? Porque un gitano le está diciendo “Morena, ven aquí”. Tal vez el mensaje de Diana hubiera tenido el mismo efecto en el destinatario del mensaje si hubiera dicho: “me estoy acojonando porque un tío me está diciendo, morena vez aquí”. Y ese mensaje no habría merecido titulares en los medios. Porque que “un tío” le diga a una joven hermosa, a las tres de la mañana, a la salida de una feria, “morena, ven aquí” se inscribe en lo que podríamos llamar “normal” a esas horas en los casanovas conquistadores de todos los tiempos.

Pero esta vez no era así. El morbo tenía un componente racista al que tan dados son algunos de los informadores españoles. Los gitanos estábamos por medio porque la pobre chica desaparecida había escrito que un gitano le estaba diciendo “morena, ven aquí”. ¿Por qué dijo “un gitano”? ¿Acaso porque muchos miembros de nuestra comunidad se ganan la vida trabajando en las atracciones de feria o en los chiringuitos que se montan con ese motivo en estas celebraciones? Nunca lo podremos saber, desgraciadamente. Desde luego, si algún gitano quiso piropearla diciéndole “morena ven aquí” ese no pudo ser el asesino, porque el asesino confeso es “más gadchó (payo) que un olivo” como se dice en mi tierra andaluza. La imagen que tenemos de Enrique Abuín, ―que como fácilmente se puede saber todos los gitanos gallegos se llaman Abuín (?)―, refleja la negrura sórdida, sucia y fea de su alma. El rostro de Abuín, alias el Chicle, es feo con la avaricia de la fealdad que suele añadir la conciencia de quienes son malvados sin solución.

Sin embargo, cosa curiosa, Diana tiene un apellido genuinamente gitano

Fue la primera cosa que me llamó la atención cuando en agosto de 2016 leí la triste noticia de la desaparición de Diana Quer. Nunca había conocido antes a nadie que se llamara de apellido Quer, que en rromanó quiere decir casa. El rromanó es una lengua rica hablada en todo el mundo por más de diez millones de personas. En algunos países del planeta es la lengua madre de los ciudadanos gitanos que viven allí. En otros, los gitanos conocen el idioma y lo hablan indistintamente con la lengua oficial del país donde han nacido. Y en otros lugares, como es el caso de España, los jóvenes gitanos están haciendo un gran esfuerzo para recuperar su viejo y tradicional idioma del que conservan vestigios lingüísticos heredados de sus padres y abuelos. Pues bien, todos los gitanos y gitanas del mundo, incluidos los 750.000 gitanos españoles, a la casa la llamamos “quer”. Así lo aprendí en mi casa desde mi primera infancia.

La prisión perpetua revisable

En el año 2012 me manifesté públicamente apoyando la petición del padre de la inocente niña Mari Luz, muerta a manos de un miserable pederasta, para que en nuestro Código Penal se recogiera adecuadamente el endurecimiento de la pena que pueda corresponderle a quienes abusan, torturan o asesinan a las niñas.

Entonces decía que flotaba en el ambiente una especia de logofobia que empujaba a una parte de nuestros políticos a temer pronunciar las palabras “cadena perpetua” o “reclusión perpetua”. Con gran simpleza, hay personas que descalifican a quienes sostienen su validez en el seno del ordenamiento jurídico de un Estado democrático, como si sus defensores fueran “fachas” enemigos de la vigencia superior que en una sociedad moderna y civilizada debe tener el Estado de Derecho. Hoy, hablar de “reclusión perpetua” no es “políticamente correcto”. ¿Qué ocurre, pues? Sencillamente que estamos utilizando mal el lenguaje. Por lo visto, para nosotros “cadena perpetua” quiere decir una cosa y para ellos otra. ¡Con cuánta razón Juan Ramón Jiménez, que era de Huelva como la niña Mari Luz, decía “Inteligencia, ¡dame el nombre exacto de las cosas”!

