Somos un pueblo vivo y plural

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Entrega de la bandera gitana al Parlamento con motivo del Día de la Comunidad Gitana en Andalucía, el pasado 22 de noviembre / FAKALI
Juan de Dios Ramírez-Heredia Montoya

Esta es una declaración personal que redacto con el sosiego y el pretendido equilibrio con que algunas veces en la vida hay que decir las cosas para que todo el mundo las entienda. Y lo hago movido por el mar de fondo que en estos momentos agita a una parte de nuestra comunidad, especialmente a los más jóvenes.

Mi tarjeta de presentación gitana

Me parece innecesario tener que recordar que soy muy mayor, 79 años, que he nacido y vivido en el seno de una familia gitana; que toda mi familia, tíos, primos cercanos y lejanos son gitanos y que pertenezco a una saga gitana de mucho abolengo en la provincia de Cádiz: “Los Gapitos” (correctamente se debería decir: “Agapitos” porque ese era el nombre de mi abuelo). Ahora recuerdo que la rama de los “Agapitos”, es decir, mis bisabuelos eran conocidos como “los Moros”. Gran parte de mi extensa familia vive en Puerto Real, en Jerez de la Frontera, en Chiclana, en Algeciras y en La Línea de la Concepción. Tengo tres hermanos, Mari Carmen, Lourdes y Pepe que son y se sienten profundamente gitanos. Y además me causa mucho orgullo presumir, —déjenme que lo diga así—, de contar entre mis más directos familiares de sangre a artistas gitanos y gitanas de mucha proyección en el mundo flamenco.

Por derecho propio debo rendir recuerdo de homenaje y cariño a mi tía La Paquera de Jerez, prima hermana de mi madre, y a mi primo Pansequito con el que me une, además de los lazos de sangre, un cariño personal consolidado en el tiempo. Igualmente debo mencionar a Antonio Núñez Montoya, “El Chocolate” cuyo parentesco me viene por parte de mi abuela María, bautizada en el Puerto de Santa María. (Nacer, vaya usted a saber dónde. Ella era canastera). Desde aquí igualmente quiero rendir homenaje al recuerdo de mi sobrino Juan Manuel Carpio Heredia, “Juanillorro” hijo de mi hermana Lourdes. Siempre pensé que Juanillorro era una reencarnación actual de los viejos gitanos de Jerez que le dieron al cante por bulerías un sello inigualable. Su nombre lo heredó de su padre, mi cuñado, que pudo ser un gran bailaor si hubiera querido. Murió muy joven. Y el broche lo pone mi sobrina Salud Heredia, bailaora, que ha heredado el genio de su abuela Salud y la dulzura de nuestra tía Rosario

Y la saga sigue. De Paca y Manuela, mis primas ―ya solo queda una. La otra se nos fue hace unos años― me queda el recuerdo de que yo canté con ellas en la grabación de su primer disco en Barcelona, cuya letra es de otro genio gitano de la pluma: Antonio Gallardo Molina.

Pero yo faltaría al recuerdo de una de las facetas más importante de la cultura gitana si no dijera que mi abuela María consiguió una acrisolada fama en la provincia de Cádiz como “ajuntaora” ―en otros sitios le llaman de otra forma―. Decían las gitanas que tenía unas manos de algodón. La llamaban de todos los pueblos de la provincia para que diera legitimidad a los matrimonios gitanos. Luego, cuando volvía a su casa con los bolsillos del delantal llenos de peladillas, nosotros la esperábamos para paliar el hambre comiéndonos aquellas almendras causantes de la maltratada dentadura que ahora padezco.

Mi tarjeta de presentación profesional

Seré breve. He ejercido de maestro de EGB durante dos cursos en Puerto Real. He obtenidos dos licenciaturas, una en periodismo hasta alcanzar con brillantez las notas del doctorado y otra en Derecho, además de haber sido galardonado con el título de doctor “honoris causa” otorgado por la Facultad de Educación de la Universidad de Cádiz. Durante más de 12 años he sido director de la Escuela de Formación Profesional San Juan Bosco de Barcelona y como periodista he escrito con asiduidad en La Vanguardia, en Diario 16 y en otros periódicos nacionales, aunque mi principal actividad profesional la he ejercido en RTVE a cuya plantilla he pertenecido y de la que me he jubilado algunos años después de la edad reglamentaria. He escrito y publicado algo más de una decena de libros.

