Poema del Samudaripen, 30 de julio de 2018
Estaremos despiertos,
cuando la policía venga a censar a nuestros vecinos.
Les diremos que ya no viven allí, que se marcharon hace días
camino del viento del oeste.
O mejor, que las familias desaparecieron rio abajo en la última inundación.
Estaremos despiertos,
cuando los fascistas vengan con sus antorchas y sus gritos
a incendiar la calle de los gitanos.
Les diremos que esa calle cambió de dueño el último verano,
y que los gitanos se fueron a vivir a un país lejano,
o a las cuevas de la montaña mágica.
Estaremos despiertos,
cuando veamos el primer fuego en las ventanas
y lo apagaremos con nuestras lágrimas,
o con el aire que nos preste nuestro viejo corazón,
y ahogaremos las llamas con hojas verdes de rocío.
Estaremos despiertos,
cuando vengan a llevarse a los niños de la escuela.
Les diremos que los niños gitanos
ya fueron gaseados en la última guerra
y que no volvieron a reproducirse.
Estaremos despiertos,
cuando venga a por nosotros con sus leyes y sus uniformes.
Les diremos mirándole a los ojos que no tenemos miedo,
que, aunque seamos los últimos gitanos de la ciudad
no moriremos nunca,
que lo más gitano que hay es el tiempo y nos confió su secreto,
y lo transmitimos de generación en generación
junto al compás de nuestro arte.