Volveré a ocuparme del tema como lo hice entonces porque veo que la clase política se enfrenta entre si alejándose de la realidad de las cosas. Durante mucho tiempo Savigny sostuvo que la ley era la fuente originaria de todo derecho, hasta que, en palabras del profesor Manuel Aragón, llegó a “destronar a la ley de ese lugar primordial y a poner en su lugar la convicción jurídica común de la sociedad”, o, en palabras que harían fortuna, “el espíritu del pueblo”. La tesis central ahora defendida por Savigny y a la que me apunto, la resume con claridad el profesor Francisco Contreras: “No es cierto que el Derecho nazca “de las leyes, es decir, de disposiciones expresas del poder estatal supremo”, sino que, en realidad, “la sede propia del Derecho es la conciencia común del pueblo […], es decir, todo Derecho es originado primeramente por la costumbre y las creencias del pueblo […] y, por tanto, […] en virtud de fuerzas internas, que actúan calladamente, y no en virtud del arbitrio de un legislador”

Juan de Dios Ramírez-Heredia
Abogado y periodista
Presidente de Unión Romaní

Vaya, empezamos bien el año 2018…

Lo hemos leído estos últimos días. Unas personas “de etnia gitana” han ocupado dos viviendas en la Puebla de Arganzón que es un pequeño municipio de la provincia de Burgos que linda con la provincia de Álava.

Incluso han dicho que esas personas “de etnia gitana” habían reclamado dinero a la legítima dueña de una de las viviendas para abandonar la casa.

Que los ocupas eran personas de “etnia gitana” lo han dicho el alcalde de La Puebla de Arganzón, la Guardia Civil y vecinos de la zona, quienes aseguraron que efectivamente los ocupas eran de “etnia gitana”.

Pero mire usted por donde resulta que los ocupas no eran de “etnia gitana”. La gran organización antirracista que es SOS Racismo de Álava ha denunciado que los ocupas son personas de origen vasco. La organización ha desmentido al alcalde de La Puebla de Arganzón, a fuentes de la Guardia Civil y a los vecinos de la zona, manifestando con toda claridad que “Ni eran las familias de etnia gitana, ni eran 30 okupas, ni eran activistas ocupacionales. Eran una pareja vasca, con embarazo añadido, y un sin techo vasco. No hubo nada más”. SOS Racismo ha manifestado que “una de las viviendas estaba ocupada por una pareja excluida en su grado máximo de exclusión, y la segunda por otra persona de mediana edad enferma y sin techo

SOS Racismo de Álava ha criticado también el tratamiento dado por los medios: “Esos medios de dislocación informativa, que, en algunos casos, amplifican, distorsionan y aportan su grano de arena especial al morbo social dominante”.

Palabra de Dios

 

https://www.gasteizhoy.com/ocupas-la-puebla-de-arganzon/

Vaya, empezamos bien el año 2018…

Lo hemos leído estos últimos días. Unas personas “de etnia gitana” han ocupado dos viviendas en la Puebla de Arganzón que es un pequeño municipio de la provincia de Burgos que linda con la provincia de Álava.

Incluso han dicho que esas personas “de etnia gitana” habían reclamado dinero a la legítima dueña de una de las viviendas para abandonar la casa.

Que los ocupas eran personas de “etnia gitana” lo han dicho el alcalde de La Puebla de Arganzón, la Guardia Civil y vecinos de la zona, quienes aseguraron que efectivamente los ocupas eran de “etnia gitana”.

Pero mire usted por donde resulta que los ocupas no eran de “etnia gitana”. La gran organización antirracista que es SOS Racismo de Álava ha denunciado que los ocupas son personas de origen vasco. La organización ha desmentido al alcalde de La Puebla de Arganzón, a fuentes de la Guardia Civil y a los vecinos de la zona, manifestando con toda claridad que “Ni eran las familias de etnia gitana, ni eran 30 okupas, ni eran activistas ocupacionales. Eran una pareja vasca, con embarazo añadido, y un sin techo vasco. No hubo nada más”. SOS Racismo ha manifestado que “una de las viviendas estaba ocupada por una pareja excluida en su grado máximo de exclusión, y la segunda por otra persona de mediana edad enferma y sin techo

SOS Racismo de Álava ha criticado también el tratamiento dado por los medios: “Esos medios de dislocación informativa, que, en algunos casos, amplifican, distorsionan y aportan su grano de arena especial al morbo social dominante”.

Palabra de Dios

 

https://www.gasteizhoy.com/ocupas-la-puebla-de-arganzon/

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