Mi tarjeta de presentación política

Igualmente, breve. He sido Diputado constituyente por Barcelona (1977-1978). Que la Constitución Española lleve mi firma es mi mayor orgullo. Diputado socialista por Almería durante dos legislaturas completas (1979-1986) Diputado al Parlamento Europeo (1986-1999). Lo que supone 23 años continuados de vida parlamentaria. Quiero destacar que he sido presidente de la Comisión de Control Parlamentario de RTVE en el Congreso de los Diputados, así como vicepresidente de la Comisión de Comunicación del Parlamento Europeo.

Y, todo esto, ¿por qué lo digo?

Lo digo porque habiendo luchado tanto a lo largo de toda mi vida por defender a mi pueblo, a pesar de haber logrado un reconocimiento, tal vez inmerecido, de liderazgo no solo de los gitanos sino de buena parte de la sociedad de los gadchés (los no gitanos), siempre, absolutamente siempre, he dicho que yo no soy el representante del pueblo gitano. Yo solo soy un ciudadano español que, además de ser gitano y estar muy orgulloso de serlo, solo represento como cabeza de familia a mis hijos no emancipados y pare usted de contar.

Papel de la Unión Romaní en la sociedad española

Déjenme decir que la Unión Romaní, pionera en España de las organizaciones genuinamente gitanas, que cuenta actualmente con algo más de 18.000 socios —socios de verdad, con ficha personal de adhesión firmada y con datos complementarios comprobados— jamás ha dicho que lo que defiende lo hace en nombre de los gitanos españoles porque eso demostraría un afán de legitimación del que carecemos. Los gitanos y las gitanas de España nunca han tenido la oportunidad de votar democráticamente a sus representantes ante la sociedad. Por esa razón la Unión Romaní manifiesta con absoluta rotundidad que sus propuestas solo representan legalmente la voluntad democrática de sus asociados. Lo que no impide, obviamente, que cuente con la aceptación, el respeto y, a veces, hasta con el respaldo de gran parte de la ciudadanía gitana española.

La super representación del Pueblo Gitano

La Unión Romaní publicó en 2004 un Manual que contenía datos censales de las 430 asociaciones gitanas que existían en España. Hoy esa cifra ha bajado ostensiblemente, de tal manera que de acuerdo con los datos que obran en nuestro poder en España hay 272 organizaciones gitanas que están “vivas”, es decir, que en los últimos años han desarrollado alguna actividad social en beneficio de la población gitana de sus respectivos territorios.

En la actualidad el panorama asociativo de los gitanos y las gitanas españoles es, al mismo tiempo, tan sumamente esperanzador como preocupante. Ilusionante porque en los últimos diez años han surgido un ramillete de asociaciones, generalmente lideradas por gitanos inquietos e inteligentes, que han lanzado a la sociedad española en su conjunto un grito de rebeldía reclamando para sí un papel protagonista a la hora de ser interlocutores válidos ante los poderes públicos. No es una casualidad que en el breve tiempo que lleva implantada en España nuestra joven democracia, hayan sido, hasta hoy, nueve los miembros de nuestra comunidad que han ostentado legítimamente la representación de los españoles en sus respectivas cámaras. La voz de los gitanos y gitanas españoles ha sido asumida por tres parlamentarios de PSOE, tres del Partido Popular, dos de Ciudadanos y uno por Unidas Podemos. Buena cosecha, aunque el farolillo rojo territorial lo ostenta Andalucía en cuyo parlamento autonómico, para vergüenza de su clase política, nunca ha habido un diputado o diputada de nuestra etnia.

Se me acabó el espacio. En el próximo comentario abordaré el peligro que veo en la atomización del llamado “movimiento asociativo gitano”.